El escalpelo pasa de doctores a enfermeras en Mozambique para salvar vidas durante los partos

28/03/2017 | Crónicas y reportajes

En Caia, una pequeña ciudad de paso de camiones en un sitio remoto de la provincia central de Sofala, Sebastiana Domingos acaba de comenzar su turno en el hospital del distrito. Examina con cuidado la cicatriz del abdomen de una paciente.

La mujer embarazada de 34 años fue trasladada al hospital después de que se le rompiera el útero. «Estaba sangrando abundantemente y tenía anemia severa«, dice Domingos. La mujer necesitaba urgentemente una cesárea, que Domingos se encargó de realizar, salvando tanto a la madre como al bebé.

Pero ella no es médico. Es una enfermera entrenada en cirugía, una de tantas de las que llevan más de 30 años realizando la mayoría de las operaciones quirúrgicas en Mozambique.

Cuando el país declaró su independencia de Portugal en 1975, hubo un éxodo de personal médico portugués, sobre todo doctores. Sólo 80 médicos mozambiqueños se quedaron, según un estudio publicado en el British Journal of Obstetrics and Gynecology de 2007. A medida que el país entraba en una guerra civil, la escasez empeoró.

Las zonas rurales en particular necesitaban desesperadamente un servicio de sanidad destinado a salvar vidas, más teniendo en cuenta las víctimas de guerra. Las mujeres que sufrieron complicaciones graves en los partos a menudo terminaron desangrándose. La tasa de mortalidad materna, es decir, la muerte de una mujer durante el embarazo o durante los 42 días posteriores a éste, fue de 1.000 por cada 100.000 nacidos vivos, más del doble de la tasa de 480 publicada por la Organización Mundial de la Salud.

En 1984, tratando de remediarlo, el país comenzó a entrenar a enfermeras como Domingos y también a otros trabajadores de la salud para realizar cirugía de emergencia. Se someten a dos años de formación quirúrgica clínica en el Hospital Central de Maputo y trabajan como internos durante un año con cirujanos calificados en un hospital provincial.

Según un artículo en 2010 del Instituto Karolinska en Suecia, en esos momentos los técnicos de cirugía realizaban un 92% de las operaciones de cesárea, rotura del útero o embarazo ectópico en los hospitales rurales del distrito.

Antes de que Domingos se uniera al equipo del Hospital del Distrito de Caia, en el centro de Mozambique, en octubre, las madres que habían sufrido complicaciones durante el parto tuvieron que ser trasladadas a Quelimane, a tres horas de distancia. En el caso de una emergencia, como una ruptura uterina, esas tres horas pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte.

«Algunas mujeres utilizan la medicina tradicional en el proceso del parto y esto a menudo lleva a complicaciones«, dice la directora del hospital, Laura Da Graca Xinavene.

Caia se encuentra en el corazón de la zona que se vio afectada por los recientes enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y el grupo de oposición RENAMO. A finales del año pasado, antes de que se firmara un alto el fuego, incluso las ambulancias debían ser escoltadas por convoyes militares en la carretera principal entre Quelimane y Beira.

«Las luchas estallaron muy cerca de aquí y tratamos a muchos heridos«, dice Xinavene.

En la sala de maternidad, una niña de 15 años yace de espaldas en un colchón cubierto de nylon con las piernas estiradas. Pequeñas gotas de sudor se forman en su frente mientras su respiración se va volviendo más y más pesada. Domingos comprueba la dilatación del cérvix de la adolescente.

«No hay complicaciones«, dice. «Este debería ser un parto normal«.

Es un alivio para Domingos y para la chica. En Mozambique, la tasa de fecundidad de las adolescentes es particularmente alta, según datos de las Naciones Unidas en 2016, y el 38% de las adolescentes entre los 15 y 19 años están embarazadas o ya son madres. La cifra es mayor en algunas zonas rurales: casi la mitad (45’9%) de las mujeres de este grupo de edad son madres o están a punto de dar a luz. Los estudios han demostrado que la procreación temprana hace que sea más probable que una madre o un bebé se lesione durante el parto.

