El 22 de Enero de 1967, el P. Saturnino Lohure, sacerdote sudanés, fue asesinado por un soldado ugandés no lejos de la frontera de Uganda con Sudán. En los años 60 la situación del Sur de Sudán era desesperada, con un país que acababa de obtener la independencia del Imperio Británico y un gobierno central que luchaba denodadamente por conseguir la rápida arabización e islamización de su región meridional, una zona que había sido previamente protegida por el poder colonial pero ahora veía cómo se redoblaban esfuerzos para conseguir que tanto el inglés como las lenguas vernáculas que no fueran el árabe desaparecieran del mapa, así como cualquier influencia occidental.
En ese momento, los líderes del Sur son pocos y están mal preparados para jugar un papel relevante en la escena política. Los sacerdotes locales, algunos de los cuales han tenido la oportunidad de estudiar en el extranjero y han vuelto con un bagaje y una preparación intelectual considerable, se convierten de alguna manera en los líderes naturales de una población que se siente constantemente acosada y menospreciada por un gobierno de corte fundamentalista que – como la historia posterior mostraría -, estaba dispuesto a utilizar cualquier medio con tal de alcanzar su objetivo de un Sudán 100% árabe e islámico.
Algunos de estos sacerdotes reciben permiso de sus superiores para poder ejercer como políticos de la primera hora en las filas de los grupos que intentan defender la idiosincrasia y los valores del Sur. En 1958 el P. Lohure y otro sacerdote sudanés son elegidos para el parlamento pero, ante la actitud obstruccionista que impide que los representantes del Sur puedan tener cualquier poder de decisión, él y el resto de los diputados del Sur se retiran del mismo. Las posiciones se radicalizan y la decepción de los representantes del Sur cristalizó en 1963 en un grupo armado llamado Anya-Nya, una milicia armada que, escondida en los bosques de la región y con la complicidad de la gente sencilla, comienza a ser una piedra en el zapato para el gobierno de Jartúm, el cual creía que la transformación del Sur iba a ser poco menos que un paseo triunfal.
La reacción violenta por parte de las fuerzas de seguridad no se hace esperar; se acusa a las iglesias (católica y anglicana) de apoyar a los rebeldes y el gobierno las pone en el punto de mira: en menos de tres años, cuatro sacerdotes católicos caen abatidos en sendos atentados que aún hasta hoy no se han esclarecido. Cuando Jartúm recibió la noticia de la muerte del P. Saturnino, envió un mensaje de felicitación al gobierno ugandés por colaborar en la erradicación de la resistencia.
En los últimos años el Gobierno de la región autónoma del Sur de Sudán ha intentado rescatar del olvido a los “luchadores de la libertad” que fueron asesinados durante los años de confrontación armada. Según los historiadores (eclesiásticos o no), Fr. Saturnino era famoso por su honestidad, por su entrega desinteresada tanto en su condición de sacerdote como de político, por no haberse dejado llevar por la corrupción del poder y por haber tenido siempre presente el bien de su gente del Sur Sudán, oprimida y perseguida por querer mantener sus costumbres y su identidad.
Después de 42 años de su violenta muerte, el gobierno local ha hecho que sus restos sean repatriados de Uganda a su ciudad natal de Torit. El obispo de Gulu (Norte de Uganda), Mons. Odama, ha sido quien ha acompañado sus restos mortales hasta el Sur de Sudán y se han entregado al obispo de Torit y a las autoridades civiles de la región. En Torit, donde se le han dedicado de escuelas a complejos sanitarios, se va a levantar un monumento-mausoleo en recuerdo de su relevancia como una de las figuras históricas del Sur Sudán.
Original en : http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php