Había fermentos en la revolución tunecina: más de lo que se creía. Eso no impide que haya sorprendido al mundo. Los mismos que la lanzaron no creían lo que veían… ¿Cómo ha sido percibido este episodio de nuestra historia reciente por los que se han comprometido personalmente contra el poder de la dictadura?
Mohammed Al Halouani es profesor de Filosofía en Sfax. Pero, al mismo tiempo, ha sido un leader político de izquierdas que llegó a presentarse a las elecciones presidenciales contra Ben Ali. Se retiró después pero es un intelectual liberado, un espectador comprometido que nos da aquí su testimonio bien reflexionado, sobre el acontecimiento de la revolución, sobre la evolución política actual.
Hace un año que asistimos a los acontecimientos de Sididi Bonzid, seguidos de la caída del dictador, y recientemente de las elecciones. Hoy, el poder surgido de esas elecciones está ocupando su sitio.
En ese recorrido, ¿cuáles son los elementos que corresponden a lo que esperaba, y cuáles, al contrario, contradicen su espera?
-Cuestión difícil de responder. Yo esperaba, lo que esperaban todos los tunecinos: un cambio más o menos radical de la situación política, al menos en lo que me concierne, en tanto que político y antiguo responsable del partido Et-tajdid que presentó, como Usted sabe, su candidatura a la Presidencia de la República, -era la primera vez que alguien se presentaba como opositor real, opositor que no formaba parte de aquella oposición que está aliada al poder…Había pues, bajo la cobertura del partido Et-tajdid una coalición de varios grupos de izquierdas, reconvenidos o no, con muchos demócratas, progresistas, e independientes que se presentaban en todo esto como tales, y que pertenecían a partidos que se habían disuelto, a la Ltdh, a la UgIT o a la Uget, o bien gente, que eran simples ciudadanos sin connotación política articular. Hicimos una buena campaña, (…) y que dijo incluso en su manifiesto que el antiguo presidente era un autócrata. Fue por eso, por otra parte, que nos prohibieron distribuirlo. Pero venía mucha gente a nuestros meetings, sobre todo al de la Bolsa de Trabajo.
¿Cree Usted que sus tentativas han preparado un poco el terreno?
-Efectivamente, no es que nos gustara creerlo, es que creemos en ello efectivamente… Ha sido una cuestión de acumulación, que se ha producido poco a poco. Cuando nos presentamos por la primera vez suprimimos un tabú. Por la primera vez alguien se atrevía a presentarse a la presidencia de la República, cuando la casi totalidad de tunecinos –incluso de la oposición- admitía que nadie podía presentarse contra el antiguo presidente, que era inútil, que no valía la pena… Bueno, pero todo eso es el pasado. Digamos que esperábamos mucho de esa revolución de esta “intifada”…No estamos muy decepcionados, yo, personalmente no lo estoy. En un año, ha habido un cambio de régimen, un cambio de presidente… todo eso ha ocurrido bastante bien, sin mucha violencia, sin rupturas violentas. Eso es positivo. Ahora, si se trata de juzgar si estos cambios son lo que queríamos, hay que ser más moderados… porque siendo de izquierdas, digamos de centro-izquierda (fui hasta 2007 el nº 2 del Et-tajdid, es decir el presidente de la Asamblea constituyente del Et-tajdid –era premonitorio), se quería una transición dulce a la democracia, no queríamos un caos total. En ese sentido, digo que soy de centro –izquierda. Lo que pasa ahora que esta izquierda, con el consenso de los demócratas y liberales está sobrepasada por la ala derecha de la oposición tunecina, representada por En-Nahdha y sus aliados. Hubiéramos querido que las cosas hubieran ocurrido de otra manera porque efectivamente tenemos mucho que temer.
¿Habían previsto ustedes este giro de los acontecimientos?
-Yo, personalmente, lo había previsto desde hace mucho tiempo. La mayor parte de la gente de izquierdas hacen buenos análisis y consideran que esta derecha islamista fundamentalista no tiene mucho porvenir porque ya ha habido el trabajo profundo del burguibismo, es decir, la elección modernista que ha abierto las escuelas, que ha dado a la mujer un estatuto privilegiado en el seno del mundo arabo-musulmán. Estatuto que la mayor parte tenía tendencia a creer irreversible. Yo pensaba que n o hay nada irreversible: todo puede ser puesto en tela de juicio, sobre todo los logros progresistas y modernistas. Cuando hice estos análisis, hace más de 20 años, escribí un artículo del que se habló mucho en 1984 y que se titulaba: “¿Quién tiene miedo de los islamistas?” En esa época veía claramente que los islamistas iban a tomar el poder.
