Pocas mujeres souiries (Essaouira, Marruecos) llevan todavía el haïk que representa uno de los componentes del rico patrimonio de vestimentas de Marruecos.
Símbolo del pudor y la decencia, esta prenda, que ocupaba un lugar importante en la sociedad, ha caído en desuso, desaparece poco a poco, dando paso, a la influencia de la globalización en la ropa proveniente de los países occidentales, Oriente Medio o de los países musulmanes.
Sólo unas pocas mujeres mayores, celosas de sus tradiciones, llevan aún con orgullo el haïk, símbolo de su apego a la tradición.
Hajjah Amina, natural de Esauira y de las pocas mujeres en Essaouira que todavía llevan esta vestimenta ancestral, comenta que el haïk es un “vestido” urbano marroquí de gran sencillez y sobriedad en contraste con la ropa usada para fiestas u otras celebraciones. Se trata de una larga “manta/capa” de lana con rayas azules transversales en la parte inferior. Finamente bordado, el haïk se une bajo los brazos y el resto de la tela pasa dos veces alrededor de la cabeza.
Para Hajja Amina, este velo tenía un aspecto práctico ya que era fácil de llevar, se mantuvo durante siglos como el atuendo femenino por excelencia, lo que permitió reafirmar diariamente el compromiso de las mujeres con su identidad, sus valores culturales y tradicionales. También es, según ella, un elemento indispensable de la naturaleza conservadora de la sociedad de Esauira.
Hajjah Amina observa con amargura que haïk, que es también un referente cultural, forma ahora parte del pasado y tiende a perderse y ser reemplazado por otras vestimentas y hace un llamamiento a la promoción y rehabilitación de esta típica vestimenta, ahora en peligro de extinción, mediante la restauración de su verdadero valor y dándole una segunda vida para que siga siendo un orgullo para toda la ciudad. Para ello, pidió la integración del haïk en la artesanía de la ciudad para mostrar a las nuevas generaciones este hábito tradicional, que daba una cierta elegancia y encanto especial a las que lo llevaban.
Hajjah Amina lamenta que el hecho de llevar el haïk sea mal interpretado o mal entendido por algunos y, especialmente los extranjeros, que ven en ello una práctica intrusiva a la dignidad y la igualdad entre hombres y mujeres, o incluso un símbolo de subdesarrollo.
Por su parte, Zineb, una activista de la comunidad en Essaouira, señala que el haïk casi ha desaparecido en las grandes principales ciudades y que sólo se ve raramente en ciudades como Chefchaouen y Essaouira donde continúa resistiendo a los nuevos hábitos y estilos de vida.
Se debe hacer hincapié en que este hábito ancestral fue destronado por otros y por la djellaba (chilaba) que se lleva en todas las ciudades del Reino. A diferencia del haïk, la djellaba ha sobrevivido a todos los cambios sociales y se ha convertido en omnipresente.
Nuestra interlocutora señala que la adopción de vestimentas «modernas» es una de las manifestaciones de la evolución de Esauira, de la sociedad marroquí y de la apertura a otras culturas.
A pesar de que se ha convertido convirtió en un hecho excepcional ver cruzar una calle en la ciudad de los vientos alisios a una mujer vestida con el haïk, esta prenda ha inspirado a muchos poetas, pintores y fotógrafos y todavía está presente en la memoria y los recuerdos de los souiris nostálgicos de los viejos tiempos.
menara.ma
Fundación Sur