El pasado domingo 28 de junio tuvo lugar en la parroquia de La Inmaculada de Figueres, Girona, la celebración del 50 aniversario de la ordenación sacerdotal del misionero ampurdanés Josep Frigola.
En la homilía, el padre Frigola repasó su trayectoria y agradeció a todas las personas que durante tantos años le han acompañado y le han dado todo su apoyo. El misionero, que sigue ejerciendo su labor misionera en Níger, tuvo un recuerdo especial por el también misionero ampurdanés Joaquim Vallmajó, compañero asesinado en Ruanda en 1994, y con quien compartió su vocación e impulso misionero en África desde el año 1965.
Después del acto litúrgico tuvo lugar un aperitivo abierto a todos y una comida fraterna a la que asistieron numerosos familiares y amigos venidos de todas partes.
Con motivo de esta celebración, el Full Parroquial de la diócesis de Girona de este domingo, publicaba una entrevista precisamente con el misionero en Níger Josep Frigola:
–De Vila-Robau a Níger, pasando por Burkina Faso. Y así han pasado 50 años. Toda una vida dedicada a África, como titula un libro tuyo.
Pues sí, desde 1965. Hay gente que me dice “Tú eres hijo del mayo francés”. Y yo respondo que no, que soy hijo del Concilio Vaticano II que fue una sacudida considerable y un gran impulso. Para mi generación, el entusiasmo generado por el Concilio y su cambio fue fundamental. Para mí supuso un empujón a mi vocación misionera.
-Durante estas décadas has podido vivir en primera persona la evolución de la Iglesia en el continente africano…
Ha habido una gran transformación. Cuando llegué, los misioneros europeos éramos muchos más que el clero local. Al cabo de unos años se equilibró más o menos al cincuenta por ciento. Y llegó el momento en que ya éramos minoría. Actualmente más de tres cuartas partes de los miembros de nuestra congregación ya son africanos. Y eso supuso, lógicamente, algunos roces. Por la manera de entender la pastoral o la manera de formar los equipos de vida, de establecer prioridades, etc. El clero local está más ligado a la parroquia. La opción de los misioneros, en cambio, siempre ha sido de ir a la periferia y de una estabilidad relativa.
-¿En estos momentos, cuál es tu tarea?
Ahora mismo llevo dos parroquias periféricas, a unos cuantos kilómetros de Niamey, la capital de Níger. Primero se trata de hacer un servicio a la pequeña comunidad parroquial, pero no todo acaba ahí. También se trata de cuidar las relaciones personales con la gente del pueblo, de mayoría musulmana: escuchar, dialogar. Por otro lado hay una existe una dimensión social, de promoción humana y de desarrollo. Con los presos, por ejemplo, que viven en unas condiciones lamentables. También estoy traduciendo el leccionario dominical a dos de las lenguas locales.
-A veces a los misioneros se os ve más como unos cooperantes que como agentes de pastoral y evangelizadores…
La Buena Noticia es global. El Evangelio es el motivo principal de mi vida y de mi opción. Pero si no entendemos que promoción humana y desarrollo social también van muy unidos al Evangelio, estamos perdidos. Y eso vale igual para África como para Europa. No hay una pastoral de comunidad cristiana por un lado y una pastoral social por otra. Es necesario que se fecunden mutuamente.
-Este domingo, 28 de junio, en la parroquia de la Inmaculada de Figueres, celebras tus 50 años de sacerdote y de misionero. ¿Cómo lo vives?
Como una acción de gracias. Agradezco profundamente al don que he recibido, y todo lo que Dios me ha dado.
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