El régimen ruandés desenmascarado

24/06/2014 | Opinión

Ruanda, acreditada como “un buen alumno” durante décadas, se ha beneficiado de la condescendencia internacional a pesar de los graves crímenes que ha cometido en la RD Congo. Animado por este apoyo, el régimen ruandés creyó que todo le estaba permitido; pero, han caído las máscaras y el viento de la historia ha girado contra el país de las mil colinas. Kigali paga el precio de sus torpezas; es el fin de una época. Ruanda está aislada internacionalmente. Tras las condenas de EEUU y del Reino Unido a causa de las repetidas violaciones de las libertades, la ONU acaba de insistir en el mismo sentido. La presión parece tocar a difuntos para este ex-alumno ejemplar de la comunidad internacional.

El hombre fuerte de Ruanda, Paul Kagame, había creído que la comunidad internacional seguiría cerrando los ojos ante las graves desviaciones del régimen. El genocidio, utilizado como un gran capital, ha cesado de funcionar como justificación. El régimen ha ido radicalizándose y pisoteando los derechos humanos y las libertades fundamentales. La violencia ha alcanzado proporciones preocupantes y han sido los EEUU los que han comenzado a distanciarse de su protegido. Gran Bretaña, uno de los aliados más fieles de Ruanda, ha denunciado también abiertamente los abusos del poder de Kigali. Las Naciones Unidas han subido también el tono de sus críticas. Está tomando cuerpo una voluntad clara de la necesidad de un cambio de régimen en Kigali. La sucesión de reprimendas son los signos precursores de una caída.

El relator especial de la ONU sobre libertad de reunión y asociación acaba de hacer público esta semana un informe sobre Ruanda. Maïna Kiai ha estado en enero en Kigali para evaluar la legislación y la práctica en materia de libertad de reunión y asociación. Sus conclusiones crucifican el régimen de Kagame. Los datos son muy graves: Maina Kiai considera especialmente «turbador que prácticamente todos los dirigentes políticos que se muestran críticos con el poder esté en el exilio o en la cárcel”. Efectivamente, los opositores deben optar entre el exilio o la cárcel. Algo inaceptable. El relator estima que «este recurso a la criminalización de cualquier desacuerdo público pacífico genera el miedo e impide cualquier disidencia y el pluralismo”. La paz aparente en Ruanda no tranquiliza a nadie. La marmita ruandesa hierve y podría explotar. Maïna Kiai ha escrito que “El miedo a un nuevo genocidio no puede ser invocado para reducir las libertades fundamentales; éstas son necesarias para prevenir los conflictos”. Si bien el relator de la ONU subraya la vitalidad de la economía ruandesa, insiste en el hecho de que una sociedad en la que no hay espacio para la crítica no es viable; las libertades individuales de los ciudadanos constituyen la medida del progreso de una sociedad.

La reacción del gobierno ruandés ha sido inmediata: considera que el informe de Human Rights Watch en el que se apoyan los EEUU y el Reino Unido para criticar el régimen no refleja la realidad. Todas las libertades estarían perfectamente garantizadas por la constitución ruandesa y la reconstrucción de Ruanda no es sino la prueba de que los individuos gozan de plena libertad.

Paul Kagame, ante las declaraciones de Washington, Londres y la ONU, se ha mostrado no solo en desacuerdo sino también amenazador y desafiante frente a cualquier tentación contra su régimen. No se ha mordido la lengua: “Nadie va a comprometer nuestra seguridad y nuestro desarrollo. Quienes no han sido capaces de dirigir el país y han optado por huir son los mismos que buscan comprometer nuestro desarrollo (…) Si es necesario, los detendremos más todavía. No nos contentaremos con arrestarlos, sino que los mataremos. Vamos a demostrarles hasta qué punto defenderemos nuestra seguridad”. Declaraciones consideradas por muchos observadores como excesivas o delirantes.

Antes de Kagame, otros líderes de la región, como Mobutu, en el exZaire, e Idi Amin, en Uganda, siguieron la misma suerte. Mobutu, 32 años en el poder, era el hombre de la comunidad internacional en la región; un hombre dispuesto a todo a su servicio. Fue abandonado y dejado morir en Marruecos, lejos del exZaire. Aparentemente Kagame sigue el mismo camino Había creído que el genocidio le daba derecho a cometer graves crímenes en los Grandes Lagos, entre ellos la muerte de seis millones de personas en el Congo. Hoy la comunidad internacional, esa misma que lo ha modelado y apoyado, ha decidido darle la espalda. Kigali no acaba de encajar esta realidad, lo mismo que Mobutu había fingido ignorar que la rueda de la fortuna giraba en su contra.

[Fuente: Kongo Times]

[Resumen y traducción: Ramón Arozarena]

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster