El miedo a los “niños brujos”: la ruina de miles de jóvenes nigerianos (parte 2/3)

28/11/2018 | Crónicas y reportajes

brujeria_infantil-4.jpgLa problemática que rodea a la actuación de la policía va más allá: muchas veces son los propios policías los que creen en esas acusaciones de brujería y en la necesidad de marginar a los que la practican. Pone un ejemplo. Hace poco, un padre acusó a tres de sus hijos, de entre siete y trece años, de ser brujos. Les encerró en un cuarto de almacenamiento sin comida y sin apenas ventilación. A pesar de que el casó fue denunciado en mayo, la policía no ha tomado medidas contra el padre. Otro ejemplo ilustrativo es el de un padre que, después de culpar a su hija de tres años de ser una bruja y provocarle quemaduras de segundo grado, fue puesto en libertad por un tribunal incluso después de haber confesado los hechos.

La BRCI, la organización para la que trabaja este abogado, está especializada en casos de menores cuyos derechos han sido vulnerados y dirige un refugio para menores víctimas de este tipo de acusaciones. La falta de recursos dificulta las labores de la organización, que depende en parte del trabajo realizado por voluntarios. La escasez de personal se traduce en la necesidad de realizar una criba de todos los casos recibidos, tras la cual solo las denuncias más graves son investigadas. Para Ibor resulta decepcionante que el Ministerio de Desarrollo Sostenible y Bienestar Social les haya obligado a pagar 20, 000 nairas (48 €) para aprobar la puesta en funcionamiento del refugio, una iniciativa que Ibor considera debería estar financiando el Ministerio.

Son muchos los casos que han estado paralizados durante años debido a que los acusados se dan a la fuga una vez obtienen la libertad bajo fianza, o a que resulta imposible celebrar un juicio si no está presente el número obligatorio de asesores judiciales – en huelga durante meses por el impago de sus salarios.

“En los últimos ocho años, no ha habido ni una sola condena a pesar de todas las denuncias que la policía ha recibido contra los autores de dichos crímenes y contra las iglesias. Esto significa que hay algo esencialmente erróneo en la manera en que funciona el sistema.” Ibor cree que la falta de condenas a estos crímenes tiene como consecuencia que las personas crean que se puede acusar y atacar a los niños impunemente. Culpa a los falsos profetas, o religiosos estafadores, de manipular el miedo de las personas a lo sobrenatural.

En el delta del Níger, una zona de Nigeria especialmente pobre y en el que la renta media diaria apenas supera el dólar, los congregados son más dados a tragarse cualquier profecía que explique su precaria existencia y su mala suerte. “Nigeria es uno de los peores lugares en los que criar a un hijo debido a las llamadas religiones de paz, que son en realidad las causantes del 80 % de nuestros problemas”, asegura Ibor. “Las iglesias han bloqueado y menospreciado nuestras leyes, dejándolas en segundo lugar por detrás de las escrituras religiosas”.

Diana-Abasi Udua Akanimoh, que trabaja para la organización religiosa local Way to Nations, explica que muchas iglesias y sus congregados interpretan literalmente el pasaje de la biblia del Rey Jacobo que reza “No dejarás con vida a la hechicera”. “Siendo nosotros mismos cristianos, creímos que podríamos luchar contra la convicción de que la brujería existe dado que, como ellos, creemos en Dios, pero no creemos que la Biblia se escribiera para hacer daño a las personas”, dice Akaminoh. “Les decimos que conocemos las escrituras tanto como ellos, pero que deben haber malinterpretado algunas partes que luego han utilizado para hacer daño a otras personas”.

El papel de la iglesia

El pentecostalismo se extendió por toda Nigeria en los años 70. Se dice que la región del delta del Níger tiene más lugares de culto por kilómetro cuadrado que cualquier otro lugar en la tierra. Esta forma de cristianismo se construye alrededor de la idea de que, si no tienes éxito en la vida, entonces es posible que los causantes sean unos entes maliciosos.

Este sistema de creencias no debe ser reducido a un conjunto de supersticiones africanas anticuadas. Las iglesias pentecostales también encuentran su público entre los ciudadanos de Estados Unidos y Reino Unido. En realidad, los líderes del pentecostalismo nigeriano han emulado a sus homólogos teleevangelistas estadounidenses.

Muchas iglesias pentecostales de la región del delta del Níger ofrecen el servicio de liberar a esas personas poseídas de su vínculo con la brujería, siempre a cambio de honorarios. Joy es una de esas personas. Como un boxeador en el ring, alza sus manos para cubrir su cara. Tres pastores rodean a la joven, y se turnan para abofetearla y pellizcar sus orejas y su estómago. La joven de 15 años ha sido acusada de brujería, y esta noche le practicarán un exorcismo en una iglesia de Calabar.

