Esta tarde he estado releyendo el llamado «Informe de la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle de los Caídos». Se redactó en 2011 como consecuencia de la ley 52/2007 de 26 del XII en la que se señala que el Valle no puede ser destruído, ni desacralizada su Basílica, ni puede tampoco ser soporte de propaganda política, y que establece como nueva función del complejo la de honrar y rahabilitar la memoria de todos los muertos de la Guerra Civil y de la represión posterior. La ley fue aprobada en el Congreso de los Diputados por abrumadora mayoría con 304 votos a favor, 3 en contra y 18 abstenciones, lo que le da una dimensión ética gigantesca. En su página 7, refiriéndose a todas las víctimas de la Guerra Civil española, ese informe dice:
«… Toda víctima es víctima, independientemente del campo en que se halle, y en esa condición se encuentran igualadas todas ellas al tiempo que denuncian la violencia política que tuvieron que sufrir…»
Traigo hasta aquí estas palabras porque una de las noticias aparecidas recientemente en esta misma página web habla sobre el Desastre de Annual en unos términos que creo pueden y deben ser superados. Entre 1910 y 1956, una franja de 20.000 Km2 al norte de Marruecos fue Protectorado Español. En 1921 nuestro ejército sufrió una terrible derrota con más de diez mil muertos y es a eso a lo que se refiere la noticia citada.
Hay muchas formas de mirar al pasado. Invito a los que seais ingleses a investigar la historia de la producción textil en el Golfo de Bengala; a los franceses a estudiar el origen de la deuda externa Haitíana; a los holandeses a averiguar cómo se desarrolló la independencia de Indonesia; a los aliados de la segunda guerra mundial a preguntarse qué fue de los dos millones de soldados de la Europa del Este que lucharon en el ejército alemán y que luego fueron devueltos a Stalin y a Tito; a los españoles les sugiero que estudien la historia de la isla La Española; a los Rifeños les invito a estudiar la vida y obra de Abd El Krim, … Os aseguro que a todos nos va a hacer falta mucho valor.
No me gustan las banderas. Me atrevo a hacerles preguntas comprometedoras a todas ellas. Y en lugar de líderes prefiero a la gente sencilla que vive su día a día con decencia, esfuerzo y alegría. Me quedo con las mujeres de Liberia que reclamaron y consiguieron la paz; con las mujeres de Burundi que protegieron a niños sin mirar su etnia; con el doctor Mathius Ludwiya, que renunció a una brillante carrera en Inglaterra para trabajar como médico en un hospital de provincias de Uganda, su país natal, donde murió de Ébola en 2003. Me quedo con tantos como ellos a los que nadie conoce, lo cual está muy bien.
Me quedo con ese montón de cosas hermosas, urgentes e inabarcables a las que vale la pena dedicar las menguadas fuerzas de que uno dispone. Prefiero interesarme por la forma en que se están reconstruyendo los sistemas de salud en Sierra Leona, Guinea y Liberia, hacer un seguimiento atento de la reunión que este Otoño mantendrá la OMC, o simplemente atender un pequeño campo de almendros.
Las personas tenemos que evolucionar, madurar: para eso sirve la vida. No importa si partimos de un punto equivocado -nadie nacemos aprendidos-, lo que sí importa es que estemos dispuestos a cambiar. Y ésto incluye cambiar la forma en que “vivimos el pasado”.
Para terminar quiero citar otra frase que dice no sé quién y no sé dónde refiriéndose a Marguerite Barankitse -Maggy- víctima, superviviente y cuidadora de niños en los conflictos de Burundi: dice que Marguerite tiene “una fuerza insensata para abrazar el pasado y apaciguar el presente construyendo el futuro”.
Elijo a Maggy, y digo, con Ushunti, que tenemos que “aprender a esperar, a acoger y a estar siempre”.