«Antes, en esta misma época, se importaba el grano desde Burundi, pero los burundeses dicen que ya no quieren que sus productos vayan al enemigo», se lamenta Evariste Ndikumana, un mayorista ruandés en la frontera de Akanyaru, en el lado ruandés.
Esta pequeña ciudad situada en la RN19, una de las dos vías principales que unen Ruanda con Burundi, ha visto decaer su bulliciosa actividad, bajo los efectos combinados de las las relaciones entre los dos países y las consecuencias económicas de la crisis política en Bujumbura. Bajo un toldo, sentados en un muro bajo, los comerciantes y los vendedores de recargas telefónicas se aburren. Los cafés están casi vacíos, al igual que el flamante nuevo mercado cubierto.
En cuanto a la afluencia habitual de viajeros en las oficinas de inmigración y al va y viene incesante de coches, autobuses y camiones de mercancías, pertenecen ya a un pasado reciente. «Desde que hay problemas políticos entre los países, nosotros, el pueblo, nos vemos afectados cuando ni siquiera entendemos las razones de estos problemas», declara Pierre Sibomana, un comerciante de Ruanda Akanyaru (al sur).
Acusaciones mutuas
Desde el inicio de la crisis en Burundi en abril de 2015, desencadenada por la voluntad del Presidente Pierre Nkurunziza de presentarse a un tercer mandato polémico, los intercambios económicos, con la vecina Ruanda se desaceleraron bruscamente.
Como consecuencia la situación en Burundi ha afectado en gran medida a la economía del país, pero también ha desencadenado una crisis diplomática con Ruanda: Bujumbura acusa a Kigali de apoyar a los rebeldes que buscan derrocar al presidente Nkurunziza, hecho que las autoridades de Ruanda niegan.
A mediados de agosto, Pascal Nyabenda, que dirigía entonces el partido en el poder en Burundi (CNDD-FDD), llegó a sugerir que el genocidio de los tutsis en Ruanda en 1994, fue un montaje de la comunidad internacional. Por su parte, Kigali acusa al poder burundés de connivencia con las FDLR, un grupo rebelde hutu con sede en la República Democrática del Congo desde el final del genocidio ruandés.
El último episodio de esta Guerra Fría en el corazón de los Grandes Lagos, Bujumbura decidió a finales de julio suspender sus exportaciones de alimentos a los países vecinos, entre ellos Ruanda. Oficialmente, Burundi dijo hacerlo por su preocupación por la escasez debido a la sequía.
Durante el proceso, los autobuses de pasajeros fueron prohibidos para cruzar la frontera, la policía de Burundi destaca que por razones de seguridad.
En teoría, los productos de Ruanda todavía podrían exportarse a Burundi, pero a costa de muchas dificultades, lo que ha retraído a más de un comerciante.
«En Burundi, si se dan cuenta de que eres de Ruanda, te insultan», declaraba una vendedora de té de 47 años que dijo que prefería hablar en kiswahili lengua utilizada en varios países la región, en lugar de en kinyarwanda, el idioma local de Ruanda, con tal de ocultar su identidad cuando está en Burundi.
Además, «cuando traigo el té de Ruanda me hacen pagar sobornos porque dicen que hay suficiente té en Burundi», cuenta una vez pasada la frontera por miedo a las represalias.
Desde el inicio de la crisis, muchos ruandeses acusados de ser «infiltrados» han sido arrestados y detenidos.
Según François Kanimba, Ministro de Comercio de Ruanda, en declaraciones a la prensa a principios de agosto, el volumen de las exportaciones de Ruanda a Burundi se redujo en un 40% en el año fiscal 2014-2015.
Ruanda importa sobretodo frutas y hortalizas procedentes de Burundi, consideradas más baratas, así como el aceite de palma y los «ndagara», pequeños peces del lago Tanganica. Debido a la disminución de la oferta y a los productos importados ilegalmente, los precios de algunos productos básicos han aumentado e incluso, a veces se han duplicado en el mercado, de acuerdo con los comerciantes de Kigali.
Las autoridades ruandesas consideran ilegales las recientes decisiones de Burundi argumentando que violan el protocolo del mercado común de la Comunidad de los Estados del África Oriental (CAO), asegurando que sus efectos negativos son mucho más notorios en Burundi que Ruanda.
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