En torno al asesinato de Patrice Lumumba, por Ramón Arozarena

11/04/2013 | Bitácora africana

El asesinato, y las circunstancias del mismo, de Patrice Lumumba, héroe de la independencia del Congo, el 17 de enero de 1961, vuelven a estar de actualidad. Un Lord británico, Dawid Edward Lea, ha revelado en London Review of Books que la ex-primera secretaria de la embajada británica en Léopolville (hoy Kinshasa) de 1959 a 1961 y agente del servicio de inteligencia M16, Daphne Park, con la que conversó tomando una taza de té, le dijo: “Tuvimos algo que ver con el secuestro de Patrice Lumumba. Yo lo organicé ». Esta revelación que implica en el crimen a los servicios secretos británicos ha vuelto a ocupar páginas en los medios, aportando a la vez datos y complejidad a un episodio trágico y origen de múltiples tragedias en el Congo. Las circunstancias del asesinato, presentado con frecuencia como resultado de enfrentamientos inter-congoleños, no se han aclarado nunca y su cuerpo no ha sido encontrado. En mayo de 2.000, tras la publicación de un libro que acusaba directamente a Bruselas de tener “la mayor responsabilidad” en el asesinato de Lumumba, se creó una comisión parlamentaria belga para investigar las posibles responsabilidades de Bélgica. La investigación parlamentaria concluyó que Bélgica tenía « una responsabilidad moral », por lo que presentó sus excusas al Congo.

Muchos analistas consideran que el discurso que Patrice Emery Lumumba, Primer Ministro congoleño, pronunció ante el rey Balduino, el 30 de junio de 1960, en la proclamación de la independencia del Congo, constituyó, además de ser resentido como una afrenta a Bélgica y al colonialismo, el primer paso que conduciría a la sentencia de muerte que cayó sobre él. Estas son algunas de las frases polémicas: “Ningún congoleño podrá olvidar que ha sido por medio de la lucha como la hemos conquistado (la independencia); (…) una lucha en la que no hemos ahorrado fuerzas, privaciones, sufrimientos y sangre. Una lucha de lágrimas, fuego y sangre, de la que nos sentimos orgullosos, ya que ha sido una lucha noble y justa; una lucha indispensable para poner fin a la humillante esclavitud que se nos había impuesto por la fuerza. Ese fue nuestro destino durante 80 años de régimen colonial, por lo que nuestras heridas son todavía demasiado frescas y dolorosas como para que podamos expulsarlas de nuestra memoria. Hemos conocido un trabajo agotador a cambio de salarios que no nos permitían comer ni vestir ni alojarnos decentemente, ni educar a nuestros hijos. Hemos conocido sarcasmos, insultos, golpes, mañana tarde y noche, porque éramos negros. Hemos visto que nuestras tierras eran expoliadas en nombre de textos pretendidamente legales que no hacían sino reconocer el derecho del más fuerte. Hemos conocido que la ley no era la misma según se fuera blanco o negro: era complaciente para unos (los blancos), cruel e inhumana para otros (los negros). Hemos padecido sufrimientos atroces. (…) ¿Quién olvidará los fusilamientos en los que perecieron tantos hermanos nuestros, los calabozos a los que fueron arrojados brutalmente quienes rechazaban la opresión y la explotación? (…) Pero, todo eso, hermanos, todo cuanto hemos sufrido en nuestro cuerpo y en nuestro corazón por parte de la opresión colonialista, todo eso se ha terminado. (…) Nuestro querido país está en nuestras manos y juntos vamos a comenzar una nueva lucha sublime que nos llevará a la paz, prosperidad y grandeza. (…) Mostraremos al mundo lo que puede hacer el hombre negro cuando trabaja en libertad”.

Tras la solemne proclamación de la independencia, los acontecimientos se van a suceder con gran rapidez y hasta precipitación: disturbios en el ejército, intervención de militares belgas y ocupación de la ciudad Elisabethville (hoy Lubumbashi) capital de Katanga, el 10 de julio, para proteger la población belga amenazada; secesión de Katanga alentada por intereses belgas y dirigida por Moïse Tshombe. El 12 de julio, Kasavubu y Lumumba solicitaron la protección de la ONU frente a la agresión belga y ante la insatisfactoria respuesta rompieron con Bruselas, a la vez que tomaron contacto con Moscú: “podríamos vernos obligados a solicitar intervención de la unión soviética si campo occidental no pone fin a acto de agresión contra soberanía república del congo stop”. Este telegrama, que al parecer fue conocido por la CIA incluso antes de ser enviado, generó gran nerviosismo y puso al Congo en el centro de la guerra fría: de ningún modo debía caer en la esfera soviética.

