En favor de los burros, por Ramón Echeverría

5/03/2024 | Bitácora africana, Crónicas y reportajes

Del Quijote que leímos en Primaria, en versión muy abreviada, me cayó simpático “el rucio” del buen Sancho Panza. De adolescente leí “Platero y yo”, cuando Juan Ramón Jiménez ganó el Nóbel: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos…”. Ya adulto (aunque nunca lo somos del todo) tuve la suerte de conocer en Túnez a Jean Fontaine, compañero padre blanco. Los universitarios utilizan todavía hoy sus libros y artículos sobre la literatura tunecina, y sus admiradores leen “Itinéraire dans le pays de l’autre”, especie de autobiografía personal sobre su integración espiritual en la sociedad local. En otra clave, aunque siempre relacionado con la realidad tunecina, Jean, que reunió poco a poco una magnífica colección de estatuillas, imágenes, fotografías y libros sobre burros, escribió “La blessure de l’âne” (La herida del asno). En él recogía y comentaba historias de burros, entre otros la de la burra de Balaam, que aparece en el libro bíblico “Números”, y la del asno del profeta Mohamed, Burak, que, según la tradición islámica, es un fantástico corcel venido del paraíso para el servicio de los profetas. Dado pues mi interés por los burros he pasado estas últimas semanas pendiente de lo que los dirigentes africanos reunidos en Addis Abeba iban a decidir sobre los burros del continente. Pude leerlo el lunes 19 de febrero en las noticias de la BBC: “La Unión Africana prohíbe el comercio brutal de pieles de burro”.

Las crónicas chinas cuentan que, en 1723, en el condado de Domg’e, a unos 500 km. al sur de Beijing, había un pozo que sólo se abría cuando se tomaba agua para preparar ejiao para la corte del emperador. “Ejiao” es una medicina tradicional china elaborada a partir de la gelatina obtenida de la piel de burro. Se utiliza para combatir mareos, tos seca, insomnios, sangrado, y como potenciador sexual cuando se la combina con determinadas hierbas. A finales del siglo XX, el ejiao, utilizado hasta entonces por las élites, se convirtió en un “lujo popular” (a 783 dólares el kilo en 2020). Y la utilización de pieles de burro aumentó exponencialmente. Según el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales chino, el número de burros en el país se desplomó de 11 millones en 1990 a poco menos de dos millones en 2021. Las empresas chinas tuvieron que buscar suministros de piel de burro en el extranjero. Y se establecieron mataderos de burros en varios países de África, América del Sur y Asia.

Se calcula que en 2020 África albergaba alrededor de dos tercios de los 53 millones de burros que había en el mundo. Pero también que ya entre octubre de 2015 y enero de 2016, había aumentado considerablemente la exportación a China de sus pieles, unas 19 toneladas, por ejemplo, sólo desde Burkina, según ADF (Africa Defense Forum). En un buen artículo de El País (7 de octubre de 2016), Macarena Vidal señalaba que en esos años Níger había triplicado sus exportaciones de pieles, de 27.000 a 80.000, según “The Donkey Sanctuary”, que notaba que en esa misma época una empresa china en Malí sacrificaba 300 burros al día. A la exportación de sus pieles se atribuye el que el número de burros pasara en Sudáfrica de 210.000 en 1996 a unos 146.000 en 2019.

Ya en 2016 eran numerosos los países africanos que constataban que la exportación de pieles de burro, un buen negocio en sus inicios, se había hecho perjudicial e insostenible; que, en África, el burro estaba en peligro de extinción; y que, como consecuencia, estaban aumentando el robo de burros y las exportaciones ilegales a través de terceros países, con graves consecuencias para las poblaciones más desfavorecidas. Precisamente, el pasado 6 de febrero, en The Conversation, Lauren Johnston, investigadora del South African Institute of International Affairs, subrayaba la importancia del burro especialmente en el medio rural. Los burros son uno de los medios más sencillos, sostenibles y asequibles para transportar personas, mercancías, agua y productos agrícolas. Incluso en entornos hostiles los burros pueden viajar largas distancias sin mostrar signos de fatiga. Lauren Johnston estima que los burros sustentan a unos 158 millones de personas en África. Y que, en las zonas rurales, la presencia de un burro en el hogar ayuda a aliviar la pobreza y libera a las mujeres y las niñas de la monotonía doméstica.

Perjudicial pues e insostenible, pero que no se consigue controlar. Tanzania, por ejemplo, intentó crear una industria y un comercio regulado de burros. Lo prohibieron en 2022 porque la oferta legal no podía seguir el ritmo de la demanda, ya que durante su vida una burra suele producir muy pocos potros. Ya en 2016 Burkina y Níger prohibieron la exportación de pieles. Le siguieron Botsuana, Malí y Senegal. Sudáfrica limitó y reguló su comercio, estableció cuotas y controló los mataderos, pero aumentaron el robo de burros, el comercio clandestino y la matanza en mataderos ilegales (a veces en Lesoto). Kenia legalizó el comercio de carne y piel de burro en 2012, y en 2016 tenía autorizados cuatro mataderos de burros. Pero un informe de la Organización de Agricultura y Ganado de Kenia (KARLO) concluyó que el ritmo de matanzas era tal que los burros podrían desaparecer de Kenia en 2023. El gobierno reaccionó prohibiendo en 2020 las exportaciones de carne y pieles de burro. Sin embargo, los exportadores de burros de Kenia llevaron su caso al Tribunal Superior de Kenia en junio de 2020 y ganaron. De ahí la importancia de la decisión tomada por la “Unión Africana” el 18 de febrero en la 37ª Cumbre de la Unión Africana celebrada en Etiopía. El acuerdo debería proteger a los 33 millones de burros del continente de ser robados, traficados y sacrificados. Y también protegerá a decenas de miles de comunidades en toda África que dependen de los burros para su bienestar y sustento.

Pero del dicho al hecho hay un trecho. La decisión de la UA no va cambiar la utilización del ejiao en la medicina tradicional china, ni disminuir el comercio clandestino, ni bajar las ganancias de los vendedores furtivos. A no ser que, ahora que China se interesa tanto por lo que sucede en África, los políticos africanos puedan presionar a las autoridades de Beijing, algo muy poco probable.

Ramón Echeverría

Enlace relacionado:

La Otra Cara de África, 23-02-17: Decenas de miles de burros son sacrificados clandestinamente en varios países de África (Malí, Níger, Burkina Faso, Sudáfrica, Botsuana y Zimbabue) con el único objeto de conseguir la piel para ser exportada de forma masiva e ilegal al lejano Oriente debido a que es considerada la base de un remedio tradicional chino muy extendido en el país asiático.

– Más Voces (febrero 2017): Decenas de miles de burros sacrificados en países africanos para la exportación de la piel a China.

 

Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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