El terror de Boko Haram dibujado por los niños

13/04/2015 | Crónicas y reportajes

Rostros ensangrentados, cuerpos decapitados, casas quemadas, esto es lo que recuerdan los niños, supervivientes de Boko Haram, del campo de refugiados en Dar es Salaam, cerca del lago Chad, cuando dibujan las atrocidades que vivieron en Nigeria, el resultado es impresionante.

Frente a la gran carpa blanca de UNICEF se forma rápidamente una cola. Decenas de niños, en harapos y con mucho polvo, se empujan, se dan codazos, se ríen, antes de ser llamados al orden por los voluntarios. Todos quieren participar en el taller de dibujo organizado en el espacio «Amigos de los Niños». Pero una vez delante de la gran hoja de papel en blanco y lápiz en mano, se hace el silencio. El tema del día es doloroso y cada uno se concentra en reconstruir la cadena de acontecimientos que presenció cuando los islamistas atacaron su aldea.

Soumaïla Ahmid dice que tiene 15, pero no le echarías más de 12: «el día del ataque estábamos en nuestra puerta cuando vimos a Boko Haram. Se fueron hacia la gente que estaba en la orilla del agua y les dispararon en la cabeza», cuenta el niño de ojos almendrados. “A cuatro patas en el suelo, dibuja con aplicación una forma retorcida de cadáveres flotando en el río, hay quienes pudieron subirse a las canoas y están huyendo los demás están muertos», cuenta sin pestañear.

Olvidarse de lo cotidiano

Otro dibujo, otra escena para helar la sangre. «Hay un hombre que está reparando su casa, pero oye los disparos fuera. Cuando va a ver qué pasa, un Boko Haram llega a su casa, dispara y la incendia», dice Nour Issiaka de 15 años también. Como si estuviera recitando una historia banal, concluye: «el hombre trata de salir, pero no puede. Toda la casa está en llamas, se quema vivo”.

«Desde que empezamos con esta actividad (el dibujo), se apresuran a inscribirse», señala el responsable de UNICEF, Ndorum Ndoki. «Dibujan, y entonces podemos hablar de ello. Tuvimos que empujarles mucho al principio pues no era fácil. Hoy están muy orgullosos de ser escuchados», indica Ndoki.

El equipo que supervisa estas actividades trata de «identificar» a los que se aíslan, o a los que parecen demasiado familiarizados con la tragedia vivida para no dejar que el traumatismo se instale en ellos definitivamente.

Todas las tardes, los talleres de dibujo son también una oportunidad para abordar otros temas como el amor o la escuela, entre los juegos de fútbol o las manualidades. Se trata de momentos en los que los niños engañan el aburrimiento y se olvidan algunos minutos del ritmo diario del campamento, del racionamiento de alimentos y del intenso calor de la zona del desierto, a unos diez kilómetros de la orilla del lago.

Nunca tuvieron un lápiz

Cerca de 800 niños también son educados «escolaridad de emergencia,» ocho grandes tiendas abiertas en enero por UNICEF. «Antes no sabían nada de la escuela, aunque algunos eran de educación coránica. Muchos nunca habían tenido un lápiz, pero aquí aprenden rápidamente», dice Oumar Martin, un voluntario de Camerún que vive en Nigeria desde hace años. En el noreste de Nigeria la mayoría es musulmana y el gobierno central ha tenido toda esa zona descuidada durante mucho tiempo los jóvenes sólo hablaban Hausa o Kanuri «ahora ya construyen frases en inglés y hablan unas pocas palabras en francés».

En los bancos de la escuela, también hay «niños grandes» que ya han superado la veintena, pero que quieren, también, aprender a leer y escribir. En canoa o a pie, estos jóvenes han vivido una huida salvaje, perseguidos por los rebeldes nigerianos hasta las aguas del Chad. Más de 140 de ellos llegaron allí sin sus padres, perdidos en la confusión o muertos por Boko Haram. Hay incluso niños que han nacido por el camino, durante la huida.

Célia LEBUR
afriqueexpansion.com – (Fundación Sur)

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster