El olvidado gas de efecto invernadero, por Bartolomé Burgos

30/09/2022 | Bitácora africana

oxido_nitroso_3d_2_cc0.pngLas emisiones del gas de efecto invernadero, comúnmente conocido como gas de la risa, se están disparando. ¿Podemos reducir las emisiones de origen humano?

¿Qué es ese “gas de la risa”?

La agricultura representa del 16 al 27 % de las emisiones de calentamiento climático causadas por el hombre. Pero muchas de estas emisiones no provienen del dióxido de carbono «CO2», ese bien conocido causante del cambio climático. Son emisiones de otro gas totalmente diferente: el óxido nitroso (N2O). Molécula por molécula, el N2O es unas 300 veces más potente que el dióxido de carbono para calentar la atmósfera. Y al igual que el CO2, es de larga duración; necesita unos 114 años en el ambiente antes de desintegrarse. También agota la capa de ozono. Los científicos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático han estimado que el óxido nitroso comprende aproximadamente el 6 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, y aproximadamente tres cuartas partes de esas emisiones de N2O provienen de la agricultura. Pero a pesar de su importante contribución al cambio climático, las emisiones de N2O se han ignorado en gran medida en las políticas climáticas.

¿Se están tomando medidas para remediarlo?

Hoy en día, los científicos están buscando varias formas de tratar el suelo o ajustar las prácticas agrícolas para reducir la producción de N2O. El aumento de óxido nitroso (N20) Comenzó a principios de la década de 1900 con el comienzo de la agricultura industrial, que permitió inmensas plantaciones agrícolas con la correspondiente producción de cantidades masivas de fertilizante sintéticos de amoníaco. Esta abundancia de fertilizantes sintéticos ha aumentado el rendimiento de los cultivos y ha ayudado a alimentar a personas de todo el mundo, pero este exceso de nitrato y amonio tiene costos ambientales.

¿Qué costes ambientales son esos?

La producción de fertilizantes de amoníaco representa aproximadamente el 1 % de todo el uso de energía mundial y el 1,4 % de las emisiones de CO2. Más importante aún, el fertilizante genera un aumento de las emisiones de óxido nitroso (N20) porque los agricultores tienden a aplicar el nitrógeno a sus campos en exceso durante el año y los cultivos no pueden usarlo todo.

¿Cuáles son las consecuencias?

Cuando las raíces de las plantas no absorben ese fertilizante, una parte se escurre del campo y contamina las vías fluviales. Parte de la solución estaría en distribuir el fertilizante con cuidado, justo cuando las plantas lo necesitan; o encontrar formas de mantener los rendimientos con fertilizante nitrogenado reducido. Esto reduciría estas emisiones de N2O. Los científicos están buscando varias formas de hacerlo. Una estrategia que se está investigando es utilizar la “agricultura de precisión”, que permitiría utilizar solamente la cantidad exacta de fertilizante que las plantas necesitan. También se investigan otros posibles procesos.

Bartolomé Burgos

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Burgos, Bartolomé

    Bartolomé Burgos Martínez nació en Totana (Murcia) en 1936. Sacerdote miembro de la Sociedad de Misiones de África (Padres Blancos), es doctor en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma, 1997. Enseñó filosofía en el Africanum (Logroño), en Dublín y en las ciudades sudanesas de Juba y Jartum. Fue fundador del CIDAF (Centro de Información y Documentación Africana) a finales de los setenta, institución de la que fue director entre 1997 y 2003.

    Llegó a África con 19 años y desde entonces ha vivido o trabajado para África y ha visitado numerosos países africanos. De 2008 a 2011 residió en Kumasi, Ghana, donde fue profesor de filosofía en la Facultad de Filosofía, Sociología y Estudios Religiosos de la Universidad de Kumasi. Actualmente vive en Madrid y es investigador de la Fundación Sur.

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