El Obispo de Nigeria pide que se envíen señales de esperanza para millones de pobres, ante el cambio climático

9/10/2009 | Crónicas y reportajes

Los líderes católicos han salido a la luz pública para presionar por un acuerdo global inclusivo que sea justo con los países en desarrollo. El arzobispo de Nigeria, John Onaiyekan es uno de ellos, Esta es su alegato para pedir justicia climática para los que no tienen voz, en Copenhague.

A través de siglos de desarrollo económico hemos dañado nuestro medioambiente hasta el punto en que hoy nuestro clima en cambio, está poniendo la vida de millones de personas en riesgo, la mayoría de las comunidades pobres del sur.

El libro del génesis nos dice que el Señor creó la tierra y nos puso en ella, esperando que atendiéramos su jardín. Los hombres hemos desatendido esta importante responsabilidad. Creo que Dios creó recursos suficientes a disposición de toda la humanidad.

Por el bien de nuestra generación y las generaciones del futuro, los que consumen más de lo que les corresponde deberían revisar el modo en que llevan sus vidas e impulsan sus economías. Se necesita solidaridad ahora más que nunca, es cuestión de justicia.

La semana pasada los líderes se reunieron en Nueva York en un intento de crear la voluntad política necesaria para un ambicioso acuerdo climático en Copenhagen. Esta semana las conversaciones continuaron en Bangkok para ayudar a crear un acuerdo para finales de este año.

Yo asistí como miembro de una delegación conjunta organizada por las Alianzas Católicas de Ayuda, CIDSE, y Cáritas Internacional, la alianza humanitaria y de desarrollo más grande del mundo, que lucha contra la pobreza en más de 200 países.

Como arzobispo de Nigeria, desde Abuja, sé por experiencia propia que un acuerdo climático justo y efectivo es crucial evitar más miseria para las comunidades del sur.

Déjenme ilustrar esto con un ejemplo de mi país. A principios de este año, la llegada repentina desde la parte norte del país de 15 camiones de pastores fulani a una localidad rural, situada en el cinturón del centro de Nigeria, generó miedo y ansiedad en la población local.

Cuando se informó del asunto, el gobierno decidió enviarles de nuevo a casa. Este asunto generó un montón de debate, ya que se puso en duda el libre asentamiento de los nigerianos.

Pero ¿por qué se trasladaron los Fulani al sur?, en primer lugar. El proceso de desertificación en el norte de nuestro país ha hecho imposible la supervivencia de los criadores de ganado, en sus zonas de pastos tradicionales. Este cambio de clima ha arruinado las vidas de los pastores nigerianos, que antes vivían en armonía con la naturaleza.

Irónico, ¿no creen?

La pobre gente atrapada en esta drástica situación no saben que están sufriendo las consecuencias de un problema creado por personas que habitan a miles y miles de kilómetros.

¿Por qué deberían pagar ellos por la falta de cuidado de otros?
Esto es por lo que creo que el cambio climático es un problema de justicia.

Los países desarrollados deben tomar la delantera para reducir significativamente sus emisiones. Deben apoyar a los países en desarrollo con economías cuya emisión de gases es baja.

Por tanto, hacemos un llamamiento a nuestros jefes de estado, pidiéndoles que envíen una señal de esperanza a millones de personas cuyas esperanzas son arrastradas por las inundaciones, cubiertas por el polvo de la desertificación o destrozados por la violencia de los desastres naturales.

En los próximos meses se demostrará si la gente será capaz de mirar con más confianza en el futuro, o si una falta de solidaridad y justicia pondrá este futuro en riesgo.

John Onaiyekan

John Onaiyekan es arzobispo de Abuja, Nigeria, y miembro de la delegación de CIDSE-Cáritas Internacionalis, para el Cambio Climático.

(Mail & Guardian, Suráfrica, 09-10-09)

Fundación Sur.

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