El flautista libio y las ratas rebeldes, por Rafael Muñoz Abad

2/03/2011 | Bitácora africana

La entrega por capítulos a la que estamos asistiendo en el mundo árabe se ha convertido en un dramático serial, que mantiene a la comunidad internacional expectante con objeto de ver cuál es el siguiente episodio en escenificarse. Asistimos a un cruel videojuego, cuyas fases se van complicando, y donde el héroe, que no es otro que el pueblo llano va superando pantallas: Túnez, Egipto, ahora Libia,… Escenarios que cada vez serán más complicados y ofrecerán mayor resistencia a desprenderse del establishment. ¿Se han fijado en la bandera de Libia?. Se trata de un rectángulo verde. Más allá que el verde es el color del Islam, no es menos cierto que Muammar al Gaddafi es el autor, y padre intelectual de esa excentricidad que el mismo bautizó como la Revolución Verde. Un movimiento, que por medio de las ganancias de su exquisito petróleo pretendía convertir a Libia en un vergel para la huerta mediterránea. Los valores teóricos indican que las bondades de los hidrocarburos han elevado la renta percapita nacional por encima de los 11.000 euros. ¿Si la bonanza económica es cierta, a que obedece tal alzamiento popular contra ese estado de bienestar del que sólo presume Gaddafi?. Libia no es un gran productor de hidrocarburos, pero los campos petrolíferos de su desierto esconden un crudo muy valorado del que se extraen combustibles de gran calidad, gasolinas de aviación, y naftas. Una producción sobre la mundial del 2, ó el 3% del global, no debería ser un factor tan determinante que supusiera un incremento de la alcista y volátil curva del precio de los combustibles; pero lo cierto es que a la menor inestabilidad interna que sufren cualquiera de los socios de la OPEP, esta rápidamente se refleja sobre el precio del barril de crudo. Si algo podían temer las economías industrializadas, habituales cómplices y posicionadas de perfil ante los gobiernos hereditarios de las sociedades árabes, es precisamente lo que está ocurriendo en el mundo islámico; un despertar social que pudiese comprometer el vital flujo de crudo hacia las economías occidentales. Como todo dictador que se precie, Gaddafi tiene un libro de cabecera. Esta vez no es rojo; irremediablemente debía, tenía que ser verde. Con su flauta manchada de sangre, el vil flautista interpreta la amenazadora melodía que lee en los espinosos y cortantes pentagramas de su libreto verde. Ese que miles [antes súbditos], ahora aspirantes a ciudadanos libios, ratas para Gaddafi, queman y pisotean en las calles. Gaddafi está detrás de muchos de los actos del terrorismo internacional; el Señor de las Jaimas ha sido uno de los mecenas del terrorismo organizado; ese que ahora y de forma manipuladora amenaza al mundo con que su retirada supondrá la llegada del caos y el integrismo; si finalmente él y sus mandamientos son derrocados por los que denomina borrachos y drogadictos. Gaddafi está muy lejos de ser un producto de la destilación colonial. A diferencia de los trajeados Alí, o Mubarak, este señor presume de su estirpe beduina; de no ser un títere de los lobbies occidentales; de alojarse en una jaima; de vestir modelitos étnicos al más puro estilo african casual; de aferrarse al poder por las armas; o de su guardia pretoriana compuesta por 200 vírgenes expertas en defensa personal. Si hay que identificar bajo un estereotipo esa cita que define a los dictadores árabes como personajes autocráticos, paternalistas, y con rango de semidiós, el candidato ideal es Gaddafi. ¿Qué habitará en su cabeza llena de arena para ordenar a la aviación libia a bombardear a la población civil, o a contratar mercenarios de Centroáfrica y el Chad para asesinar a aquellos que claman por un cambio?. El curriculum de Gaddafi no acaba aquí; en la década de los 70 [al igual que Amín en Uganda] expulsó a los más de 20.000 italianos que aún residían en la ex colonia italiana; bajo su teoría del socialismo árabe, se hizo realidad esa cita de que “el papel lo aguanta todo”, y comenzó una loca carrera de nacionalizaciones; seguidor convencido de Nasser, quiso con su Libro Verde erguirse en el guía salvador del tercer mundo hacia una ideología alejada del capitalismo y el comunismo, pero vertebrada en las enseñanzas éticas y morales del Corán aplicadas a la economía y la sociedad; desafió a Francia intentando ocupar El Chad, con la excusa de apoderarse de la franja de Aouzou rica en uranio; osó apropiarse del Golfo de Sirte hasta que la U.S Navy lo puso en su sitio; indirectamente mató a más de 250 personas en el atentado de la Pan-Am en Lockerbie; e incluso sobrevivió a varios bombardeos norteamericanos. Este sujeto, que obsequia a los farsantes mandatarios europeos con caros caballos, que hace de extraño compañero de alcoba con el señor Hugo Chávez, y que según él es el padre de todos los libios, en el mejor de los casos sólo irá casa por casa azotándolos por ser desobedientes. La crisis Libia con el país al borde de la guerra civil, puede tener segundas derivadas muy peligrosas para la economía. Una de ellas ya es realidad; el incremento del precio de los combustibles. ¿La otra?, ojalá fuera verle sentado muy pronto en la Corte Internacional de La Haya.

Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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