Entre el optimismo y la incertidumbre un año después del nuevo acuerdo entre Etiopía y Eritrea

18/07/2019 | Crónicas y reportajes

captura_de_pantalla_2019-07-09_a_las_14.10.15.pngGebreselassie Woldeabzigi, un etíope de 72 años, huyó de su ciudad natal de Badme, una ciudad fronteriza de 2.000 habitantes, en mayo de 1998. Fue el comienzo de una guerra de dos años entre Etiopía y Eritrea que causó la muerte de unas 70.000 personas de ambos bandos. El conflicto terminó después de que los dos países firmaran un acuerdo de paz en Argel en diciembre de 2000. Las llanuras arenosas de Badme y sus alrededores fueron escenario de una guerra de trincheras que causó la muerte de miles de soldados y, a pesar del acuerdo de paz de diciembre de 2000, los brotes de violencia entre los dos ejércitos continuaron durante años.

La ciudad de Badme, actualmente controlada por Etiopía pero reclamada por su vecino del norte, Eritrea, fue considerada el principal símbolo del amargo enfrentamiento en el que se encontraban los dos países de África Oriental hasta julio del año pasado, cuando el presidente de Eritrea, Isaias Afwerki, y el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, firmaron un nuevo acuerdo de paz.

Gebreselassie, cuya esposa murió durante el conflicto, dice que aunque está contento de que se hayan dejado las armas, le preocupa tener que huir de su casa por segunda vez. “Estoy contento de que los amigos perdidos hayan podido encontrarse después de 20 años de separación, pero no estaré contento si me piden que renuncie a Badme», y continuó: “he oído rumores de que el gobierno etíope ha accedido a renunciar a Badme. Si eso sucede, temo que se repita el desplazamiento que sufrí en mayo de 1998″. Situada al borde de una franja triangular de tierra etíope y rodeada de Eritrea, Badme es una ciudad que parece estar suspendida entre la promesa de un acuerdo de paz y la incertidumbre.

“Nuestra cultura es la misma, nuestros rostros son los mismos, nuestro idioma es el mismo. Los gobiernos de Etiopía y Eritrea deberían llevar sus acuerdos al pueblo y crear una reconciliación sobre el terreno”, reclama el etíope.

En los últimos años, se ha visto el auge de los negocios de la minería artesanal de oro, la ganadería y el cultivo de sésamo y sorgo para los consumidores nacionales e internacionales. Pero los recuerdos de su pasado sangriento y su futuro incierto son constantes. En la entrada de Badme se puede ver un monumento en memoria de los soldados etíopes caídos, pero no hay ningún camino pavimentado que conduzca a la ciudad ni ninguna sucursal de las instituciones financieras etíopes que podrían aprovechar la creciente actividad económica de la ciudad.

“Soldados de toda Etiopía han muerto defendiendo esta tierra, la reconciliación entre los dos países es algo bueno, pero no debería ocurrir a costa de que cedamos Badme a Eritrea”, expresó Gebreselassie. Aunque todavía no se han abierto los puestos fronterizos, los residentes de Badme y de la vecina ciudad eritrea de Shembeqo se desplazan con relativa libertad y se ha reducido la fuerte presencia militar en la zona.

Para alivio de sus residentes etíopes, Badme se ha convertido, en el mejor de los casos, en una idea de última hora. Meron Estefanos, un activista de derechos humanos eritreo, dice que Badme es un símbolo de un conflicto más amplio. “La razón fundamental de la guerra entre Etiopía y Eritrea es la competencia de intereses económicos y la animosidad personal entre el partido gobernante de Eritrea, el Frente de Liberación del Pueblo Eritreo (EPLF), y el antiguo partido miembro dominante del EPRDF (Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope), el Frente de Liberación del Pueblo Tigray (TPLF), y sus dirigentes”. A nivel personal, añadió, “el acuerdo de paz me ha permitido conocer a mi madre después de 15 años y a mi hermano tras 19”.

El TPLF y el EPLF lucharon juntos durante 17 años hasta conseguir el derrocamiento del gobierno militar etíope de Mengistu Hailemariam en mayo de 1991. El gobierno etíope, dirigido por el EPRDF y dominado por el TPLF, fue el primero en reconocer la independencia de Eritrea en 1993, tras un referéndum en el que la mayoría de los eritreos votaron a favor de la separación de Etiopía.

El TPLF había declarado que luchaba por la creación de una Etiopía federal que sustituyera al Estado unitario del pasado y no por la independencia absoluta de su región natal, Tigray. “La frontera es solo un precedente para una compleja organización económica y una lucha interna personal, razón por la cual, a pesar de un acuerdo de paz, hay asuntos sin resolver entre los dos países”, explicó Estefanos.

A pesar de las grandes esperanzas iniciales, los cuatro cruces fronterizos que se encontraban abiertos entre Etiopía y Eritrea han sido cerrados desde el lado eritreo sin ninguna explicación. Si bien Eritrea ha guardado silencio sobre la cuestión, el primer ministro etíope Abiy se refirió a la necesidad de “armonizar las cuestiones aduaneras comerciales”y a “la no devolución de los exiliados eritreos» como principales motivos de estos cierres.

Después de la guerra fronteriza de 1998-2000, la economía etíope creció, mientras que en Eritrea ésta se estancó a raíz de la iniciativa del gobierno de desviar recursos y capital humano para luchar contra una posible invasión de su vecino. Aunque Etiopía se ha embarcado en la liberalización política desde que Ahmed llegó al poder en abril de 2018, Eritrea sigue siendo un Estado cerrado y monopartidista. La falta de libertades políticas de Eritrea y su mediocre economía han llevado a decenas de miles de eritreos a huir a Etiopía en los últimos meses.

Abebe Aynete, investigador principal de la organización Ethiopia Foreign Relations Strategic Studies (EFRSS), hace referencia a la participación de los países del Golfo: “Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos han estado alquilando el puerto eritreo de Assab desde 2015, en parte para utilizarlo en su guerra a través del Mar Rojo en Yemen”. En este sentido, Etiopía consideraba que estos dos países eran un medio para mejorar sus vínculos con Eritrea.

Los saudíes están tratando de diversificar su economía para incluir un sector agrícola sustancial, mientras que los emiratíes están interesados en invertir en puertos de la región del Cuerno de África. “Etiopía tiene muchas tierras cultivables y una inversión de los EAU en puertos de Eritrea y otras partes del Cuerno de África puede tener un cliente clave en una Etiopía que carece de salida al mar”, señaló Aynete.

Fuente: AlJazeera

[Traducción y edición: Álvaro García López]

[Fundación Sur]


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