El sueño americano de los africanos, detenido en las ciudades fronterizas mexicanas, por Carlos Luján Aldana

25/11/2019 | Bitácora africana

mexico_migrantes.jpg En los últimos meses han ingresado a México miles de migrantes provenientes de África, quienes buscan establecerse en los Estados Unidos en busca de una mejor vida. Cada vez son más personas de este continente que se arriesgan a realizar esta peligrosa travesía. Es por ello que a continuación se aborda este fenómeno migratorio desde sus orígenes.

A finales de 2018 la opinión pública mexicana se vio atónita ante el ingreso al país, por la frontera sur, de caravanas de migrantes extranjeros, cuyo objetivo es llegar a los Estados Unidos, asumiendo los altos riesgos del camino. La presencia de estos migrantes no resulta algo novedoso, pero en fechas recientes adquirió una magnitud nunca antes vista, no solo ante la gran cantidad de personas que ingresan a nuestro país, sino también por encontrarnos con una gran diversidad de nacionalidades entre ellas.

En lo que va del 2019, 460,000 migrantes indocumentados han ingresado al país, flujo que representa un incremento de 232% mayor con respecto al año anterior. Muchos de éstos provienen de los países del Triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras). No obstante, una serie de acontecimientos recientes han provocado que ciudadanos de otros países se trasladen hacia México para intentar cruzar a los Estados Unidos, entre los cuales se cuentan los africanos.

Para indagar en las causas de este éxodo, es preciso comenzar señalando que la migración es un fenómeno complejo de abordar, puesto las motivaciones por las cuales los individuos deciden cambiar su residencia son muy diferentes de una persona a otra, donde intervienen factores de muy diversa índole, los cuales pueden ser de tipo familiar, social, ambiental, político, económico o una combinación de ellos.

En el caso de los africanos, la migración es un aspecto que se encuentra muy arraigado en su ADN y su cultura, convirtiéndose en un método de supervivencia contra la esclavitud, la colonización y, ahora, contra la pobreza y la violencia en sus lugares de origen. Sin embargo, a partir de mediados de los años ochenta los africanos comenzaron a abandonar su continente para probar suerte en otras partes del mundo. Por la cercanía, muchos emigrantes africanos se dirigieron hacia Europa, pero igualmente comenzaron a trasladarse hacia otras regiones, siendo el continente americano una ruta de escape cada vez más socorrida. Este hecho se produce a contracorriente de los patrones comunes de migración internacional, donde el país de destino pasa de ser uno desarrollado a otro en desarrollo.

La presencia de africanos en América Latina se enmarca dentro de la diáspora africana por el mundo, y cada vez son más los que llegan a nuestra región. Con la llegada al poder de gobiernos denominados progresistas en algunos países sudamericanos comenzó a construirse una legislación favorable a los refugiados. Ecuador y Bolivia dejaron de solicitar visa de entrada a algunos países africanos, mientras que Brasil y Argentina “legalizaron” a decenas de miles de migrantes provenientes de África.

El perfil socioeconómico del migrante africano en América es mejor que el migrante indocumentado promedio, puesto que estamos hablando de gente con más recursos económicos y nivel de estudios más alto. La mayoría de ellos arribó en avión a América, sin embargo, hay quienes se llegan a colar como polizones en barcos cargueros y, si sobreviven a esta travesía infrahumana, llegan a un destino que dejan a su suerte.

Estados Unidos siempre ha sido un destino bastante atractivo para los migrantes, por lo que desde hace rato algunos africanos han intentado llegar hasta allá, aunque esta vía resulte más lejana y peligrosa. Pero un nuevo reacomodo geopolítico en Sudamérica ha revertido la balanza. En Ecuador el actual gobierno encabezado por Lenin Moreno retiró las facilidades de ingreso a los refugiados africanos, mientras que en Brasil la llegada a la presidencia del ultraderechista Jair Bolsonaro, aunado a la crisis económica en el país carioca, han impactado negativamente en el bienestar y la seguridad de los migrantes africanos. De esta forma, y tras un largo y penoso trayecto, la ciudad de Tapachula, Chiapas, se ha convertido en el mayor centro de detención de migrantes africanos de América Latina.

El contexto y la situación que los africanos encontraron en México no ha sido amigable ni amistoso. Todo lo contrario. El Estado mexicano no estaba preparado para recibir una gran cantidad de inmigrantes, y menos de África, por lo que este asunto ha rebasado la capacidad de respuesta y atención hacia los visitantes foráneos.

Desde hace meses, cientos de ellos se encuentran varados en la Estación Migratoria Siglo XXI, a la espera de que les sea emitido un salvoconducto por parte del Instituto Nacional de Migración, documento que les autoriza su tránsito y legal estancia en el país por un periodo de 20 días. Aquí podemos encontrar migrantes de distintos países de África. Hay congoleños, angoleños, cameruneses, nigerianos, eritreos, mauritanos, somalíes, gambianos, mozambiqueños y otros más. Es difícil definir el origen de todos ellos, y aún cuántos son, ya que dentro de este universo de nacionalidades africanas también se encuentran personas que vienen de Cuba y Haití.

Este engorroso trámite burocrático, la ineficiencia de los funcionarios públicos, su poca sensibilidad hacia los africanos, las frecuentes denuncias de discriminación y las dificultades de comunicación con ellos (muchos no hablan español) han provocado frecuentes desmanes y enfrentamientos con las autoridades migratorias mexicanas y la Guardia Nacional.

