A pesar de que el virus ébola está ahora firmemente bajo control, incluso en los países más afectados, el estigma contra los supervivientes sigue siendo elevado.
En Liberia, Guinea y Sierra Leona, los cientos de miles de supervivientes de ébola que fueron puestos en cuarentena, tratados, curados y dados de alta siguen siendo rechazados constantemente por sus familias y sus comunidades, ya sea por miedo a la contaminación o por ignorancia.
En Guinea, donde el virus estalló por primera vez hacia finales de 2013, llaman a los supervivientes «Lazarus», como la figura bíblica que murió, pero fue milagrosamente traída de vuelta a la vida por Jesucristo.
En Sierra Leona, el diario líder del país, The Concord Times, publicó recientemente una historia sobre Mariama Kamara, una sobreviviente de ébola que vive en Grafton, en el distrito rural de Freetown. Ella ha acusado a su comunidad de discriminación. «Tengo la intención de dejar este lugar, ya que la mayoría de mis amigos y demás personas tienen la costumbre de llamarme ‘paciente de ébola», declaró Kamara.
En la vecina Liberia, Conciliation Resources, un equipo que trabaja para promover la paz en el país, publicó la historia de Maima Kiawu, una viuda que perdió a su esposo a causa del ébola. El marido de Maima trabajaba en Tubmanburg, a unos 100 kilómetros de Monrovia, y entró en contacto con una persona infectada con el virus. A su regreso, sin saberlo, infectó a su esposa. En menos de 48 horas, después de mostrar los síntomas, fue llevado al hospital, donde murió nada más llegar. Maima y sus siete hijos fueron puestos en cuarentena durante 21 días, pero antes de que éstos pasaran, Maima murió, junto con su bebé de nueve meses de edad. Los seis niños supervivientes fueron estigmatizados por el resto de la comunidad, según el informe de Conciliation Resources. «Los viejos amigos ya no querían verlos. No podían ir a la mezquita a rezar, y los miembros de la comunidad prohibían que sus hijos se relacionaran con ellos. Incluso después de completar con éxito otros 21 días de cuarentena y ser declarados libres de ébola, la comunidad se negó a interactuar con ellos por temor a contraer la enfermedad. Los niños ni siquiera podían comprar nada en el mercado porque nadie aceptaba su dinero».
En Guinea, la primera persona que se recuperó del ébola y fue dado de alta del hospital de Conakry es un médico de 30 años, que pidió el anonimato para escapar de la estigmatización.
En estos tres países, los respectivos gobiernos y organizaciones de base están realizando grandes esfuerzos para combatir el estigma que marca a los supervivientes.
En Liberia, Conciliation Resources aseguró que las reuniones comunitarias para luchar contra el estigma y la marginación de los supervivientes de ébola están generalmente muy concurridas con líderes de opinión, como el imán y el jefe de la ciudad y otras personas de nivel que tienen una influencia significativa en la configuración de la mentalidad de la comunidad.
También se invita a los supervivientes y a los trabajadores sanitarios a que se unan a las reuniones. En las reuniones los organizadores comienzan recordando a los miembros de la comunidad como era la vida antes del ébola; cómo la gente confiaba unos en otros como comunidad, cómo trabajaban el campo, rezaban y comían juntos, y a menudo concluyen diciendo que su enemigo común es el virus del ébola, no la gente a la que infecta.
En Sierra Leona, la viceministra de Sanidad y Saneamiento, Madina Rahman, ha reiterado que «los supervivientes del ébola no deben ser discriminados de ninguna forma», y añadió que deben ser embajadores que sensibilicen a los residentes en sus respectivas comunidades. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos, la prevalencia del estigma y la discriminación contra los supervivientes de ébola sigue siendo alta.
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