El ex dictador Robert Mugabe de héroe a villano, por José E. Mosquera

24/11/2017 | Opinión

La caída del dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, despúes de 37 años en el poder, un octogenario de 93 años, quién se consideró un rey africano eterno e irremplazable.

El fin de la descolonización en África originó encarnizadas luchas por el poder entre las elites de los nuevos Estados, donde los problemas de tipo económico, político, militar, étnico y religioso jugaron papeles trascendentales en el surgimiento de una oleada de dictaduras que profundizaron las fragilidades institucionales de los nuevos Estados. Después de 67 años de la consolidación del proceso de descolonización, aún los golpes de Estados, las elecciones cuestionadas, los sueños de la perpetuación en el poder de ciertas dinastías, siguen afectado los procesos democráticos en África.

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Un continente de 54 países, que han tenido una historia política trágica de gobiernos caudillistas y antidemocráticos, que simbolizan tradiciones monárquicas del poder eterno de los antiguos reyes africanos. Por eso, hablar de democracia como la entendemos y la interpretamos en Occidente, es un asunto bien complicado en África, en razón de que, en muchos países africanos, el tribalismo, la etnicidad y la religión tienen mayores fuerzas de cohesión política y social en la población que los partidos políticos.

Se tiene más lealtad a las etnias, a los credos y a los clanes que a los partidos políticos y en la mayoría de sus 54 países, no sólo han existido unas arraigadas tradiciones de personificación del poder por parte de sus gobernantes, sino una profunda epidemia de éstos por eternizarse en el poder.

En Gabón, el extinto Omar Bongo, gobernó 40 años y lo sucedió su hijo Ali Bongo, quien ha seguido los pasos de su padre de eternizarse en el poder. En Túnez, antes que asumiera el poder el derrocado Ben Ali, en 1987, había gobernado Habib Burguiba durante 38 años. Las revueltas de la Primavera Árabe pusieron fin a la dictadura de Ben Ali. Igual sucedió en Egipto, Anwar el-Sadat permaneció 11 años en el mando egipcio y lo remplazó Mubarak; los dos duraron 41 años en el poder. En Togo, Etienne Eyadéma Gnassingbé, gobernó 38 años y lo sucedió su hijo Faure Eyadéma, ambos suman más de 47 años en el timón. En Burkina Faso, Blaise Compaoré gobernó 27 años “ganando” elecciones fraudulentas hasta el 2014, cuando intento reformar la Constitución para seguir otra década en el poder, el pueblo se reveló y los militares lo derrocaron.

En Camerún, Ahmadou Ahidjo ocupó la presidencia 22 años; lo remplazó Paul Biya, quien gobierna desde hace 35 años. La lista de tiranos que ejercen el poder por más de dos décadas continúa: Teodoro Obiang Nguema, en Guinea Ecuatorial, llegó al poder tras un golpe de Estado en 1979, pero “ganando” elecciones cumple 38 años en el poder. En Zimbabue, Robert Mugabe, llego al poder en 1980, luego reformó la Constitución y “ganó” todas las elecciones y así acumuló 37 años en el poder. Una cuestión que se repite en Ruanda, Uganda, Gambia y Sudán, entre otros países africanos.

La mayoría de los países africanos han sufrido profundas inestabilidades políticas como consecuencia de regímenes militares, caudillistas y antidemocráticos. Pero si hablamos de dictaduras, ni Europa se queda atrás, la reina Isabel II del Reino Unidos, lleva 63 años, gobernando 16 Estados y en Bielorrusia, el dictador Alexander Lukashenko, lleva 23 años en el poder.

En Asia existen 19 dictaduras, la mayoría monarquías hereditarias que ejemplarizan las repudiables prácticas de la eternidad en el poder, donde por las faltas de sistemas democráticos más representativos, aumentan las restricciones a las libertades, los descontentos populares y los movimientos extremistas.

Robert Mugabe de héroe a villano

La noticia que sacude el mundo político en África actualmente es la caída de la dictadura de Robert Mugabe, en Zimbabue, un dictador que llevaba 37 años en el poder, un octogenario de 93 años, que ostentaba el honorifico lugar de ser el gobernantes más longevo del mundo.

Hace ocho días que las Fuerzas Armadas de este país, situado en el África del Sur, se tomado las principales instituciones del Estado para exigir la dimisión del presidente Mugabe. La crisis política se desató cuando Mugabe, destituyó al vicepresidente Emmerson Mnangagwa. Su destitución provoco la intervención de las Fuerzas Armadas que exigieron la renuncia a Mugabe. Finalmente, después de un intenso proceso de negociaciones, el dictador Mugabe, renunció y se espera que en las próximas horas el vicepresidente Mnangagwa asuma el poder y se comience una nueva era política en Zimbabue.