El 8 de agosto, Albert Kalonji proclamó la independencia del Kasaï-sur. Kasavubu y Lumumba, presidente y primer ministro, perdían el control de la cuarta parte (Katanga y Kasaï) del territorio congoleño. El 5 de septiembre, Kasavubu cedió a las presiones occidentales y destituyó, en una interpretación discutida de la Constitución, como primer ministro a Lumumba y nombró en su puesto a Joseph Ileo. El 13, el Parlamento rechazó a Ileo y renovó su confianza a Lumumba. El 15, el coronel Mobutu, jefe de estado-mayor del ejército (y antiguo secretario de Lumumba) “puso orden” en el caos institucional. Kasavubu siguió en su puesto de Presidente, pero solo para las ceremonias y Lumumba quedó recluido y vigilado en su residencia. La finalidad de este primer golpe de Estado de Mobutu, apoyado por la CIA, según David Van Reybrouck (“Congo, une histoire”, Actes Sud 2012, pag..329) fue la siguiente: “Un regreso de Lumumba a la escena política debía ser evitado a cualquier precio, incluso por la fuerza si fuera necesario. Dos militares, bajo la protección del ministro belga de asuntos africanos, Harold d’Aspremont Lynden, hicieron preparativos para secuestrarlo o asesinarlo. Paralelamente, el presidente norteamericano Eisenhower encargó personalmente a la CIA que liquidara físicamente a Lumumba. Al más puro estilo de James Bond, se trataba de envenenar al primer ministro congoleño por medio de una pasta dentífrica muy tóxica”.

El 10 de octubre Mobutu envió 200 soldados a casa de Lumumba para que lo detuvieran y llevaran a prisión; no lo lograron porque lo impidió un contingente de cascos azules ganeanos. Lumumba estaba aislado y su viceprimer ministro, Antoine Gizenga instaló lo que quedaba de su gobierno en Stanleyville (hoy Kisangani). Kasavubu y Mobutu recibieron el apoyo incondicional de los EE.UU.y el 22 de noviembre la ONU (53 votos contra 24) reconoció su legitimidad al frente del Congo. Lumumba logró escapar de Léopoldville y trató de alcanzar Stanleyville para unirse con Gizenga. Los soldados de Mobutu lo detuvieron el 1 de diciembre y el 17 a la tarde fue trasladado a Elisabethville (Katanga), por consejo de las autoridades belgas y tras aceptación de Moïse Tshombe. Durante el traslado en avión, Lumumba y dos de sus compañeros fueron golpeados y torturados; fueron instalados en un chalé vacío, vigilado por la policía al mando de oficiales belgas, cercano al aeropuerto, donde fueron de nuevo torturados. La decisión de matar a Lumumba fue tomada en una reunión de Tshombe con varios de sus ministros katangueños.

David Van Reybrouck relata así el asesinato de Lumumba: “Tras la reunión ministerial, los prisioneros fueron cargados en la parte trasera de un vehículo que partió acompañado por otros coches y por dos jeeps militares. Era ya de noche. (…) Después de tres cuartos de hora de ruta, los vehículos abandonaron la carretera principal. En la sabana boscosa apareció una fosa no muy profunda recientemente cavada. Estaban presentes policías y gendarmes, pero también señores trajeados como Tshombe y varios ministros. Cuatro belgas participaron en la ejecución. (…) Los tres prisioneros fueron conducidos al borde de la fosa. Sólo habían pasado 5 horas desde que estaban en Katanga. Habían sido machacados a golpes y torturados. Unos metros más lejos esperaba el pelotón de ejecución: cuatro soldados voluntarios katangueños. Tres veces resonó en la noche una salva ensordecedora. Lumumba fue el último en ser ejecutado. A las 21h 43, el cuerpo del primer ministro, el primero elegido democráticamente, basculaba a la fosa” (o.c. p.333).

La muerte de Lumumba se mantuvo en secreto durante mucho tiempo. Se eliminaron los rastros (los cadáveres habrían sido descuartizados y los restos arrojados a un bidón de ácido sulfúrico). Cuando se conoció, el asesinato causó estupor e indignación que se expresó en manifestaciones en muchas ciudades (mientras Moscú daba a una universidad su nombre, en occidente “Lumumba” fue el nombre de un popular combinado a base de leche chocolatada y brandy). Patrice Lumumba.se convirtió inmediatamente en un héroe y mártir venerado de la descolonización.

Autor

  • Arozarena, Ramón

    Catedrático de Francés, jubilado.

    Cooperante con su mujer en Ruanda, como profesores de la Escuela Normal de Rwaza, de 1969 a 1973.

    Coordinador de la red de escuelas primarias en los campos de refugiados ruandeses de Goma (Mugunga, Kibumba, Kahindo y Katale), en 1995, con un programa de Caritas Internacional.

    Observador – integrado en las organizaciones de la sociedad civil congoleña – de las elecciones presidenciales y legislativas de la República Democrática del Congo, en Bukavu y en Bunia, en julio y octubre de 2006.

    Socio de las ONGDs Nakupenda-Áfrika, Medicus Mundi Navarra y colaborador de los Comités de Solidaridad con África Negra (UMOYA).

    Ha traducido al castellano varios libros relativos a la situación en Ruanda.

    Ha escrito y/o traducido para CIDAF (Ahora Fundación Sur) algunos cuadernos monográficos sobre los países de la región de los Grandes Lagos.

    Parlamentario por Euskadiko Ezkerra, entre 1987-1991, en el Parlamento de Navarra.

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