El fracaso de la clase media keniana

31/01/2012 | Opinión

Es una buena noticia que los médicos de los hospitales públicos kenianos hayan vuelto al trabajo. En dos ocasiones, mis intentos de socialización durante el pasado fin de semana fueron bruscamente interrumpidos por médicos.

No, no vinieron a manifestarse a mi mesa, aunque podían haberlo hecho.

Por lo visto, la huelga dio a los médicos algo de tiempo libre y tuve la suficiente suerte como para encontrarme con dos de ellos en diferentes momentos.

Estos agradables profesionales charlaron sobre algunos temas verdaderamente inquietantes. El tipo de asuntos que hacen que te sientas culpable cuando llamas al camarero.

Para empezar, los médicos sufren durante años en la escuela de medicina, que no es barata. Cuando se gradúan, son destinados a distintos lugares del país para empezar a recoger los frutos de su duro trabajo.

No obstante, el salario es increíblemente bajo. Si tienen la “suerte” de ser enviados a las áreas marginales, tendrán una asignación de menos de 11 dólares (1000 chelines kenianos) al mes.

Y luego están las condiciones de trabajo. Pésimas, por decirlo de un modo suave. Al ser los fondos destinados a los gastos médicos extremadamente escasos, los hospitales públicos son un gran peligro, tanto para los pacientes como para el personal médico.

No hay agua corriente, guantes, instrumentos esterilizados, trajes, ¡y la lista sigue! En todos los lugares hay escasez de profesionales y los médicos no pueden permitirse ponerse enfermos.

También está el asunto de las horas… muchas horas de trabajo sin descanso necesarias para compensar la escasez de médicos cualificados. Pensé que mis interlocutores me estaban tomando el pelo, pero no, me temo que esta es la triste realidad.

Peces gordos

Luego escuché el discurso del presidente Mwai Kibaki en el Jamhuri Day (el día de la libertad)… pero sólo porque me encontraba comiendo en casa de un líder retirado. El discurso fue, en gran medida, un recorrido por sus logros de los últimos diez años. Estuvo totalmente centrado en su legado.

No obstante, al discurso le faltó una cosa: un GRAN “sin embargo” tras la hoja de resultados. Este humilde “sin embargo” hubiera puesto de manifiesto que el Ejecutivo estaba en contacto con la realidad de los kenianos de a pie.

Un Kibaki más humilde debió haber admitido que lo podía haber hecho mucho mejor, y que aún hay una enorme cantidad de podredumbre en su GRAN gobierno. Mientras él celebra sus logros por el incremento de la recaudación, los peces gordos devoran los recursos de forma incontrolada.

Kibaki no reconoció esto porque no había razón para ello. En línea con el auténtico estilo keniano, encontraría a otro a quien culpar.

Yo me atrevo a culpar al “midriff” [Literalmente, estómago, abdomen], el término peyorativo que empleo para la clase media, la clase que conduce los Toyota. Nada personal contra el exitoso fabricante de coches.

Faltan agallas

Seamos realistas. ¿Se preocupó alguno de nosotros cuando los médicos fueron a la huelga? ¿Y cuando los maestros dejaron de prestar sus servicios? ¿Y cuándo fue el turno de los profesores universitarios, las enfermeras y los empleados del aeropuerto? ¿Qué hay de la huelga prevista en el sector del transporte público por los altos precios del carburante (la huelga “aka matatu”)? Con toda probabilidad, no nos preocupamos…

Y con razón: nuestros empleos administrativos de nivel intermedio vienen acompañados de un seguro médico que nos da acceso a los mejores hospitales privados – por tanto, la podredumbre del sistema público de salud es algo nuevo para nosotros. Nuestros hijos acuden a escuelas privadas – por lo que, la mala gestión del sector educativo es sólo otro escándalo más. Sacrificando algunos lujos, podemos permitirnos continuar conduciendo nuestros Toyotas incluso cuando el precio del carburante alcanzan niveles desorbitados – en consecuencia, tampoco nos afecta realmente el fracaso del sistema público de transporte.

¿Y qué hacemos cuando empeora la seguridad? Nos retiramos a vecindarios cerrados y bloques de pisos y pedimos a la comunidad de vecinos que contrate más guardas.

Nos hemos fallado a nosotros mismos y a las generaciones que están por venir. Nuestro país necesita una revisión del sistema. La élite está satisfecha con el statu quo, y esta es la razón por la que los políticos continuaran limitándose a hacer pequeñas modificaciones en la Constitución de Kenia. Los pobres no tienen la fuerza necesaria para forzar un cambio y a la clase media nos faltan agallas.

Hasta que nuestra burbuja explote, el país continuará girando en un vertedero de políticas irreflexivas mientras, sudando en medio del tráfico, mantenemos bajadas las ventanillas por motivos de seguridad, hojeando en nuestros Smart phones chinos el último cotilleo en forma de “actualizar estado”.

MARTIN KARIMI

Africa Review, Kenia, 16 diciembre de 2011.

Traducido para Fundación Sur por Horacio López Molina.

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