El vergonzosamente ignorante comunicado de Carter sobre Darfur

12/10/2007 | Opinión

La pasada semana, Jimmy Carter recorrió Sudán, como parte de un grupo de celebridades internacionales, que se hace llamar “The Elders” (“Los Ancianos”). Fundado por Nelson Mandela, el grupo “los Ancianos” pretende, en las modestas palabras de uno de sus miembros, el multimillonario británico Richard Branson, para ocuparse de los “problemas en el mundo que necesitan un grupo de personas que estén, puede… por encima de la política y el ego, y que hayan adquirido una gran sabiduría”.

¿Gran sabiduría? Digamos simplemente que el grupo acaba de tener un difícil comienzo. Y eso es porque Carter tomó la oportunidad de su visita a Sudán para criticar a Estados Unidos por etiquetar las matanzas y la destrucción de Darfur como genocidio. “Hay una definición legal de genocidio y Darfur no cumple esos estándar legales”, sermoneó Carter. “Las atrocidades han sido horribles, pero yo no creo que haya que clasificarlas como genocidio”, añadió, “Si leer los libros de leyes… verás muy claramente que esto no es un genocidio, y no creo que ayude mucho llamarlo genocidio falsamente, solo para exagerar una situación horrible.

Carter tenía razón en una cosa, en que hay una definición legal de genocidio, plasmada en la Convención de Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio, de las Naciones Unidas, de 1948, pero eso es todo.
Las “atrocidades” a las que se refiere Carter son por ejemplo, durante los últimos cuatro años y medio, la destrucción deliberada no sólo de poblaciones africanas tribales elegidas por razones de etnia, sino también de sus pueblos, casas, comida y almacenes de grano, herramientas agrícolas, y fuentes de agua. La gente ahora en Darfur muere principalmente por estos antecedentes violentos, dirigidos no solo contra sus vidas sino también contra su ganado. Aquí, la Convención del Genocidio es explicita: puedes cometer genocidio no sólo “matando a los miembros de un grupo” sino también “causando deliberadamente unas condiciones de vida al grupo calculadas para lograr su destrucción física total o parcial”. La destrucción en Darfur cumple claramente esa condición.

Después está el uso de la violación como arma de guerra por parte de las milicias árabes en Darfur. A estas alturas, el componente racial de la violación en Darfur ha sido bien documentado. En un ejemplo típico, esto es lo que tres mujeres Fur declararon a Médicos Sin Fronteras, (los Fur son el grupo tribal africano más grande de Darfur): “vimos a cinco hombres árabes que se acercaron a nosotras y nos preguntaron dónde estaban nuestros maridos. Entonces nos dijeron que debíamos tener sexo con ellos. Nosotras dijimos que no. Así que nos pegaron y nos violaron. Después de haber abusado de nosotras, nos dijeron que ahora tendríamos niños árabes; y que si volvían a encontrar alguna mujer Fur, la violarían otra vez para cambiar el color de sus niños”.

Normalmente se lanzan epítetos racistas a las mujeres y chicas que son violadas, a menudo por bandas y luego señaladas con la marca de víctimas de violación, una carga terrible en el distintivo carácter conservador de los musulmanes en Darfur. ¿puede negarse de alguna manera entonces que estas violaciones seleccionadas étnicamente no entren dentro de las amonestaciones de la Convención del Genocidio que dicen que “causar daños serios corporales o mentales a los miembros de un grupo” constituye genocidio? Además, debido al estigma que se pone a las mujeres violadas, el matrimonio y por tanto la posibilidad de tener niños llega a ser imposible para muchas. Y, para algunas de estas víctimas, especialmente las niñas, las complicaciones médicas resultantes, hacen físicamente imposible tener hijos. Lo cual significa que estas violaciones claramente cumplen los parámetros de otra definición de genocidio contenida en la convención de las Naciones Unidas: “imponer medidas para evitar nacimientos en el grupo”.

Además, los niños, así como las mujeres, son continuamente secuestrados por los Janjaweed. Esto, también, es un acto de genocidio según la convención, que prohíbe “transferir niños del grupo a la fuerza a otro grupo”.

Nada de esto debería ponerse en duda a estas alturas. Durante los últimos cuatro años, numerosas organizaciones de derechos humanos, han recopilado pruebas inequívocas de genocidio. Los ejemplos podrían llenar libros y libros. Un joven africano que perdió a numerosos miembros de su familia en una ataque, oyó decir a los hombres armados, “eh negros, vamos a exterminaros”. Hablando de la implacable agresión de Jartum, un líder tribal africano declaró al servicio de noticias de Naciones Unidas, “creo que esto es una eliminación de la raza negra”. Un refugiado informó con estas palabras al huir de sus atacantes: “sois oponentes al régimen, debemos aplastaros. Como sois negros, sois como esclavos. Entonces toda la región de Darfur estará en manos de los árabes”. Otro jefe tribal africano declaró, “los árabes y las fuerzas del Gobierno… decían que querían conquistar todo el territorio y que los negros no tenían derecho a permanecer en la región”. Y Musa Hilal, el líder Janjaweed más poderoso, declaró sus objetivos en estor simples términos en 2004: “Cambiar la demografía de Darfur y vaciarlo de tribus africanas”.

En lo que respecta a la complicidad de los funcionarios del Gobierno sudanés, a los que Carter claramente se imagina que puede cautivar con sus críticas a la calificación de genocidio: Los ataques aéreos hechos por Jartum, a menudo en colaboración con las fuerzas terrestres de los árabes Janjaweed, estaban dirigidos exclusivamente a poblados africanos, principalmente a los de los Fur, Massalit y Zaghawa, los civiles considerados las bases de apoyo a los rebeldes de Darfur. Las operaciones en equipo de las fuerzas del ejército regular de Jartum con los Janjaweed han sido documentadas de manera fidedigna por Human Right Watch.

En definitiva, parece bastante dudoso que Carter haya leído los libros de texto que dice que ha leído, o la gran cantidad de literatura sobre derechos humanos en Darfur, o ni siquiera la convención de genocidio. Si hubiera hecho cualquiera de estas cosas, no hubiera hablado de manera tan ignorante.

Pero Carter no se equivoca sólo en los hechos, su punto de vista, que no ayuda a calificar Darfur como genocidio, es también insensato. No hay duda de que la declaración de Carter es el quid de algún espantoso ojo por ojo que piensa arreglar con el Presidente sudanés, Omar al Bashir. Pero los líderes de Sudán son realistas, y nuestra única esperanza de cambiar su comportamiento es amenazarles con credibilidad. El cálculo es simple: si creen que Occidente, los Estados Unidos, Europa y los activistas de Derechos Humanos, ahora ven el conflicto de Darfur como una caótica guerra civil y no como un genocidio, se sentirán menos amenazados. Lo que significa que es más probable que no cambien su postura en el frente diplomático, negándose a negociar una solución política a la crisis. Mientras esperan a la limpieza final para seguir su trayectoria. El resultado es que Carter, un hombre tan aficionado a aleccionar a otros sobre la necesidad de la diplomacia, ha logrado dar la solución diplomática menos factible a la sangría de Darfur. Gran sabiduría de verdad.

Por Eric Reeves

para ‘The New Republic online’

Eric Reeves es el autor de A long Day’s Dying: Critical Moments in the Darfur Genocida.

Se puede contactar con él en ereeves@smith.edu o www.sudanreeves.org

Artículo sacado de ‘Sudán Tribune’, el 09 de octubre de 2007

Traducido por Rosa Moro del Departamento África de la Fundación Sur

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