En todas las sociedades de ayer y de hoy se plantea el problema de la justicia. De qué es justo y de lo que es injusto; de la sabiduría del que debe juzgar, que debe estar por encima del interés, o del miedo a las consecuencias, que para él pueda tener una sentencia en la que el poderoso pierda y pueda vengarse.
En África encontramos bastantes cuentos que nos hablan de la justicia. En la mayor parte de ellos, el personaje encargado de impartir justicia es un animal al que se le atribuyen las cualidades de inteligencia, como a la liebre, o prudencia como a la tortuga. En el cuento de hoy, que me llega de Burundi, aparecen la Muerte y el Chacal enzarzados en una querella que los opone. Ambos piden a un Hombre que juzgue quién de los dos tiene razón.
Este cuento nos trasmite un mensaje bien actual sobre la justicia, y los que tienen que aplicarla: los jueces. Nos dice que el juez justo debe ser un hombre íntegro al servicio de lo justo, que debe olvidar su interés personal y dictar sentencia sin tener miedo a las consecuencias que pueda tener para él. El juez de nuestro cuento aparece como el modelo a seguir, un hombre dispuesto a no doblegarse ante el más fuerte, que debe dictar una sentencia justa aunque le cueste la vida.
Un día, Ngoma ya Sacega encontró a la Muerte y al Chacal discutiendo acaloradamente. La Muerte decía: -Soy yo el que gobierna a los hombres, mato a quien quiero”.
La fiera contestó: -¡Tonta! No eres más una depredadora como otros. El que gobierna a los hombres es Dios, Él es el que crea. Cuando se mueren diez, nacen ciento y si se mueren ciento, nacen mil. ¿Cómo puedes decir que eres tú quien gobiernas a los hombres?
Siguieron discutiendo hasta que vieron a Ngoma ya Sacega y le dijeron: -¡Hombre! ¿No puedes reconciliarnos?
-¿Queréis que medie entre vosotros? ¡Esperadme! Voy a informar al Rey, volveré a dictar sentencia, sea mañana o pasado mañana.
Ngoma fue y dijo al Rey: -Me voy a dictar sentencia. Déme el bastón de justicia y unos ancianos íntegros, para que vengan a escuchar el fallo que voy a dar. El Rey le dio el bastón de justicia y los bashingantahe – los hombres íntegros- que había pedido y le dijo: -¡Vete y dicta una sentencia justa!
Se fueron y hallaron a la Muerte y el Chacal discutiendo todavía. Ngoma ya Sacega dijo: -¡Alto! ¡Alto! Donde hay hombres no se improvisa ante lo que divide.
Venid y contadnos el objeto de vuestro litigio para que podamos dictar una sentencia justa.
La Muerte empezó, diciendo: -Lo que me opone a este Chacal es que no quiere admitir que soy yo quien gobierna a todos los hombres. ¡Si quisiera los exterminaría!
Ngoma ya Sacega preguntó: -Y tú, Chacal ¿qué dices?
-Yo digo que Dios es el más poderoso, es el que gobierna a los hombres, el que crea.
Ngoma ya Sacega se dirigió a la Muerte:-“Muerte, ¿dices que tú eres quien gobierna a los hombres y que si quisieras los exterminarías?
La Muerte respondió: -¡Así es!
-¿Lo sostienes? -¡Si, es lo que he dicho!
-¡Quédate allí!
-Y tú, Chacal ¿no dices que Dios es el más poderoso, el que gobierna a los hombres, el que crea?
– ¡Sí, eso he dicho!
Entonces, Ngoma ya Sacega se dirigió a la Muerte:
– “Muerte, pierde usted el proceso. ¡El más poderoso es Dios!”
La Muerte respondió: -“¿Me golpeas con el bastón de justicia en la frente? ¡Ya verás! Diciendo esto saltó sobre juez y le hincó los dientes en el cuello.
Mientras Ngoma ya Sacega se estaba muriendo, se dirigió a los hombres que estaban allí: “!Bashingantahe, pronunciad siempre una sentencia justa! ¡Aunque tengáis miedo y os cueste la vida, no pronunciéis un fallo injusto o de apaño!
Cuando acabó de decir eso, se murió y los bashingantahe lo enterraron. Después volvieron a la Corte para devolver el bastón de justicia, como el juez les había pedido antes de morir.
Contaron al Rey como Ngoma ya Sacega dictó sentencia contra la muerte y esta le mató.
El Rey les dijo: -“Tomad este bastón e id a construirle un palacio, que se llamará Tribunal.
Los bashingantahe construyeron un palacio para el bastón de justicia, que aun se encuentra en el Tribunal.
Este es el legado de Ngoma ya Sacega: “Mushingantahe, hombre íntegro, quien quiera que seas, no temas dictar una sentencia justa aunque debas morir.”
(*) Recogido por André Nyandwide. T