El hambre, como el empobrecimiento, el cambio climático y muchas enfermedades son consecuencia de acciones humanas.

13/02/2017 | Editorial

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Se puede acabar con el hambre. Podemos liberar a la humanidad de la mayor causa de muerte en la Tierra, como es el hambre.

Existen alimentos para todos. Pero el comportamiento de gobiernos y de las grandes empresas está lleno de contradicciones. Mientras se producen alimentos para casi el doble de la población mundial actual, lo cual supone un ritmo insostenible de explotación de recursos, se tiran a la basura un tercio de los alimentos producidos. Además se dejan a millones de familias campesinas en una situación de subsistencia.

“Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana” (LS 193)

Hoy muere más gente por hambre, que por el sida, la malaria y la tuberculosis juntos. Esta tragedia, que todavía hoy afecta a 800 millones de personas, se puede evitar, porque está causada por acciones humanas.

Esto ocurre porque consentimos que los poderes políticos y financieros actuales consideren los alimentos, la salud y el desarrollo humano, como un negocio y no como derechos humanos fundamentales. El centro de atención no es el ser humano y su dignidad, sino el lucro a costa de los demás.

Estos poderes tienden a producir todo a nivel industrial, para la mayor ganancia posible, esclavizando en el proceso a menores y adultos con trabajos inhumanos, aunque haya que tirar a la basura un tercio de los alimentos sobrantes.

El hambre, como el empobrecimiento severo y la mayor parte de las enfermedades pueden ser evitadas y superadas. Necesitamos gente comprometida. Si no se hace es porque no lo queremos. Con nuestras “ayudas”, solo llegamos, a poner “parches” al hambre, las enfermedades y la pobreza. Necesitamos ir más lejos y sanar las raíces profundas del mal.

Resulta casi increíble el escuchar a médicos informándonos que algunas pandemias en África, como: la gripe aviar, la epidemia del ébola (2014-16), la malaria e incluso el virus del sida, han sido causadas y multiplicadas por acciones humanas, particularmente de poderes financieros y farmacéuticos, para aumentar sus ganancias.

Lo que si es cierto que cuando alguna epidemia como el ebola nos afecta de cerca, pronto encontramos el remedio. Mientras que cuando una gripe aviar, la malaria o el hambre afectan a millones de personas que están en África y en otros continentes, esa tragedia humana que estamos provocando, nos deja indiferentes.

Debemos desarrollar una mentalidad y modelo de producción y de consumo que permita disfrutar de los recursos naturales de forma justa, responsable y sostenible, para facilitar el acceso a los alimentos, medicinas y servicios, a todos los habitantes del planeta.

Las muertes violentas suponen ya la segunda causa de fallecimiento en Sudáfrica y en otros países africanos. ¿Quién es responsable de este negocio oculto de armas, que causan violencia y muerte en tantos pueblos africanos? Si queremos podemos evitar la mayor parte de las muertes violentas.

Nos hace falta una buena dosis de honestidad, de madurez humana y de responsabilidad, para superar las pretensiones y la hipocresía en nuestra vida, en las relaciones y en nuestras políticas económicas.

Lo dice muy bien el papa Francisco: “El que todos puedan comer y vivir con dignidad implica, la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los podres, practicando al mismo tiempo los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos.” AE.nº 188.

En este momento, no pasaríamos el examen ante la humanidad, ante la historia, ante nuestros hijos y nietos.

Salvar a la familia humana del hambre, del empobrecimiento, de muchas enfermedades, y de la destrucción del planeta, realmente está en nuestras manos, pues la parte del Creador está asegurada.

Mientras haya muchos como “Richard Branson”, con sus privadas “Mosquito Island”, en las Islas Vírgenes británicas, o muchos “Donal Trump”, con sus torres y aviones privados, será difícil que haya lo necesario para cubrir las necesidades básicas de la gran mayoría.

Ya el profeta Amos lo afirmaba así: “No saben obrar rectamente, atesorando en sus palacios rapiñas y despojos.” Am.3,10

En todas las Instituciones: gobernantes, empresariales, políticas, culturales, religiosas, fundaciones y asistenciales, tenemos nuestros “palacios”.

La solución, como siempre, está en manos del pueblo, en nuestras manos, si UNIDAS!

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