En Argelia “tenemos varios partidos políticos, pero no tenemos un proyecto político”, Wassyla Tamzali

11/04/2012 | Opinión

Contribución (continuación de Intelectuales del Magreb: entre la cólera y el rencor)

Hay días que cuentan más que otros. Este en particular, el 19 de junio de 2008, por la mañana, alrededor de un café muy fuerte, se anunció el nacimiento de una nueva revista. ESTA, Un nacimiento es siempre algo alegre. ¡Acordaos del nacimiento de Argelia! ¡Qué euforia! Nosotros, vosotras y vosotros, yo y tantos otros, íbamos a existir por fin, a entrar en la historia. ¡Los niños del año 1! Nos habíamos encontrado a miles, a cientos, en la línea de partida, los cuerpos tensos por el esfuerzo de la carrera, fijando el horizonte sin pestañear. Habíamos dejado de lado nuestras pequeñas historias, habíamos salido de la soledad. Todas nuestras jornadas eran seguidas de puntos de exclamación; y de aclamaciones ruidosas y colectivas. Los héroes eran numerosos y estábamos “juntos” para aclamarlos. Cuanto más les adorábamos, más cerca estábamos los unos de los otros. No sabíamos nada de los puntos de interrogación, de los puntos suspensivos… Nuestros pensamientos eran firmes y determinados. Íbamos a construir un país con el vocabulario de la Revolución universal. Habíamos enterrado de prisa a nuestros muertos y nos habíamos consagrado al presente. Todo era objeto de debate, íbamos a rehacer el mundo. No teníamos más que un partido único, pero sólo era político y revolucionario, incluso el mal café que tomábamos en el Novelty, enfrente de la sede del partido que dominaba la plaza del Emir Abdelhader, sede cerrada sobre sí misma, la ciudadela inexpugnable del poder. ¡Qué importa! ¡La vida nos pertenecía!

Hoy, un fast food reemplaza el Novelty. Tenemos varios partidos, pero no tenemos proyecto político; nuestro entusiasmo se ha transformado en cinismo “no nos engañarán más, todos son ladrones”. Nuestras aclamaciones son ahora insultos. Nuestras esperanzas, angustias, la del mañana. Nuestros debates no son más que disputas. Todo es objeto de querellas, de exclusión, de ex comunicación: las mujeres, la religión, la identidad, la literatura… también. Perseguimos incluso en los pliegues de la imaginación los que pretenden escapar al marasmo general con la escritura. ¿Podemos encontrar en ejercicio aún la única herencia de este periodo infantil: el comisario del pueblo. Lo hacemos tan fuerte, tan alto que corren rumores de censura. Rumores falsos, ya que encontramos, estupefactos, en los escaparates los libros que habíamos creído asesinar. Nuestros héroes destituidos muestran ilusiones rotas, nuestros amigos dispensados, nos hundimos en una gran soledad, pero ¿qué otra cosa podemos hacer?

Continuamos la jornada con una visita al MAMA. Un museo de arte moderno que va en dirección contraria a las reconstituciones dudosas de los “tradicional” ¿Qué es una cultura, si no es moderna? ¿Si no es la que nos conduce resueltamente hacia lo que no se sabe?. La cultura es lo que me permite ser lo que no soy. ¡El MAMA! Qué hallazgo el de esa sigla, y qué bello edificio tan blanco que parece ingrávido, invitar al despegue, abierto a la calle, insinuándose al comprador, enfrente de la cinemateca, tan cerca que no podía retrasarse más su renovación. ¡Qué exposición! “Los pintores internacionales y la guerra de Argelia” ¡Qué programa! (Los puntos de admiración vuelven) Qué emoción ante este impulso de solidaridad vivido en nuestra lucha. Compromiso, valor, riesgo, asumidos por esos hombres y esas mujeres nacidos lejos de nuestro país y también el talento, la inteligencia y las ideas generosas: la fraternidad, la igualdad, la libertad. Cuadros, libros, poesías, manifiestos y cartas y testimonios de días pasados en prisión, de persecuciones y de tortura. La lista de los justos es larga. Mireille Miailhe, Boris Tasiltzky, Crémoni, Erro, Picasso, Matta y su testimonio sobre la tortura de una fuerza tal que resulta insoportable. André Masson, Jean-Michel Atlan, de Constantina. Jean de Maisonseul y sus cuadros que hablan mejor que mil documentos escritos de la soledad en prisión y de la fascinación de los primeros días de libertad. La pintura sabe condicionarnos más allá de donde las palabras se paran, y tantos otros. Muchos franceses, casi todos de fuera, franceses o residentes en Francia. Italianos. ¡Luigi Nono y su ópera “Insurrezione”! ¿Quién la ha oído? Yo, no. ¿qué responsable de la cultura de nuestro país, durante estos 46 años de independencia ha pensado en montar esta ópera?