«Los cuerpos de las niñas de 15 o 16 años simplemente no están listos«, explica Xinavene.

Las mujeres en la zona pueden dar a luz a seis o siete niños como promedio, pero Xinavene dice que no es raro ver a madres que pasan por nueve o incluso diez embarazos. Cuantos más embarazos tenga una mujer, mayor será el riesgo de complicaciones en el parto.

«Tener enfermeras con habilidades quirúrgicas realmente ayuda a salvar vidas«, dice.

Su experiencia está respaldada por la investigación. En Mozambique, el número de mujeres que mueren durante el embarazo y el parto se ha reducido a más de la mitad, de 1.000 por cada 100.000 a 480 en 2013, según los últimos datos publicados por la OMS.

Los resultados clínicos son, de hecho, idénticos si es un cirujano o alguien que no lo sea, pero entrenado en cirugía, quien sostiene la hoja, según el estudio de 2007 antes mencionado.

«No hay duda de que el entrenamiento quirúrgico de parteras y enfermeras ha sido una contribución significativa a la supervivencia materna«, dice Staffan Bergström, profesor emérito de salud internacional en el Instituto Karolinska, que ha realizado varios estudios de evaluación de los resultados de la formación quirúrgica para los no-médicos. Fue director del departamento de obstetricia en el Hospital Central de Maputo entre 1982 y 1986 y ahora está supervisando una iniciativa similar en el devastado por la guerra Sudán del Sur.

Sus estudios demuestran que las enfermeras y parteras capacitadas quirúrgicamente también tienden a permanecer más tiempo en las zonas rurales. Nueve de cada diez técnicos de cirugía permanecieron en los hospitales rurales siete años después de la graduación, pero ningún médico lo hizo. Los médicos habían ido a las ciudades para conseguir un trabajo mejor pagado, o se mudaron al extranjero.

«Nuestros resultados preliminares indican una tasa de complicación notablemente baja. La retención del personal es crucial en la construcción de un sistema de salud basado en profesionales calificados«, dice Bergström.

Pero el programa sigue siendo polémico, sobre todo entre los médicos.

Eugenio Zacarias, jefe del Consejo Médico de Mozambique, es uno de los críticos.

«Fue una medida necesaria cuando el país estaba en crisis. En ese momento hubo una guerra, pero Mozambique ha cambiado desde entonces. Ahora tenemos varias escuelas de medicina, en comparación con la única que teníamos a principios de 1990. No podemos pensar ahora como lo hicimos hace 20 años«, sostiene. «Los fondos deben gastarse en la formación de cirujanos y otros especialistas, y dejar que las enfermeras trabajen en los centros de salud«.

De vuelta a Caia, Simao Magoma rechaza cualquier crítica en el quirófano del hospital. Una mujer de 20 años con el feto mal posicionado llegó al hospital la noche anterior. Después de varios intentos infructuosos de reposicionar al bebé, el equipo decidió pasar a una solución quirúrgica.

Como Domingos, Magoma no tiene un título médico, pero aprendió a realizar operaciones después de ver la extrema necesidad de los cirujanos. Magoma, técnico médico, se formó en Maputo durante cinco años y comenzó a trabajar en Caia hace casi un año. Sólo dos médicos sirven a la población local de alrededor de 50.000 personas.

«Cuando trabajaba como técnico en Guro, en el oeste de Mozambique, sólo había una persona que podía realizar una intervención quirúrgica, desde cesáreas hasta accidentes automovilísticos«, dice. «Fue entonces cuando decidió completar el entrenamiento para que al menos dos de nosotros pudieramos salvar vidas«.

Fuente: Bekhisisa.org

[Traducción y edición, Mario Villalba]

[Fundación Sur]


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