El límite de los mandatos y la no retroactividad en África

6/02/2012 | Opinión

Después de Campaoré y de Wade, ¿quién será el siguiente?

El Consejo constitucional senegalés ha dado vía libre a 14 candidaturas para postularse por la magistratura suprema el próximo 26 de febrero. Evidentemente, Abdoulaye Wade, el gran gurú del Partido Democrático de Senegal (PDS), forma parte de los favoritos para las próximas presidenciales. También han sido autorizados a ir a por la conquista del sillón presidencial Macky Sall, Idrissa Seck y Cheick Tidiane Gadio, antiguos dignatarios del poder reconvertidos en la oposición, y cuyas candidaturas fueron criticadas desde las filas del Gobierno. Al menos esta vez, el Consejo se ha esforzado en justificar algunas de sus decisiones mediante argumentos, tal y como se lo había solicitado cierta opinión tanto nacional como internacional.

Sin embargo, se ha negado a aclarar el misterio sobre la naturaleza irregular que ha alegado sobre las firmas de apoyo a la candidatura de Youssou N’Dour. Por consiguiente, el cantante ha clamado por lo que considera traición y maniobra política. Además, la alta jurisdicción ha sentenciado como infundado el recurso del PDS, considerando que no está probada la violación de la legislación fiscal de la que se acusa a los tres adversarios. Ha sido especialmente prolífica en las razones que apoyan su decisión de confirmar la legalidad de la candidatura del presidente senegalés. Invocando el principio jurídico de la no retroactividad que tiene por objeto que cualquier disposición jurídica sólo sea válida en el periodo siguiente a su aprobación, el grupo de cinco magistrados juzgó inadmisibles los numerosos recursos presentados contra la muy polémica candidatura.

Repiten así lo que sus colegas burkineses hicieron al validar candidatura del presidente Blaise Campaoré en el año 2010, mientras que se habían dado varios pasos para oponerse. Así las cosas, la jurisprudencia de Burkina Faso ha hecho escuela en el país de la Téranga (término wolof para decir hospitalidad). El jefe de Estado senegalés ya se había basado en el caso burkinés en su intento de justificar la pertinencia de su candidatura. Se inspiró pues en el ejemplo burkinés, seguro de que los jueces del constitucional están bajo control. Al copiar a su homólogo burkinés, al que no duda en citar como ejemplo a seguir, Wade contribuye a alargar la lista de amañadores de la Constitución.

Y al parecer, la estrategia ha sido tan sabiamente elaborada que la oposición y la sociedad civil a menudo es incapaz de percibir nada. Haciendo a veces prueba de una falta de atención asombrosa, estás últimas siempre acaban cayendo en la trampa para tontos que el poder les tiende. Generalmente, todo empieza por un proyecto de revisión de la ley fundamental, siempre impulsado por el beneficiado, en este caso el Jefe de Estado, al que las filas de enfrente no han sido capaces de plegar. Entonces éste se encuentra en una delicada situación en la que se ve casi obligado a luchar contra molinos de viento, intentando en vano impedir que se valide una candidatura del resto que no está prohibida por la versión en vigor de la Constitución.

Sólo una vigilancia contra toda prueba puede evitar que la oposición política no se resigne con los argumentos basados en los aspectos morales o éticos de la democracia, los cuales, la mayoría de las veces no aguantan el tipo ante los razones de peso que subyacen tanto en la forma como en el espíritu de la ley. No obstante, con su aprobación, las vías de modificación constitucional que deben ser aprobadas por los ciudadanos, el Jefe de Estado o la Asamblea, siempre han sido conscientemente intimidados por el régimen en el poder. Generalmente con mayoría en el Parlamento y controlando todas las etapas del proceso de voto refrendario, el partido en el poder termina siempre por salirse con la suya en mayor medida en una fase o en otra.

El hijo de Kébémer tiene fácil tomar mal ejemplo de su hermano y amigo Zanieré, cuya receta ya ha probado tener éxito. Incluso se puede temer que estos dos pioneros en la tema se erijan en promotores de esta vergonzosa práctica que consiste en que, al cabo de una mandato considerado el último, modificar la Constitución para poder reengancharse valiéndose de la no retroactividad. Los dos cantores, burkinés y senegalés, podrán en todo caso estar seguros de que a su capilla no les faltaran fieles, mientras los signos de bulimia por el poder sea numerosos sobre el continente negro. Incluso algunos presidentes electos en favor de una alternancia democrática empiezan a sorprenderse por el celo que emplean para reprimir cualquier protesta. Una prontitud y una facilidad para doblegar al adversario que no deja de preocupar debido a su capacidad de mantener su promesar de aplicar más que las disposiciones constitucionales actuales.

Gorgui, el adversario histórico y eterno, de las primeras horas de su país, había prometido con la fuerza de persuasión por el que se le conoce, que no solicitaría más de dos veces los votos de sus conciudadanos. La constatación es por lo tanto muy amargo a día de hoy, en que el brillante político y jurista sin igual ya no es reconocible. Preparado para todas las maniobras, las combina de las maneras más degradantes con tal que quedarse en la jefatura del Estado. Después de Campaoré y de Wade, ¿cabe preguntarse quién será el siguiente?

(Le Pays, Burkina Faso, 31-01-12)

Traducido para Fundación Sur por Simón Pierre Talula.

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