Las altos índices de pobreza y las sutiles promesas engañosas que se hacen a los padres, han fomentado que el tráfico ilegal de niños en Guinea Bisau haya aumentado en los últimos años.
El problema está a la altura de otro importante en la región como el de tráfico de cocaína y a pesar de los acuerdos y convenciones multilaterales, el tráfico de niños, sigue siendo una realidad.
Esta antigua colonia portuguesa, con apenas 1,5 millones de habitantes y una supervicie de 36 125 km², es considerad hoy por hoy uno de los países más pobres del planeta.
En las zonas al Este del país, particularmente en Gabu y Bafata, el tráfico de niños es una práctica alarmantemente común. Se trata de una zona habitada por población de étnias peule y mandingue, muy arraigadas a las enseñanzas coránicas y con altos índices de pobreza.
El comercio de niños es una cadena con tres etapas: una primera en la que un reclutador se encarga de convencer a los padres de lo positivo de dejar marchar a sus hijos al exterior para recibir mejor formación coránica.
Una vez que los padres dan su consentimiento, el reclutador deposita a los niños en una caravana que se encarga de llevar a los niños a su destino.
Una vez allí, el «marabout» o maestro coránico se encarga de distribuir los niños entre los demás «marabout». Y en este último eslabón de la cadena es cuando comienza el verdadero calvario para los niños.
La Organización Internacional para las migraciones (OIM) lucha para erradicar este tráfico ilegal, proponiendo alternativas a los niños que cayeron en las redes de tráfico ilegal. Muchos han sido expatriados, teniendo la oportunidad de iniciar una nueva vida.
(APA, Guinée Bissau, 01/0/10/08)