El silencio ensordecedor de Occidente (una vez más…)

27/07/2010 | Opinión

Ante la cercanía de las elecciones presidenciales del 9 de agosto, el régimen de Kigali multiplica los asesinatos, encarcelamientos y otras formas de represión. Esta represión de opositores y de periodistas independientes ha sido fuertemente denunciada por las grandes organizaciones de defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Reporteros sin Fronteras. Algunas de ellas han incluso han recomendado a los donantes de fondos que sus pendan su apoyo al régimen de Kigali y cesen su sostén financiero a la elecciones presidenciales. Pero lo que es preocupante es el silencio ensordecedor de esos donantes de fondos y de los gobiernos occidentales aliados con el régimen de Kigali. Incluso el gobierno canadiense, que apoyó la candidatura de Ruanda para que ingresara en la Commonwealt, argumentando que ello “serviría para ayudar Ruanda en el reforzamiento de sus instituciones democráticas”, se ha encerrado hasta ahora en un total mutismo. Peor todavía, algunos grandes actores de la escena internacional, supuestamente garantes de los valores democráticos y de defensa de los derechos de la persona, se han erigido en promotores de Paul Kagame en el momento en que éste mata y encarcela a sus opositores. Así, el Secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, lo ha nombrado para copresidir la reunión sobre los Objetivos del Milenio y han sido precisas enormes presiones de la sociedad civil y de los partidos políticos españoles para que el Presidente José Luis Rodríguez Zapatero renuncie a presentarse al lado de quien ellos consideran un “presunto genocida”.

La pasividad y complacencia de la comunidad internacional ante las graves violaciones de los derechos humanos en Ruanda son tanto más preocupantes cuanto que se ha demostrado ya en el pasado sus terribles consecuencias. De hecho, fue la no-intervención de la comunidad internacional lo que permitió la ejecución del genocidio ruandés de 1994. La misma pasividad condujo a exterminio en la R. D. Congo al exterminio de más de 5 millones de personas en las guerras iniciadas por el ejército de Paul Kagame en 1996 y 1998. Fue también la misma pasividad que permitió el asesinato en Ruanda de nuestros compatriotas canadienses, el Hermano François Cardinal, los padres Claude Simard y Guy Pinard, la Sra. Hélène Pinsky, así como el de muchos otros ciudadanos de países occidentales.

Dado que las mismas causas producen los mismos efectos, si los gobiernos que tienen una influencia sobre Kigali siguen siendo complacientes con él, no hay duda alguna que van a producirse en el futuro nuevos dramas y que éstos no sólo afectarán a los pobres ruandeses.

Otro peligro de la complacencia de nuestros gobiernos en Occidente ante la represión de opositores al régimen de Kigali es la contradicción que introduce en la justificación del envío de nuestras fuerzas armadas allá donde los valores en los que creemos son pisoteados. ¿Cómo seguir avanzando con credibilidad el argumento de democracia y defensa de derechos para justificar la presencia de nuestros soldados en Afganistán y al mismo tiempo permanecer de mármol ante la decapitación de los opositores en Ruanda? Esta brecha creada por nuestras contradicciones ¿no corre el peligro de facilitar el reclutamiento entre nuestros adversarios y poner en peligro a nuestros conciudadanos?

El pueblo ruandés aspira a la democracia y la diversidad étnica de los líderes de la oposición muestra sin equívocos que este ideal es asumido tanto por los hutu como por los tutsi. Aunque el régimen de Kagame trate de cerrar esta salida, los gobiernos occidentales tienen los medios para llevarlo a negociar con su oposición, como ha sido el caso en Burundi. ¿Querrán aceptar este desafío o preferirán esperar a que otros dramas se produzcan para de nuevo expresar sus lamentos después?

Emmanuel Hakizimana

Presidente del Congreso Ruandés de Canadá

(Cyberpresse 24/07/2010)

Traducción: Ramón Arozarena.

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