El nuevo Rey de las arenas, por Miquel Reynés

24/05/2012 | Bitácora africana

El pasado 22 de abril fue un día extraordinario para la lucha tradicional senegalesa, el deporte más popular del país. Balla Gaye 2 tumbó a Yekini, campeón invicto de lo que sería la categoría de los pesos pesados, la más importante. Yekini, que tiene 34 años, no conocía la derrota desde que empezó su carrera de luchador profesional, quince años atrás. Los últimos siete, además, como gran campeón, como el rey de las arenas. En total, 20 combates, 19 victorias y un empate en todo ese tiempo. Ni una derrota hasta que se cruzó con Balla Gaye 2, ocho años más joven.

La lucha tradicional senegalesa es una modalidad de lucha libre en la que los combatientes tienen que tirar al suelo a su adversario y lograr que éste no pueda apoyarse en ninguna de sus extremidades. Se disputa en un terreno circular de arena que suele habilitarse, para los grandes combates, en los estadios más importantes. Los luchadores sólo llevan el “ngemb”, un pantalón que cubre desde la cintura a las ingles y los “gri-gri” o amuletos que les preparan sus “marabout” o guías espirituales y que se anudan alrededor de los brazos, las rodillas, el pecho o la cintura. Al margen de las categorías, según peso de los luchadores, parece que hay al menos dos modalidades de lucha. La más tradicional, que consiste en intentar atrapar al otro luchador por el tronco o por el “ngemb” y tirarlo al suelo, y la lucha “à frappe”, que permite dar puñetazos al rival. A mí me parece que esta última modalidad es demasiado violenta y, sobre todo, no permite apreciar la técnica y la fuerza que se necesitan para hacer una llave ganadora, pero creo que ésta no es la opinión dominante y uno, en realidad, acaba de llegar al país y a su lucha.

Los combates, por otro lado, pueden ser muy atractivos, pero apenas superan los dos minutos. Por eso, una jornada o una tarde de lucha incluye varios combates. El espectáculo, además, no está sólo en el combate, sino en los momentos previos, cuando los luchadores entran en el estadio, bailan con la cohorte de otros luchadores de su escuela o seguidores y amigos o reciben los consejos, amuletos y bendiciones de su “marabout”. Incluso algunos días antes, los luchadores suelen tener uno o dos combates verbales en los que públicamente se desafían mientras sus seguidores los alaban como si fueran un “griot”.

En otros países de África del Oeste se practican luchas tradicionales similares a la senegalesa, pero no tienen la repercusión pública de ésta. Los luchadores más famosos son los ídolos de partes importantes de la población, sobre todo de sus barrios o ciudades de origen; no es raro ver a jóvenes y niños con camisetas de luchadores y hay no pocas escuelas de lucha, cuyos miembros se entrenan en las playas o incluso en los patios de arena –que son muchos- de las escuelas de Dakar y su periferia. Los estadios se llenan con los combates, las audiencias televisivas son elevadas, existen especialistas que comentan hasta el más mínimo detalle y los combates más importantes se anuncian en carteles enormes de las principales calles de Dakar, como se ve en la foto ilustrativa. Y, en fin, la lucha es también un enorme negocio que mueve cientos de millones de francos CFA. Muchos de los combates están patrocinados por fabricantes de coches, de aparatos electrónicos, de mantequilla y de condimentos de cocina y por compañías de telecomunicaciones. Los luchadores más importantes son verdaderos hombres anuncio, siempre vestidos con alguna prenda que recuerda a sus patrocinadores. Pero no es fácil saber, por ejemplo, cuánto ganaron Balla Gaye 2 y Yekini por el pasado combate, el más relevante de los últimos años. Hay gente que dice que pudieron ganar hasta 100 millones de francos (unos 152.500 euros) cada uno, aunque luego esa suma tiene que repartirse con colaboradores y personas cercanas.

El mundo de la lucha tiene, como sería de esperar, otros componentes más bien oscuros, cuyo origen está tanto en el dinero que es capaz de movilizar como en el exceso de pasiones. “La Gazette”, uno de los semanarios senegaleses importantes, recogía en un reportaje de hace unas semanas algunos de estos aspectos. Destacaba, entre otras cosas, la falta de regulación de la organización de las luchas, el papel demasiado relevante de algunos promotores, personajes que generan mucha desconfianza por su locuacidad y avaricia, y los enfrentamientos violentos entre los seguidores de los luchadores, cosa que puede pasar tanto días antes como después de los combates. En el caso de Balla Gaye 2 y Yekini, cuenta “La Gazette”, la anulación de un combate verbal acabó con el destrozo del mobiliario de un hotel de lujo de Dakar. Pero lo más triste es, me parece, que, al lado de los luchadores más famosos admirados y seguidos, incluso por los alumnos de primaria, hay muchos otros luchadores menores que penan entre las arenas de Senegal, luchadores de los que no se habla y que constituyen la realidad del país.

Miquel Reynés

[CIDAF-UCM]

Autores

  • Miquel Reynés es licenciado en Ciencias Políticas y doctor en Sociología, especialista en Sociología de la Educación y en Educación Comparada. Su tesis doctoral versó sobre las pautas de escolarización entre los Ewe de Togo y los Asante de Ghana. Para realizarla, hizo trabajo de campo en Togo y en Ghana durante siete meses. Sobre este tema ha presentado varias ponencias en congresos nacionales e internacionales. Ha trabajado para la UNESCO, en Dakar, Senegal. Es Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela desde septiembre de 2012.

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