Desde julio de este año nadie ha conseguido la regularización. Y así, cansados y agotados a consecuencia del largo camino que han recorrido, sin trabajo, dinero ni expectativas, pasan los días y meses en esta calurosa ciudad. Este mismo drama también se da en la otra frontera, al norte de México, donde también se encuentran varados algunos migrantes africanos en las ciudades de Tijuana, Nuevo Laredo, Piedras Negras y Ciudad Juárez.

Estamos hablando de una situación muy compleja e inédita para el país, por lo que se requiere de una amplia respuesta de solidaridad y apoyo a los migrantes desde todos los sectores de la sociedad mexicana (incluido el gobierno), así como la búsqueda de soluciones creativas.

Sin embargo, en México, las caravanas de migrantes han recibido una indiferencia generalizada por parte de la población, situación que facilita que el gobierno emprenda medidas policiacas, mientras que al mismo tiempo en Estados Unidos se alimenta más el espíritu xenofóbico y antiinmigrante.

Afortunadamente existen honrosas excepciones. En todas las ciudades fronterizas diversas Asociaciones Civiles y congregaciones religiosas han ayudado a los africanos con techo y comida en lo que tratan de obtener un pase humanitario que les permita ingresar a los Estados unidos, pero la espera es larga, y es común que los migrantes se desesperen y se marchen. En 2016 se otorgaron 14 mil 471 oficios de salida a migrantes extranjeros, algunos africanos incluidos, pero miles más hacen filas interminables para ser recibidos por el Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados unidos en las garitas de Mexicali y Tijuana.

El contexto político actual de los Estados unidos no ayuda. Con la puesta en marcha del plan Remain in Mexico y la amenaza latente de imposición de aranceles a productos mexicanos si el país no reduce el flujo migratorio y las solicitudes de asilo a Norteamérica han puesto al gobierno mexicano entre la espada y la pared, y al final, han cedido a las presiones de los estadounidenses. Esto explica la concentración de migrantes en nuestras ciudades fronterizas, resultando un panorama gris para los inmigrantes africanos.

No obstante lo anterior, muchos africanos insisten en llegar a los Estados Unidos. Un punto a su favor es que tienen menos probabilidad de ser deportados, a diferencia de los cubanos, haitianos y centroamericanos, pero son más las desventajas. En muchos de ellos no hay precedentes de familiares en Estados Unidos, por lo que ignoran los obstáculos a los que se exponen, por lo que la probabilidad de caer en redes de trata de personas, del crimen organizado o los cárteles de las drogas es alta.

Por todo lo anterior, la opción más sensata para los migrantes africanos es que se queden en México, aunque su posible integración al país no será fácil ni exenta de problemas. Al respecto, el activista Wilner Metelus planteó al presidente Andrés Manuel López Obrador otorgarles la residencia permanente y la nacionalidad mexicana a los africanos varados. En muchas ocasiones el presidente se ha señalado que para atacar el problema migratorio se requiere transformar las condiciones sociales de los lugares de origen de los migrantes, aunque esta estrategia lleva tiempo, y se necesita ayuda de manera urgente.

Incluso en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2014 se menciona que varios programas gubernamentales que originalmente fueron diseñados para los mexicanos podrían beneficiar también a los migrantes extranjeros para que éstos sean partícipes del desarrollo económico del país, tales como Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro y emplearlos en la construcción del Tren Maya, para que de esta forma que México se convierta en un país hospitalario y tierra de asilo.

Lamentablemente, y como ya vimos, en la práctica todo esto es letra muerta. Por humanidad, no se debería dejar a su suerte a los migrantes, independientemente de su procedencia. En el caso de los africanos su número aún no es muy alto, por lo que tomando en cuenta su perfil, lejos de estorbar aportarían mucho a las empresas y a la economía del país. Pero muchos de ellos no quieren permanecer aquí, ya que aseguran que en México se trata mejor a un perro que a un migrante. Esta afirmación es muy preocupante, ya que coloca a México como una nación despreocupada, egoísta e insensible.

Esta situación debe cambiar lo antes posible, sin esperar nada de los Estados Unidos ni permitir que continúen dictando las acciones a seguir. En todo caso, la nación mexicana debe procurar que la estancia de los africanos en nuestro país sea lo más grata posible, aunque también se requiere de que éstos cooperen para evitar enfrentamientos con los mexicanos y que se sientan la necesidad de retribuir lo bueno que reciban. Si quieren ser mexicanos, nadie debe negarles la nacionalidad. Y si deciden continuar a los Estados Unidos, nadie debe detenerlos.

Probablemente ellos hubieran preferido no salir nunca de sus países de origen, pero las condiciones en África los han traído a nuestra patria. Nunca ha habido tantos refugiados en países pobres como ahora. Habría que vivir lo que están viviendo ellos para comprender su comportamiento y sus decisiones. Vale la pena preguntarnos: ¿qué haríamos nosotros en el lugar de ellos? Mientras tanto, el tan ansiado sueño americano permanece detenido en una garita o estación migratoria de México, lejos de su tierra.

Original texto y foto : tlilxayac.com/

Autor

  • Luján Aldana, Carlos

    Economista mexicano. Me apasiona el estudio de los asuntos africanos, por lo que escribo para impulsar el conocimiento del continente africano y generar debate en torno a él. Puedes seguirme a través del Blog Tlilxayac.

    La palabra Tlilxayac significa “máscara negra” en lengua Náhuatl, aquella que hablaban los habitantes del Valle de México antes de la conquista española y aún hoy se escucha en algunas regiones del país. La máscara es un símbolo muy representativo de la cultura mexicana, y también lo es para algunas regiones africanas. Con esto, se pretende representar la unión, amistad y diálogo entre las naciones de África y México en pro de una relación sólida, cordial, fructífera y duradera.

    @clujanaldana

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