¿Ha mantenido este análisis a lo largo de los años?
-Sí, creo que en el fondo lo he mantenido por varias razones: razones económicas, razones sociológicas y razones ideológicas: en Túnez ha habido una especie de bloqueo de la sociedad en su marcha hacia la modernidad. La sociedad no ha sabido hacer la mutación hacia una liberación de la tutela de la antigua metrópoli. Las estructuras que hubieran podido hacer que una vez proclamada (al nivel del Código de Estatuto personal, por ejemplo) se acuerde a la situación real de la sociedad, no ha seguido. Ha habido un retroceso de la sociedad con respecto a los derechos que llegan con anticipación. Este retraso ha bloqueado la situación, y eso no podía más que crear desconciertos con respecto a un progreso social global. De ahí viene desgraciadamente, la atracción por las tesis fundamentalistas y el islamismo, puesto que era eso lo que correspondía ideológicamente a la frustración de la gente.
No he sido sorprendido, sobre todo que los partidos estaban amordazados completamente, nunca tenían la ocasión de expresarse realmente. Incluso los sindicatos, en una cierta medida, estaban contrariados en su acción. Los únicos que podían trabajar sobre el terreno, eran los islamistas a través de sus redes sociales amplias.
Hoy, los observadores políticos piensan que lo que ocurre en Túnez está puesto al servicio de un proyecto regional, que están presentes intereses extranjeros que tratan de dar una orientación a los acontecimientos. ¿Cuál es su opinión sobre esta cuestión?
En principio, no doy mucha importancia a las tesis del complot. Creo que las causas y las fuerzas nacionales tienen más peso e influencia en la escena política que lo que se pueda manifestar como fuerzas exteriores. Eso no quiere decir que quede excluido que hayan actuado fuerzas exteriores. Honradamente tengo sospechas sobre ese tema. He leído Wikileaks y mucha literatura al respecto. Cuando estaba en el partido, estábamos en contacto con las cancillerías, estábamos al corriente. Túnez no ha sido nunca un país aislado. Estamos en la confluencia de ciertas zonas de influencia: Francia, Europa, los Estados Unidos o el mundo árabe. Han debido ocurrir cosas que no conocemos en detalle, pero honestamente no podemos montar sobre ello una teoría clara. Lo que me interesa más fundamentalmente, es que las causas de la revolución tunecina son internas: el hecho que haya habido un bloqueo total… Que el país no ofrecía empleos a los jóvenes, que el porcentaje de paro era muy importante, que hemos asistido a una pauperización muy grande del interior del país, con un estancamiento de la industrialización en las ciudades, una anarquía empezó a ganar la administración… y eso por las razones que conocemos: el nepotismo… El Estado mafioso que gangrena todo el país…, la sociedad tunecina estaba completamente bloqueada. Había muchos signos patentes, entre otros el de los jóvenes que dejaban el país por el mar, hecho que se minimizaba la importancia simbólica. Además, yo sé como universitario que el 95% de estos jóvenes eran originarios del campesinado tunecino, de las zonas pobres, mejor dicho empobrecidas… la situación era catastrófica para el país, un traumatismo que la gente no llegaba a superar… Además el campesinado está en una situación difícil porque hay una fagocitosis del capital de las ciudades sobre las tierras de los campesinos acompañados de una mecanización exagerada, el campesinado está pues desamparado. El campesinado es incapaz de apropiarse de las tierras y de renovar el trabajo… Había pues, materia para dos o tres revoluciones. En consecuencia las razones internas existen y son fundamentales, las otras razones han podido existir, pero no son fundamentales. Además había el bloqueo político del RCD, de ese partido que se había convertido en el partido de un Estado mafioso… ¡Las cosas no podían ir más lejos, verdaderamente!
Las elecciones del 23 de octubre han permitido que el Islam político se incite a la escena política y tome el poder. ¿Cómo ve Usted el futuro de esta configuración política?