Y sobre todo, me decía yo con inquietud, ¿se ha pensado en llevar a los niños de las escuelas a ver esta página brillante y emocionante de su historia? ¿La han visto los pequeños argelinos? Si la hubieran visto, habrían sabido que los occidentales no son diablos todos, al menos no todos lo son.

En un escaparate el libro de Gisèle Halimi, Simone de Beauvoir, sobre Djamila Boupacha, encima el retrato de Djamila pintado por Picasso. Los ojos de Djamila no nos dejan respiro, devoran el rostro de la joven y siguen interrogándonos sobre el sentido de la justicia y de la libertad. Por tanto ¡Una cita con el pasado es posible siempre! Un gran ausente, el cuadro de Matta sobre la tortura infligida a Djamila que ilustra el libro. Los procedimientos administrativos de la organización de la exposición han desanimado a los herederos. Pero hay un Matta, el que fue ofrecido a Argelia por el pintor. Está en un estado lamentable, está tan descascarillado que en un sitio se ve la trama de la tela -como le ocurre a nuestra historia- en un cierto sentido. Hubiera valido más que los herederos no hubieran venido.

Simone de Beauvoir y Djamila Boupacha, toda nuestra historia de “mujer argelina” está contenida en este encuentro ¡qué lejos parece todo esto ahora! Lejos y anacrónico ¿cómo unir otra vez los hilos rotos por el tiempo? ¿Cómo reanudar el curso de nuestra historia? Simone de Beauvoir que lanzó la revolución feminista, tan querida por nosotras, y Djamila que personalizó la revolución argelina. Nuestra historia no se parece a ninguna otra, esta historia que nos quieren arrancar y obligarnos a la amnesia. Pero existe el MAMA, en el que la feminidad, con un largo rodeo, es un homenaje a esta historia distinta a todas las otras, la historia de la mujer argelina. Nadie podrá pararla, Todos los ríos van a parar al mar. Nadie podrá impedir que volvamos a la modernidad de los años de la guerra, cuando marchábamos de acuerdo con los artistas y los poetas del mundo entero. La historia de esta solidaridad no ha terminado. La exposición no dice explícitamente nada sobre la fidelidad de estos artistas, nada tampoco sobre los esfuerzos hechos por ellos para que la exposición exista. Cada cuadro, cada objeto es una larga historia de amor que me cuenta Annissa Bouhayed, la comisaria de la exposición, y que yo escucho ávidamente. Todos han cumplido un deber de memoria a pesar de los obstáculos administrativos. Y no únicamente para nosotros, colonizados. Pero escuchándola pensaba intensamente en la Argelia de hoy y en estos cuadros, estos testimonios que había visto unas horas antes.

Después, por la tarde, en el hotel El Djazaïr, una conferencia “Humanismo y descolonialismo”, pronunciada por Hela Beji, autora de “El desencanto nacional”, que releer con urgencia. Esta vez presentaba su último libro “Nosotros, descolonizados”. Ella dio para nuestra reflexión esta bella idea, que hago mía, y que la exposición del MAMA ilustra tan bien: la descolonización es la última etapa del humanismo y la realización universal de los principios las luces; nosotros los descolonizados estamos unidos por la promesa de realizar su mensaje. Deberíamos ser los últimos humanistas, los últimos “iluminados”, pero –dice ella- “nos han traicionado”, rechazando hasta la muerte el racismo, la ausencia de libertad y la injusticia del colonialismo, los hemos instalado en el centro de nuestro presente.

Sin el anuncio del nacimiento de esta revista, de la visita al MAMA, con la mirada de Djamila pintada por Picasso todavía viva en mí, el himno de Maisonseul a la belleza contra la que la represión en Argelia no ha podido atentar, sin todo esto, no hubiera tenido sin duda la fuerza de reafirmar esta idea: descolonizándonos deseábamos continuar la aventura humana, una idea expresada en forma de pregunta “¿Hemos traicionado o nos han traicionado?”.

De Wassyla Tanzali

Rachid Mokhtari

Publicado en Free Algerie, en diciembre de 2011.

Traducido para Fundación Sur por Inmaculada Estremera, mnsda.

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