El levantamiento de sanciones de Naciones Unidas no resolverá los problemas de Eritrea

27/11/2018 | Opinión

isaias_afwerki.jpgAl haberse librado de las sanciones internacionales, es improbable que el régimen de Eritrea cambie sus formas represivas en el país.

El 14 de noviembre, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) acordó por unanimidad levantar las sanciones que impuso a Eritrea con la Resolución 1907.

La medida, que incluía un embargo internacional de armas, prohibiciones de viajar y el congelamiento de activos de funcionarios eritreos de alto perfil, había estado vigente desde 2009, cuando la ONU acusó a Eritrea de apoyar a grupos armados en Somalia, algo que el régimen de Asmara siempre negó.

Las naciones de África Oriental y la comunidad internacional acogieron con satisfacción la decisión del CSNU, que surgió a raíz de un histórico acuerdo de paz entre Eritrea y Etiopía.

Si bien el levantamiento de las sanciones es una importante victoria diplomática para el presidente de Eritrea, Isaias Afwerki, es poco probable que signifique un cambio apreciable para los ciudadanos eritreos. De hecho, el régimen continúa manteniendo su propia forma de paralizantes «sanciones» sobre la población en general, limitando sus derechos y libertades. Y no hay signos serios de que estas sanciones vayan a ninguna parte.

Sanciones domesticas

Las personas que viven en Eritrea saben desde hace tiempo que el levantamiento de las sanciones de la ONU no significaría mucho, a pesar del hecho de que el régimen de Eritrea las utilizaba regularmente como justificación de algunos de sus fracasos.

Del mismo modo, el tan celebrado acuerdo etíope-eritreo tampoco logró un cambio importante en la vida de los ciudadanos corrientes. Meses después de su conclusión, el servicio militar obligatorio sigue en vigor y los civiles aún deben trabajar como guardianes de instituciones oficiales como forma de servicio nacional. De hecho, los ejercicios militares y el rearme de civiles se han intensificado en los últimos días.

Es también probable que las paralizantes políticas económicas del régimen sigan vigentes. Los negocios de importación y exportación fueron prohibidos en 2003 y la construcción fue prohibida en 2006. El movimiento de bienes y mano de obra fue severamente restringido y se prohibió a los ciudadanos de Eritrea retirar más de 300 dólares al mes de sus cuentas de ahorro.

Estas medidas extremas paralizaron el sector empresarial del país y ahuyentaron a los inversores. Esto, además de una fuga masiva de cerebros causada por las políticas represivas del régimen, despojó a la nación de las personas con más talento y emprendedoras.

Como resultado de estas políticas, e independientemente de las sanciones de la ONU, los eritreos que tenían el potencial de invertir y desarrollar negocios se fueron a otros países africanos y los extranjeros simplemente no veían el país como un entorno seguro de inversión.

El acuerdo de paz y acercamiento con Etiopía tampoco han favorecido mucho al puñado de empresas de Eritrea que quedan hasta el momento. De hecho, la normalización condujo a una «invasión» informal de negocios etíopes.

Los etíopes ahora pueden entrar en Eritrea y vender libremente sus productos en las calles, participando en el mercado abierto sin pagar impuestos ni tener que adquirir costosas licencias. Incluso para su pan de cada día, los eritreos dependen ahora de productores etíopes. Como resultado de este acuerdo comercial altamente desequilibrado e injusto, ningún negocio Eritreo logró prosperar después del acercamiento con Etiopía.

En este contexto, la única esfera económica que podría, probablemente, beneficiarse del levantamiento de sanciones de la ONU sería la minería. Pero es improbable que los ingresos de esa industria lleguen a los eritreos comunes, ya que el régimen mantiene un control estricto sobre los contratos mineros y las ganancias.

