El género en África: prioridad de la agenda internacional para el desarrollo (2/2)

13/11/2020 | Crónicas y reportajes

La violencia de género sistémica y cultural

Con violencia de género, el libro de Nicholas D. Kristof y Sheryl WuDunn La mitad del cielo: convirtiendo la opresión en oportunidad para las mujeres de todo el mundo hace referencia no sólo a la violencia doméstica y a las formas institucionales de impedir el acceso de la mujer a ciertos derechos, sino a aquellas prácticas culturales que ejercen violencia física sobre la mujer por el mero hecho de ser mujer. Entre estas prácticas se puede destacar la Mutilación Genital Femenina (MGF) o el matrimonio infantil, que tienen gran presencia en el continente africano. Por otro lado, la situación de guerra en muchos países africanos hace que la violación se convierta en un arma de guerra, una forma de socavar y derrotar al enemigo y que sitúa a la mujer en una situación de riesgo extremo.

Por un lado, la OMS estima que entre 100 y 140 millones de niñas y mujeres han sufrido la Mutilación Genital Femenina en todo el mundo, siendo África responsable del 85 % de estos casos. Además, actualmente más de 3 millones de niñas corren el riesgo de ser mutiladas en el continente africano.

Asimismo, determinadas prácticas culturales que emanan de la idealización de la virginidad de la mujer también generan formas de violencia física sobre ellas. En países como en Etiopía, un hombre puede violar a una mujer y no ser procesado legalmente si después decide casarse con ella. Muchos hombres usan esto para coartar a las familias a aceptar el matrimonio, sobre todo si las mujeres se han negado a ello anteriormente, alegando que la reputación de la mujer no le permitirá contraer matrimonio en un futuro.

mujer_mercado_tomates_cc0-4.jpgAdemás, en varias sociedades africanas se practica el levirato, práctica que consiste en que cuando una mujer enviuda, se case con un hermano de su difunto esposo. Esta obligación social despoja a las mujeres de la posibilidad de heredar los bienes de sus maridos. Aunque antiguamente fuese concebida como una práctica para proteger a las viudas en el seno de la familia, existen testimonios que revelan que los hombres se apoderan de las parcelas de tierra y del ganado, y luego los revenden para obtener dinero, y terminan abandonando a la mujer sola con sus hijos.

Esto se acentúa en situaciones de conflicto armado y guerra, en los que se usa la virginidad de la mujer como una posesión social a proteger por toda la comunidad. La responsabilidad de protegerla es, por tanto, de los líderes hombres de la comunidad y, en caso de fracasar, se ve como una derrota del conjunto. Además, estas formas de violencia contra las mujeres no suponen casos aislados o marginales, sino que, particularmente en sociedades conservadoras asoladas por la guerra, las violaciones en masa constituyen una poderosa arma de guerra. Como señalan Kristof y WuDunn, “la violación tiende a socavar las estructuras tribales de los grupos a los que pertenecen las víctimas, porque los líderes pierden autoridad cuando no pueden proteger a las mujeres”.

El excomandante de Naciones Unidas Patrick Cammaert afirmó que:

Probablemente se ha vuelto más peligroso ser mujer que soldado en un conflicto armado«.

Finalmente, África Occidental y Central tienen las tasas más elevadas de matrimonio infantil, donde más de cuatro de cada diez niñas se casaron antes de los 18 años. Actualmente en África hay 125 millones de niñas que han sido obligadas a casarse antes de cumplir los 18 años. Además de la lacra que esto supone en sí, genera consecuencias que se extienden a toda la sociedad: la reducción de las tasas de alfabetización, una mayor probabilidad de violencia doméstica y de contraer infecciones o VIH y reduce la aportación de las mujeres a la economía nacional.

Mortalidad materna

De acuerdo con las estimaciones más recientes, en el continente africano mueren anualmente cerca de medio millón de mujeres al dar a luz (1 muerte materna/min.); un número importante de ellas (entre 3 y 4 millones) queda con fístulas genitourinarias invalidantes. A pesar de ser uno de los problemas más acuciantes de la Salud Pública Internacional, recibe muy poca atención mediática porque sus víctimas por lo general cumplen tres características: son mujeres, son pobres y vienen de un entorno rural.

En los países industrializados las tasas de mortalidad materna son significativamente menores, ya que sólo mueren 2.400 mujeres en un año. Los avances tecnológicos y la existencia de recursos sanitarios a disposición de la gran mayoría de la población permiten tener estas reducidas cifras. No es, por tanto, una cuestión de falta de las capacidades instrumentales o tecnológicas para luchar contra este problema, sino una cuestión de voluntad política.

Frente a estos datos muchos argumentan que la Salud Pública es deficiente en general en muchos países en vías de desarrollo y que no existe un elemento de diferenciación entre hombres y mujeres. No obstante, en muchos casos, el hombre es percibido como el proveedor del hogar y se puede volver a casar más adelante con otra mujer que le dé hijos. Esto se ve reflejado también en la infancia, cuando muchas familias priorizan el acceso de los niños a los servicios sanitarios que los de las niñas.

Además, la política internacional también afecta la efectividad de la lucha contra la lacra de la mortalidad materna. En muchos casos, los países retiran ayudas a agencias como el Fondo de Población de Naciones Unidas bajo la acusación de fomentar el aborto. Este fue el caso de Bush que, respondiendo a cálculos electorales y a la polarización de las agendas nacionales que existe en torno al aborto, creó toda una política exterior dirigida a reducir los abortos. No obstante, la consecuencia inesperada fue el cese de financiación a múltiples hospitales de fístulas, clínicas maternas y programas de prevención de la mortalidad materna. Es imperativo, por tanto, que haya una coalición del espectro político y un acuerdo que priorice la supervivencia de las madres por encima de consideraciones políticas y electorales.

Conclusión

En definitiva, la lucha por la igualdad de género a nivel mundial pasa por dar solución a la precaria situación de la mujer en África. Las iniciativas en ciertas áreas como en salud o educación son imprescindibles para lograr avances sustanciales en la lucha contra la desigualdad de género. Las mejoras sanitarias son trasversales a los tres pilares que se han tratado en este artículo, dando respuesta a las necesidades sanitarias para luchar contra la mortalidad materna, la desproporcionada presencia del SIDA en África y para tratar las secuelas de quienes ya han sufrido violencia de género. Un esfuerzo conjunto entre salud y educación permitirán prevenir las prácticas, educar sobre las prácticas sociales perjudiciales para las mujeres y acercar la agenda internacional del desarrollo a conseguir los objetivos para las mujeres que sufren estas prácticas todos los días.

Ana María Martín Calderón

[Fundación Sur]


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