El intento de golpe de Estado acaecido el pasado domingo en Benín ha sido descrito por las autoridades y la comunidad internacional como un ataque a la estabilidad constitucional y democrática del país. Sin embargo, como explica Tafí Mhaka, en el medio Al Jazeera, este golpe realmente se trata del “síntoma final” de un régimen político cuya democracia lleva años deteriorada, habiendo sido detonada desde dentro por el propio gobierno.
El golpe de Estado se inserta en el contexto africano actual, en el que esta estrategia se ha empleado recientemente en distintos países del continente. No obstante, en este caso el golpe fue frenado por las fuerzas y autoridades del país, arrestando al menos a 14 implicados. Sin embargo, a pesar de haber restituido el orden, no se ha logrado restaurar la legitimidad del gobierno, que fue perdida tiempo atrás con el derrocamiento sistemático de la democracia del país bajo el mandato del actual presidente, Patrice Talon.
Mhaka explica cómo Talon es un «magnate multimillonario del algodón« que llegó al poder en 2016, siendo elegido por sus propuestas de reformas y mejoras en el ámbito político, económico y administrativo, que llevarían a un fortalecimiento de la democracia del país. Sin embargo, una vez en el poder, se encargó de acabar con las instituciones que habían hecho de Benín uno de los primeros países democráticamente exitosos en África.
Para este desmantelamiento se sirvió, entre otras cosas, de un reacondicionamiento jurídico, poniendo a los órganos judiciales a su disposición, y la reescritura de las reglas electorales para lograr excluir a la oposición del poder. Evidentemente, estas reformas fueron acompañadas de una fuerte represión y silenciamiento de la sociedad civil, impidiendo cualquier tipo de consolidación de un discurso contrario a su gobierno.
Un punto de inflexión claro fueron las elecciones presidenciales de 2021, en las que, a pesar del contexto de violentas protestas, el presidente logró el 86 % de los votos; lo que, como bien explica Mhaka, reflejó una desalentadora realidad en la que “cualquier ilusión de democracia en el país desapareció”. A esto le siguió el endurecimiento de la represión, con más de 50 personas encarceladas en 2022, y un afianzamiento institucional a través de una enmienda que extiende los mandatos presidenciales y legislativos de cinco a siete años; generando el caldo de cultivo perfecto para este golpe de Estado. Es por esto mismo que este fallido golpe solo ha supuesto “el pico visible de una crisis política más profunda que se venía gestando desde hacía años”.
Además, esta crisis política ha llevado a que en el país, como en tantos otros, exista una mayor confianza en los militares que en las instituciones políticas y la gobernanza democrática, pues los ciudadanos se sienten desprovistos de toda libertad y autonomía política y de pensamiento. Sin embargo, como Mhaka señala, “cuando las instituciones civiles colapsan, los militares explotan el vacío. No lo reparan”.
Por lo tanto, ante un posible aumento de la securitización y la protección del régimen de Talon a raíz de este acontecimiento, urge proponer una revisión de la Constitución, una reformulación de las instituciones y la independencia de las comisión electoral, entre otras cosas. Estas propuestas no son radicales, sino que son el mínimo que se necesita para recomponer la democracia en Benín.
Fuente: Al Jazeera
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