Uno de los pastores sujeta con firmeza el sarong irisado anudado con fuerza en la espalda de la niña. Actúa como un ancla para impedir que se escape o que se haga daño a sí misma. Esta tarde, una niña a quién también le practicaba un exorcismo, ha tirado un atril de cristal. “Tu ropa está en llamas, tu cabeza está en llamas, tu estómago está en llamas”, gritan los religiosos mientras le hacen dar vueltas en el interior de la iglesia. Joy intenta zafarse, pero no hay escapatoria.

La mujer que ha seleccionado a los cuatro niños a los que se realizará el exorcismo esta tarde, de entre los cuales el más joven tiene ocho años, es la sacerdotisa Eunice Emmanuel. “Dios me ayuda a identificar a los niños poseídos”, explica antes de que den comienzo las sesiones de esta tarde. “Después les sometemos a la liberación, por medio de la cual expulsamos a los espíritus malvados que les poseen y los niños se convierten en nuevas criaturas.” Es como si un loco recuperara la cordura. Eunice dice que un exorcismo puede durar unos 10, 20 minutos, o incluso más. Todo depende del tipo de fuerza que posea al hechicero. En el caso de Joy, el proceso dura más de media hora.

Según la niña, el espíritu le dice “Destruye”. Joy llora, con las manos cubriéndole la cara y doblada de dolor. Eunice sigue bombardeando al espíritu con preguntas. “¿Cómo destruyes? ¿Vas a un aquelarre? ¿Eres una Bruja? ¿Bebes sangre? ¿Te alimentas de carne humana? ¿Matas?”, sigue la religiosa. Joy termina por gritar, “He destruido a una persona”. Tan solo una vez se ha derrumbado sobre el suelo, se considera que la liberación ha sido un éxito. Mientras yace inmóvil hecha un ovillo en el suelo, los sacerdotes que la observan desde arriba dejan asomar una sonrisa.

Los líderes de estas congregaciones pueden llegar a cobrar lo equivalente a la renta anual (más de 400 €) por realizar un exorcismo. “Pero nosotros no cobramos”, asegura la sacerdotisa. “Yo no tengo un precio”. Añade, sin embargo, que la parroquia acepta donaciones de agradecimiento para ayudar con el pago de la gasolina para el generador y el alquiler.

Según el abogado, Ibor, este caso es la excepción, no la regla. “Es un atraso que en el siglo en el que vivimos las iglesias se establezcan con fines económicos y que propaguen la ignorancia y la maldad”, se lamenta. “El gobierno debería hacerse responsable de proteger a la sociedad de personas que montan un negocio para destruir a nuestros hijos. Sin embargo, no hace nada para impedirlo.”

El ministro del estado de Cross River, Oliver Orok, asegura que el gobierno no está al corriente de dichas prácticas.” “Si este tipo de actividades salieran a la luz, se tomarían medidas en contra de esas iglesias, de sus fundadores y de sus profetas”.

Ibor asegura que, hasta la fecha, la investigación de muchas iglesias por parte del gobierno sigue pendiente y que, en repetidas ocasiones, el ministro Orok ha ignorado preguntas que se le han hecho acerca del estado de dichas investigaciones.

Ebe Ukara, un funcionario del Comité para la Implementación de los Derechos del Niño en Akamkpa, quiere aclarar que no todas las iglesias pretenden engañar a sus congregados. Pero comenta que, en algunos casos, incluso cuando se trata de personas infectadas con VIH, estos profetas culpan a la brujería y les dicen que acudan a sus iglesias en vez de ir al hospital.

Ukara asegura que el 60 % de los casos de abusos a menores que pasan por su mesa tienen una conexión con las acusaciones de brujería y han sido impulsadas por las declaraciones de un pastor. Según ella, se están generando beneficios a base de usar a los niños, los sujetos más vulnerables y fáciles de culpar, como cabezas de turco. “Aunque no me pasara nada, podrían decirme que hay alguna fuerza atacándome”, dice Ukara. “Lo siguiente sería que me echarían aceite por encima, y me pegarían”. “Las palizas se utilizan para conseguir que el niño confiese algo que ni sabe ni siente”.

Marc Ellison

Los nombres de los niños han sido modificados para proteger sus identidades.

Fuente: Aljazeera

[Fundación Sur]

[Traducción y edición, Mariana Entrecanales]


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