El estigma del coronavirus en el África subsahariana

En todo el África subsahariana, el estigma asociado al coronavirus es tan fuerte que algunos optan por no buscar tratamiento para evitar enfrentar una hostilidad insoportable. Las personas sospechosas de haber contraído el COVID-19 aseguran que son tratadas como parias: señaladas en el trabajo, en sus barrios e incluso en sus hogares. Los propietarios desalojan a sus inquilinos, las enfermeras son abandonadas por sus maridos y las personas son rechazadas sólo por estar bajo sospecha de haber estado en contacto con un paciente de COVID-19.

Fatou, una mujer senegalesa de unos veinte años que no usó su nombre real, describió su amarga experiencia hace aproximadamente un mes después de entrar en contacto con una persona enferma. Inmediatamente fue confinada a su habitación e ignorada por la gente de su comunidad. «Los mensajes han estado circulando en las redes sociales con mi nombre, apellidos y dirección», declaró, agregando que se difundieron rumores de que ella «contrajo el virus durmiendo con la gente blanca». Fatou, que estuvo confinada hasta que dio negativo, se vio obligada a pasar dos semanas en aislamiento en un hotel a pesar de no tener síntomas porque los médicos que rastreaban su caso habían recibido «llamadas anónimas». A unos 3.000 kilómetros de distancia, en Gabón, Jocelyn, un biólogo que realiza las pruebas de los casos sospechosos en Libreville, aseguró que sufre la discriminación de sus vecinos a diario. Su equipo trata de mantener un perfil bajo cuando visitan las casas, incluso si eso significa poner en peligro su propia salud. «Nos ponemos los trajes dentro, en lugar de en los escalones delanteros», agregó. «La gente gabonesa entra en pánico ante la idea de que vengamos a sus hogares».

Yap Boum, un epidemiólogo de Yaundé, director del centro de investigación africano de Doctors Without Borders, confirmó a la AFP que en Camerún, un arrendador desalojó a un inquilino que dio positivo por coronavirus. El estigma asociado al virus no es exclusivo de África, «pero aquí tendemos a ser más comunales, conocemos a nuestros vecinos». Según Boum, muchas personas prefieren tratarse a sí mismas cuando desarrollan síntomas. Algunos han muerto porque han retrasado la búsqueda de tratamiento médico por temor a estar asociados con el virus.Para el epidemiólogo, no sólo cuentan los aspectos meramente sanitarios, «También debemos tener en cuenta el aspecto psicológico si queremos ganar esta batalla».

Los cuidadores en particular son a menudo tratados como «víctimas de la peste». Las enfermeras camerunesas han sido dejadas por sus maridos, expulsadas de sus hogares porque trabajaban en unidades de coronavirus, aseguró Laure Menguene Mviena, directora de una unidad de respuesta psicológica para pacientes con COVID-19 en Yaundé. «Es urgente ayudarlos psicológicamente porque si están mental y físicamente agotados, ¿cómo cuidarán a los demás?». La gente debe darse cuenta de que la tasa de mortalidad sigue siendo baja en Camerún, «más baja que en Europa», confirmó Mviena. Sólo se han notificado alrededor de 1.400 muertes por coronavirus en el África subsahariana. Algunos pacientes se sienten avergonzados incluso después de haberse recuperado del virus y muchos creen que todavía están poniendo en peligro la salud pública.

Después de que Roselyn Nyambura fuera dada de alta en un hospital de Kenia, sus vecinos se burlaron de ella y la miraron fijamente, aseguró. Algunos incluso llegaron a llamarla «Corona». Una vez que la gente a su alrededor tenía más información sobre la enfermedad, los comentarios mordaces comenzaron a cesar. «Con la intervención de los ancianos, las autoridades locales y la iglesia, la gente ha comenzado a entender que es posible recuperarse de la corona. El gobierno de Kenia necesita hacer más para educar a la gente sobre el virus”. Durante la epidemia de Ébola, que mató a más de un tercio de las personas que infectó en Liberia, Guinea y Sierra Leona en 2014, los supervivientes sufrieron una situación similar, aseguró Boum. A los pacientes recuperados se les expidieron certificados en los que se indicaba que no suponían ningún riesgo adicional para otros ciudadanos. En Nigeria, los anuncios de salud pública han conseguido acabar con parte de la estigmatización a la que son metidos los supervivientes, pero el escepticismo persiste. Mohamed Sharif, un conductor de Mogadiscio, debe llevar mascarilla para trabajar y ha notado que la gente lo evita e incluso huye a medida que se acerca: «A veces te humillan, otros que piensan que por llevar mascarilla tienes coronavirus. A veces me la quito para evitar la humillación».

Fuente: New Vision Uganda

[Traducción y edición, Patricia Fernández Blanco]

[Fundación Sur]

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