El estado surafricano frente a los medios de comunicación: una falsa dicotomía

28/07/2010 | Opinión

Esta semana en el parlamento la tensión es tangible mientras la sociedad civil y las organizaciones de medios presentaron sus observaciones al comité ad-hoc que está elaborando el proyecto de ley de la Información, una nueva ley de confidencialidad.

El Mail & Guardian y amaBhungane, su adjunto investigador sin ánimo de lucro, estuvieron allí para presentar batalla. Las preguntas de los parlamentarios reunidos fueron duras. Esperamos haber logrado algún éxito, pero también llevamos cicatrices donde fuimos golpeados por el otro bando. Está bien, podemos asumir esto. Después de todo, el libre flujo de información y debate robusto que experimentamos allí, no sólo es el alma de nuestra industria, sino que también representa a la democracia en acción.

Así que no seremos unos llorones, pero seguiremos con más debate democrático y pregonaremos esto a los cuatro vientos: Si este proyecto de ley en su actual forma se convierte en ley y si otras iniciativas encaminadas a refrenar indebidamente a los medios, como el propuesto tribunal de medios, se convierten en una realidad, este libre flujo de información se irá a la deriva. No sólo se cortará el alma de los medios, sino también el alma de la propia democracia.

Los que han propuesto el proyecto de ley plantean lo que ellos consideran como dicotomías fundamentales: la dignidad personal frente al flujo de la información sin trabas, el amplio interés nacional frente al derecho a saber, como está consagrado en la constitución.

Esta manera de ver el asunto es un eco de la manera reaccionaria en que los Estados Unidos han tipificado su seguridad nacional frente a las libertades civiles, tras el 11-S. Y así, la cuestión es: ¿Cómo equilibrar estos intereses contrapuestos?

Las dicotomías son falsas. Como explicó un ex abogado de la CIA en un seminario esta semana: no hay que equilibrar las dos partes. La apertura y la transparencia hacen más fuerte al gobierno, mejorando la seguridad nacional. Mantén tus secretos al mínimo absoluto, así es como mejor podrás protegerlos. Genera confianza en tus decisiones sobre qué mantener en secreto, al desvelar lo máximo. Lo mismo se puede aplicar al argumento sobre la dignidad personal.

El proyecto de ley de protección de la información no es más que la mitad de de un ataque de dos frentes, a la libertad de información en general y a la libertad de los medios de comunicación en particular. Lo otro es una resurgencia de propuestas dentro del ANC, para la creación de un tribunal legal para medios, que regule la conducta de la prensa.
Un órgano así sería estructuralmente contrario a la libertad de los medios de comunicación, incluso si es presentado de la manera más neutral, pero los ejemplos escogidos por sus defensores para justificar su creación son escalofriantes.

Por ejemplo, el ANC ha sugerido que un tribunal pueda restringir la información sobre la lujosa vida que llevan algunos ministros financiada por los contribuyentes. Este tipo de información es el ejemplo más básico de lo que la constitución, y un cada vez mayor órgano de derecho común, nos impone hacer.

También se ha sugerido que no se debería haber permitido informar sobre la polémica pintura de la autopsia de Nelson Mandela. Claramente esto representa el modo más básico de informar sobre cultura y asuntos de debate nacional.

Lo que representa tanto el proyecto de ley como el tono del debate sobre el tribunal para los medios es una profunda hostilidad tanto frente a la prensa como al libre flujo de información.

Estas no son ornamentos pegados a nuestra arquitectura democrática, son parte de sus mismísimos cimientos.

(Editorial. Mail & Guardian, Suráfrica, 23-07-10)

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