Un Afwerki envalentonado

Algunos expertos han expresado esperanzas de que el acuerdo de paz con Etiopía y el levantamiento de las sanciones de la ONU podrían introducir cambios en los asuntos internos del país. La ausencia de un conflicto con Etiopía y alguna forma de rehabilitación internacional dejan aparentemente al régimen de Eritrea sin ninguna excusa para continuar su represiva militarización de la sociedad. Pero estos importantes desarrollos diplomáticos podrían, también, tener el efecto contrario. Podrían alentar al presidente Afwerki a seguir gobernando el país con puño de hierro e incluso animarle a reforzar aún más su control sobre el poder. Después de todo, ninguno de estos avances diplomáticos se realizó a cambio de concesiones en materia de derechos humanos o reformas políticas internas.

Durante las dos últimas décadas, siendo un paria a los ojos de la comunidad internacional, Afwerki confiaba en sus leales comandantes militares para ayudarlo a mantenerse en el poder. Sin embargo, ahora ha conseguido un aliado poderoso y ampliamente popular en la persona del primer ministro etíope, Abiy Ahmed.

Con Ahmed de su lado, y con cada vez mayor respaldo internacional, ya no siente la necesidad de consultar, incluso a sus más fieles comandantes, al tomar decisiones. Ahora mismo, èl solo sin ayuda de nadie, está firmando tratados y decidiendo la fe de una nación de más de 5 millones de habitantes.

Desde el acuerdo de paz, Afwerki ha visitado Etiopía tres veces y Ahmed vino dos veces a Eritrea. Los dos líderes se reunieron dos veces más, una en los Emiratos Árabes Unidos y otra vez en Arabia Saudita, para recibir premios. Sin embargo, los resultados de estas reuniones, al igual que los detalles del acuerdo de paz entre los dos países, nunca han sido compartidos con el pueblo de Eritrea.

Afwerki había priorizado siempre la política regional sobre los asuntos internos y, hasta ahora, nada parece haber cambiado. Parece que está aun más preocupado por su propia posición internacional y sus ambiciones regionales que por mejorar la suerte de su gente en casa.

Todavía tiene viejos asuntos que fijar en Etiopía, especialmente con la vieja guardia del Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF). No es improbable que Afwerki haya desempeñado un papel indirecto en los recientes arrestos de antiguos altos funcionarios de TPLF.

Así, el acercamiento con Etiopía ha brindado al líder de Eritrea la oportunidad de perseguir sus grandes ambiciones regionales a costa del pueblo de Eritrea. La decisión de la ONU de la semana pasada le permitirá probablemente hacerse más aceptable ante la comunidad internacional y acercarse un paso más para convertirse en un actor regional influyente y aceptado internacionalmente.

A la luz de todo esto, los eritreos tienen pocas razones para celebrar el levantamiento de las sanciones que probablemente no beneficiarán a nadie más que al propio Afwerki. Lo que el pueblo de Eritrea realmente necesita que haga la ONU es presionar al régimen de Eritrea para que levante las devastadoras sanciones que ha impuesto a su propio pueblo.

Abraham T Zere

* Abraham T Zere es el director ejecutivo de PEN Eritrea en el exilio.

Fuente: Al Jazeera

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[Fundación Sur]


Artículos relacionados:

El levantamiento de las sanciones impuestas a Eritrea «no es suficiente»

Un sacerdote de Asmara indica que el régimen de Eritrea sigue siendo un estado-prisión

Un paso hacia la paz entre Etiopía y Eritrea

Eritrea se une a Arabia Saudita y sus aliados en el tema de Qatar

Qatar Airways suspende sus vuelos a Eritrea

Eritrea y la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos

Eritrea da la espalda a la llamada de entendimiento de Etiopía

Eritrea celebra el aniversario de la victoria sobre Etiopía

Eritrea emite una queja formal al Consejo de Seguridad por la agresión militar de Etiopía

Asmara culpa a Washington del choque fronterizo de Eritrea con Etiopía

Recordando el caso de Eritrea y Etiopía

Etiopía-Eritrea: la apatridia y la sucesión de Estados

1 de septiembre de 1961: comienza la Guerra de Independencia Eritrea

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster