Cuando Joseph Thomson, el explorador escocés que hizo la primera crónica escrita de los lagos de la región, llegó al lago Naivasha, en lo que hoy es Kenia, lo describió como un verdadero paraíso de ibis, pelicanos, aves acuáticas y muchos otros animales de diversas clases. Durante muchos años fue uno de los lugares más impolutos de la naturaleza, albergando una diversidad biológica única en el mundo.
Sin embargo, especialmente desde los años 80, este lugar único parece sufrir una agonía muy dolorosa que ha sido causada por diferentes factores. Las orillas del lago son una ubicación ideal para la floricultura. Enormes invernaderos rodean partes del lago y, aunque producen una enorme riqueza y dan trabajo a miles de personas, también están contaminando las riberas del lago debido al uso continuo y extensivo de pesticidas y de fertilizantes, al mismo tiempo que necesitan grandes cantidades de agua para llevar a cabo una explotación industrial. Algunas compañías intentan hacer algunos proyectos de reciclaje hídrico, pero no es suficiente para las necesidades de un hábitat tan extenso.
El crecimiento de los asentamientos humanos es también difícil de controlar, especialmente teniendo en cuenta que los grandes invernaderos dan trabajo a miles de personas y por tanto surgen nuevas poblaciones e incluso barrios marginales alrededor de tales industrias. El lago también se ha visto invadido por especies foráneas, que han roto el delicado equilibrio ecológico: una de estas especies es una rata gigante llamada coypu que ha hecho estragos en los abundantes bancos de papiros, los cuales normalmente son filtros naturales y estabilizadores del PH del agua. Hoy dia se considera que sólo queda un 10% de la extensión que solía haber de papiros.
Además de esta situación, el nivel de agua en el lago ha descendido siguiendo el descenso en el caudal de los ríos y arroyos que desembocan en el lago. La deforestación de grandes zonas de bosque en un área de 2000 Km² unida a las malas políticas de asentamientos (asociada a temas étnicos que están causando tensiones dentro del gobierno nacional) está afectando claramente a la cantidad de agua contenida en el lago y al final quien paga es la naturaleza y el futuro de este hábitat tan peculiar.
El resultado final de tantos factores no es otra cosa que el claro deterioro de la calidad del agua – en algunas zonas son notorios los niveles de contaminación – y con el paso del tiempo se hace más difícil el poder volver a los niveles de salubridad de hace algunas décadas. Si ahora mismo es la naturaleza la que sufre, con el tiempo sentirán las consecuencias también los grupos humanos que hasta ahora parecen tan poco interesados en salvar la situación.
Otra historia muy similar se podría contar del Lago Nakuru, no muy lejano del de Naivasha, y en este caso la situación está agravada por el hecho de los miles y miles de flamencos que viven en sus orillas y la gran cantidad de fauna salvaje que depende de sus acuíferos. El día que se acabe este entorno se acabarán también los turistas que son una de las mayores fuentes de ingresos del país. Es la triste realidad de una naturaleza que se ve amenazada por la codicia humana, la lentitud de las administraciones y los muchos intereses que hay en juego. Al fin y al cabo, la explotación masiva de estos recursos tan delicados es pan para hoy y hambre para mañana.
Original en: http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php