El síndrome de Papá Noel , por Alberto Eisman

13/11/2009 | Bitácora africana

Un querido amigo con amplia experiencia en África preparó hace algunos años una conferencia en la cual hablaba de las imágenes que a veces se tenían en África del extranjero blanco. Fue un discurso muy respetuoso y creo que bastante realista. Alguna de estas imágenes nos es cuando menos incómoda, pero creo que es real como la que más.

Un blanco que llega a África –en circunstancias normales, incluso si es de vacaciones– llega con ciertos estudios, con una posición social elevada (aunque tenga un pequeño cargo de tres al cuarto en una organización o agencia), y no es extraño que el dinero que tiene en su bolsillo para los pequeños gastos en cualquier momento determinado equivalga al salario mensual de los locales (no es que sea políticamente correcto decir esto, pero hay que aceptar que es la verdad).

A esta posición teóricamente de superioridad se une el bombardeo mediático que influye mucho en la manera en la que se mira al extranjero. Hasta el más tonto se ha hinchado de ver películas norteamericanas (europeas mucho menos) que casi indefectiblemente presentan un héroe más o menos triunfante en lo personal y lo profesional, con una gran mansión, una esposa que parece sacada de un pase de modelos y con prácticamente todo lo que necesita para vivir y mucho más. Esta imagen se traslada a los extranjeros que viven y trabajan aquí y se traduce prácticamente en las expectativas –a veces exorbitantes e irreales– que se tienen de los mismos. Las personas pueden llegar a creer que el blanco todo lo puede y que de alguna manera, ya sea solo o por medio de los parientes que uno pueda tener en Occidente, puede obtener todo lo que se plantee.

Dice un refrán africano que «pedir no es pecado». Y ya que los blancos tienen tanto poder tecnológico o material, no es por tanto descabellado hacerles las peticiones más peregrinas. Cuando es una persona la que pide, no pasa nada, pero a veces son decenas las que se unen a esta práctica y la presión hace que a veces el receptor de tales demandas pueda perder la paciencia y creer que no es más que un mero papá Noel al uso que puede sacar de su zurrón lo que se proponga.

También hay diferencias entre personas y tradiciones culturales: yo me he encontrado con tribus en el Sudán que en el día de tu despedida oficial de un lugar te pedirán descaradamente que les dejes «de recuerdo» hasta los calcetines que llevas puestos, mientras que otros grupos son mucho más respetuosos y comedidos a la hora de solicitar tales favores.

Recuerdo una vez que entré en un hospital en una pequeña ciudad del Sur de Sudán. Las circunstancias de aquella institución sanitaria eran horripilantes, ya que había pocas medicinas, poco personal y muchos enfermos. Recuerdo una pareja ya avanzada en años que me vio merodeando por allá y se me acercaron pidiendo ayuda. La señora tenía unas vendas muy escandalosas en uno de sus pechos y yo supuse que tenía o había tenido cáncer… Los dos comenzaron a seguirme y, llamándome «doctor, doctor,» me suplicaron que les ayudara para curar esa enfermedad que posiblemente había esquilmado tanto la economía doméstica como la moral de la enferma y de su esposo. Me vieron con piel blanca e inmediatamente supusieron que «por lo menos» era médico y podría solucionar la situación en un periquete. Nunca me encontré tan impotente, confrontado con dos pares de ojos tan llenos de pena y de expectativas.

Si comento estos aspectos de lo que pasa cuando se espera demasiado de ti, no lo hago como queja ni como reproche hacia la gente. Lo hago meramente para describir algunas de las circunstancias en las que uno se desenvuelve y para referir ciertos desafíos con los que yo personalmente me encuentro y que son especialmente llamativos. Hoy nos ha tocado hablar de cuando África «nos pide» con más o menos razón, por justicia habrá que hablar otro día de cuando África nos da.

Original en

http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php

Autor

  • Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

Más artículos de Eisman, Alberto