Uno de los mejores retratos políticos de Robert Mugabe, lo escribió la periodista Sudafricana Heidi Holland en el Libro Cenando con Mugabe, donde condensa una historia reveladora sobre la vida del libertador de Zimbabue (antigua Rodesia), donde describe a Robert Mugabe como un personaje paranoico, enigmático y calculador que con el trascursos de los años paso de ser un héroe nacional, idolatrado a un tirano despiadado, odiado y temido por los 16 millones de zimbabuenses.

En 1980 cuando Mugabe asumió el poder, Zimbabue se le conocía como “el granero de África” por su prosperidad agrícola. En virtud de que, tenía una de las economías más prósperas de África. Un país que, además de ser autosuficiente en materia de producción agrícola y pecuaria, era exportador de sus excedentes a otros países africanos y a Europa, además, donaba millones de toneladas de alimentos para combatir la hambruna a los países del Cuerno de África.

Una dictadura cuyo el balance de después de tres decenios es de un desastre monumental, Zimbabue es un Estado quebrado y en ruinas, con una de las inflaciones más altas del mundo y con graves violaciones de los derechos humanos. La reforma agracia que puso en marcha llevo a la quiebra el agro y actualmente se importan más del 90% de la comida que consumen los 16 millones de zimbabuenses y más de la mitad sufren hambre.

Holland hace una radiografía muy bien documentada sobre la vida de Mugabe, examina su vida desde su niñez y muestra cómo este personaje es un reflejo claro de los grandes problemas que aquejan a las naciones africanas. Analiza con ecuanimidad cómo este hombre que salió de la más espantosa pobreza, se convirtió en un héroe, un ídolo guerrillero, en uno de los líderes más eruditos de África, terminó siendo uno de los dictadores más terribles en la historia de los países africanos.
Un líder que logró derrotar al régimen de la supremacía blanca y durante los primeros diez años de gobierno, a pesar de las medidas represivas y de la creación de un régimen de partido único fue considerado uno de los líderes más progresistas en el continente africano en la era postcolonial.

Un hombre que inicialmente fue idolatrado por un pueblo que soñó que con él tendría un futuro mejor, pero se desencantó debido a que seguía sumergido en una creciente pobreza, la desventura y bajo un régimen de represiones y violaciones de los derechos humanos.

Mugabe no hizo otra cosa que perpetuar la corrupción del colonialismo, utilizó el factor tribal y la tortura para asesinar, aniquilar, encarcelar, exiliar y proscribir a los opositores del régimen. Uno de los grandes enigmas de este octogenario fue que cuando asumió el gobierno, tenía el mundo a sus pies, pero perdió la brújula como consecuencia de su corrupta y sanguinaria tiranía y termina saliendo por la puerta de atrás.
Holland demuestra cómo ante el fracaso de su política de distribución de tierras, una de las promesas de la campaña libertadora, estructuró una política con tinte racial de invasiones de las tierras de los agricultores blancos por los veteranos de guerra y seguidores del partido de gobierno, que destruyó la prosperidad agrícola y precipitó el colapso de la economía de Zimbabue.

Puso en marcha un racismo idéntico al de la era colonial, donde una minoría de su círculo íntimo se convirtió ilícitamente en la nueva elite rica del país. Elite que discrimina y segregan a blancos y negros como en los peores períodos de la Rodesia colonial.
Finalmente Holland en su texto hace un interesante paralelismo entre el racismo de Ian Smith, el último gobernante colonial y el de Mugabe. Sustenta que ambos como dictadores tienen en común ser antidemocráticos, autoritarios, represivos, beligerantes y racistas. La única diferencia entre ellos es que Smith lo hizo defendiendo la supremacía blanca y Mugabe la hegemonía negra. En conclusión Mugabe sostuvo su régimen sobre las mismas estrategias despóticas que utilizaban los colonizadores que él tanto rechazó. En conclusión: Robert Mugabe, simboliza, la grandeza y la decadencia de un gobernante que a los 93 años continuaba embriagado por el poder, se considera como un rey africano eterno e irremplazable en su país.

@j15mosquera

Autor

  • Mosquera José E

    Periodista y Escritor, columnista de El Tiempo,América Economía, El Mundo, La Patria, El Nuevo Siglo, La Estrella de Panamá, La Nación y El Heraldo de Honduras. en Medellín (Colombia) . Es autor del libro Travesía por la historia de África.

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