El coronel Michael Randrianirina fue oficialmente investido como presidente de Madagascar el pasado viernes 17 de octubre, tras la toma del poder por parte de las fuerzas armadas (CAPSAT) apenas tres días antes. Su acceso al poder ha sido precedido por intensas semanas de movilizaciones protagonizadas por los jóvenes, la denominada Generación Z, que comenzaron revelándose por los constantes cortes de luz y agua y terminaron demandando la dimisión del gobierno, del presidente y la reconstrucción del senado y el parlamento. La semana pasada, Andry Rajoelina, el entonces presidente del país, huyó a un paradero aún desconocido y ordenó la disolución del parlamento, as u vez, el parlamento aprobó la destitución del presidente el martes 14 de octubre, poco tiempo antes de que las fuerzas armadas tomaran el poder.
La ceremonia de juramento de Randrianirina tuvo lugar ante el Tribunal Constitucional Supremo del país. El nuevo presidente prometió en su discurso un periodo de transición de hasta dos años antes de celebrar nuevas elecciones presidenciales, acompañado de una reforma constitucional. Durante la alocución declaró su intención de “defender y reforzar la unidad nacional y los derechos humanos”. El organo constitucional validó su investidura. pero ha exigido que se celebren elecciones en un plazo de 60 días. Mientras tanto, desde el extranjero, Rajoelina se niega a dimitir y condena la toma de poder. La Unión Africana ha suspendido al país hasta que se restablezca el orden constitucional.
La operación militar y política ha provocado un amplio rechazo internacional. La Unión Africana suspendió de inmediato la membresía del país, hasta que se restablezca el orden constitucional, y Naciones Unidas ha calificado el cambio de poder de “inconstitucional”. Mientras tanto, Madagascar continúa enfrentando graves problemas como la alta pobreza, la carencia de servicios básicos, como agua y luz, o la crisis de servicios públicos, en especial lo referido a educación y sanidad.
Fuente: Daily Nation
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