Como investigador filósofo, al principio de mi carrera yo estaba interesado sobre todo en las cuestiones de epistemología. Pero, a pesar de mi compromiso político de siempre, no empecé a interesarme por la filosofía política más que al final de la carrera. Ya sea por la práctica o por el sesgo de la teoría, siempre pensé que la dimensión religiosa, es decir, la política inspirada por la religión, no sólo existe entre nosotros sino que ocupa un lugar importante. Dado lo que ocurre y dado que una unidad modernidad y modernización, en tanto que conceptos están unidos de una manera bastante umbilical al concepto de laicidad, de separación del estado y de la religión, se puede pensar del esfuerzo extraordinario que realizó el burguibismo, es decir, el hecho de empujar a Túnez a ser “laicisante” por no decir laica, esto es algo que ha funcionado bien en ciertos sectores, pero, en el fondo ha faltado la continuación que hubiera podido ser muy interesante, en materia de crítica real del pensamiento salafista o fundamentalista. Esto es así por una razón muy simple: el burguibismo nos ha puesto en una situación política tal que todos los intelectuales que podían combatir el fundamentalismo no lo han hecho. No lo han hecho porque el poder político lo hacía, por razones de seguridad, en vez de ellos. No ha habido debate público y la falta de democracia no permitía hacerlo. Ha habido, es verdad, algunos avances pero muy teóricos. Por ejemplo, ha habido universitarios brillantes que han hecho un trabajo de “limpieza” muy interesante: se puede citar a Abdelmajid Charfi, Mohammed Charfi y Yadh ben Achour. Ellos han estudiado el islam desde un punto de vista modernista, pero ese trabajo se ha quedado elitista. En conclusión, yo no soy de los que dicen que el Islam es incompatible con la democracia. Creo que es un error creerlo. Pero esto supone que se haga la separación entre el Estado como institución nacional y cualquier forma de creencia. Y esto es una forma de laicidad. Esta posición no es contra el islam, eso sería más que la intolerancia. Por otra parte ser laico no quiere decir estar contra las religiones, quiere decir querer que las religiones coexistan en una misma nación. El Estado tiene que garantizar la libertad de pensamiento y de creencia…
¿Dónde sitúa Usted el peligro posible, finalmente?
Que un partido se proclame de una creencia religiosa cualquiera que sea, para mí esto es muy perjudicial para la sociedad puesto que, en ese caso, las leyes, los valores civiles, no serán concebidos como siendo del dominio del derecho positivo, producidos en el seno del parlamento a través de un debate en el que todo el mundo puede participar… Y la libertad de creencias incluye los que no creen. En ese caso hasta limite un pensamiento islamista o bien otro de ese tipo pueda garantizar eso, no lo sé. Tengo algunas sospechas en relación con los que, actualmente proclaman que son partidarios de la libertad de expresión, la igualdad total entre los sexos, la tolerancia absoluta. Tengo dudas… En-Nahdha adopta el modelo turco diciendo: mirad ese modelo ¡ha funcionado! Pero en Turquía ha existido la laicidad y el Ejército garantiza esa laicidad. ¿Estamos en ese caso en Túnez? Hay que continuar a quedar abiertos, ver lo que la situación da, pero los demócratas y la sociedad civil deben quedar también vigilantes para velar, al menos, a que el islamismo no se endurezca. Hay muchos juegos de palabras alrededor de esto porque un partido como En-Nahdha no se presenta como un partido político, se presenta como un partido civil. Esto es en sí una contradicción porque un partido no puede ser más que político. En-Nahdha es un partido civil que se “inspira de los principios de la santa religión”. Un partido así comporta enormemente dos problemas: la noción de secularización y la de sociedad religiosa son contradictorias. Porque una tiene como credo la sociedad misma, constituida de individuos libres e iguales en derechos, que representan el origen de la soberanía, mientras que en toda política de inspiración divina o religiosa, la soberanía en última instancia, no es la soberanía del pueblo, ni la de los individuos, es de derecho divino…¿Cómo van a arreglarse todas estas cosas? Yo no reprocho, sin embargo, al pueblo el haber hecho esa elección. El pueblo tiene derecho a escoger según su voluntad… pero hay un punto que aún hay que discutir, es la confusión magistral que hay en Túnez según la cual, a partir del momento que se han ganado unas elecciones, se es ipso facto demócrata, ganar unas elecciones democráticamente, sin fraudes, es la sola garantía de la democracia. Se confunde democracia con aritmética…. Ahora bien, Aristóteles lo decía ya, la democracia no se confunde nunca con el número. La democracia moderna, al menos, no existe más que cuando hay respeto escrupuloso de los principios de los derechos humanos en general: libertad del individuo, libertad del individuo de ser miembro en las asociaciones o partidos que desee, de abandonarlos cuando quiere, libertad de estar en el origen del poder; ese origen está unido a la igualdad de los ciudadanos, miembros fundadores de la sociedad y no miembros de una tribu o adeptos de una religión. Mientras existen las confusiones, estamos lejos de la constitución del Estado-nación.
Entrevista realizada por Raouf Seddik.
Publicada en La Presse Hors-série, de enero de 2011.
Traducida para fundación Sur por Inmaculada Estremera, mnsda.
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