El regreso de los talibanes: ¿un clic para los yihadistas africanos?

8/09/2021 | Editorial

Damien Glez, periodista franco-burkinabé de Jeune Afrique, opina que la toma del poder de los talibanes en Afganistán fascina a ciertos grupos islamistas en África, que se verían a sí mismos imitando su modelo.

Tras la reconquista de Afganistán por parte de los talibanes, consecuencia de la retirada de las tropas estadounidenses, los grupos yihadistas presentes en África pudieron sentir que las alas les crecían ante la derrota de Occidente.

Ante la evidencia de la implantación de células yihadistas por la mayoría de los países africanos, debido en gran parte a la falta de oportunidades para millones de jóvenes, los diferentes grupos yihadistas como : Boko Harán, Al Qaeda Sahel, El Shabab, ISIS, etc, que apoyan estas células, por toda África, han recobrado nuevo vigor, aunque no estén de acuerdo entre ellos, motivados por la victoria de los talibanes en Afganistán para extender sus campañas de violencia, imposición de la ley islámica, abuso de derechos humanos y control de recursos de los pueblos de África.

En Malí, Iyad Ag Ghali sueña con Haibatullah Akhundzada del Sahel, el comandante de los creyentes talibanes que se ha convertido, de hecho, en jefe de Estado de la nueva teocracia islamista afgana.

Entusiasta, el líder tuareg del Grupo de Apoyo para el islam y los musulmanes (GSIM) establece un paralelo entre la salida de los soldados estadounidenses y el final de la Operación Barkhane. Cuando se creó, el GSIM también había prometido lealtad a los talibanes.

¿Es la caída de Bamako en la cartera islamista una quimera? Como admiten muchos observadores independientes, la situación de seguridad en Malí no ha evolucionado en la dirección correcta desde la dimisión forzosa de Ibrahim Boubacar Keïta (IBK) y la toma del poder por supuestos especialistas en cuestiones de mantenimiento del orden. Muchos incluso consideran que sin Serval, el antepasado de Barkhane, los rebeldes podrían haber conquistado todo el territorio nacional ya en 2012.

Existen similitudes entre la situación que prevaleció recientemente en el país del difunto comandante Massoud y la de Malí: la administración de facto de muchas aldeas por grupos yihadistas; el control por terroristas de áreas aptas para la guerra de guerrillas; la frágil cohabitación de comunidades que probablemente cambiarán a nivel ideológico; la disputada presencia de las propias fuerzas extranjeras en total duda; la falta de recursos de Estados con relativa legitimidad democrática y, finalmente, la muy criticada corrupción de ciertas élites, en particular entre los órganos constituidos.

Quedan varias cuestiones subsidiarias. En primer lugar, ¿podrían los grupos armados malienses asumir, como los talibanes, el liderazgo de un Estado, con el vacío dejado por Francia?

En segundo lugar, ¿acaso no acapara demasiado el Sahel en detrimento de otros puntos de fijación islamista en África, desde el Centro (todavía magullado por Boko Haram) hasta el Este (amenazado por el Shebab), por el norte de Nigeria, donde los jihadistas busca la aplicación de la ley Sharia?

En tercer lugar, ¿Cómo valorar el papel desarrollado por los ejércitos occidentales para garantizar la seguridad nacional y la formación profesional de los ejércitos de los estados africanos? La caída de Afganistán en manos de los Talibanes ha desprestigiado seriamente tanto el plan de acción, como los gastos derrochados durante tantos años, por la ONU, EEUU, UE, OTAN, etc., para desaparecer en pocas horas y dejar a pueblos enteros a merced de grupos radicalizados.

Occidente sigue cometiendo los mismos errores en África porque debido a su actitud colonizadora, de saqueo de recursos y de levantar muros a los inmigrantes africanos, ha olvidado poner a la persona y al bien común en el centro de toda su política y economía en relación con los países africanos y con los propios ciudadanos.

Para conseguir los Objetivos del Desarrollo Sostenible (Agenda 2030), y superar la frustración de millones de jóvenes, necesitamos líderes más profesionales y responsables, motivados por valores humanos y que sepan colaborar con los movimientos sociales, integrando a todos los ciudadanos en la gestión de los recursos disponibles y de los servicios de salud, educación y de integración social.

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