El oro gris, por Rafael Muñoz Abad – Centro de Estudios Africanos de la ULL –

10/09/2013 | Bitácora africana

Las fronteras africanas tienden a comportarse como vasos comunicantes y bajo el principio de que las tragedias, en forma de guerras o de crisis humanitarias sólo van a peor y no tardan en contagiar al país vecino, ratifican la Ley de Murphy. Gracias a la alegre geometría trazada con la avaricia del cartabón y la escuadra colonial, la permeabilidad de sus lindes es precisamente una de las grandes particularidades y a la vez gran problema del continente. De los muchos ejemplos existentes, me decanto por lo que viene ocurriendo en la discreta frontera entre el Congo y Ruanda.

Bendecido por un subsuelo sin parangón alguno en lo referente a las materias primas que esconde, el Congo es un gigante cuyo prometedor futuro poscolonial acabó en una pesadilla que ya va por seis millones de muertos. Un “aceptado”, intermitente y olvidado estado de guerra civil que supera ya la década.

Ruanda es un país diminuto y sin recursos cuyo horrendo pasado en forma de fosas comunes y machetes ha dado paso a una enérgica apuesta por convertirse en un centro económico; aspirando a ser la Suiza africana, donde una empresa puede registrarse y comenzar a operar en 24 horas. ¿Cuál es el problema entonces? El oro gris se llama coltán y más de las 3/4 partes de las reservas mundiales están en el Congo. Un recurso mineral escaso, no renovable e imprescindible para la fabricación de móviles y que gracias a nuestro infantil e insaciable consumo de aparatos electrónicos, cotiza a unos 700€ el kilo. El coltán es extraído por niños mineros en régimen de semiesclavitud y en unas condiciones que harían recordar a los faraones.

El lobby de la industria electrónica no quiere ver manchada [de sangre] su elegante imagen. Razón por la que “delega” en el Ejército Patriótico Ruandés: una más de las muchas bandas paramilitares o ejércitos privados que hacen su fortuna en la “olvidada” África y, cuya misión, es asegurar el flujo del coltán hasta la segura Ruanda. Transito que la ha convertido en un exportador de un mineral que no tiene. Genuino ejemplo del vil proceder con el que las multinacionales de la minería, confabuladas en este caso con los gobiernos de la triple K, Kampala, Kigali y Kinshasa, siembran la semilla de los conflictos del mañana.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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