La experiencia de vivir en una casa con personas de 7 nacionalidades distintas puede ser una locura o un apasionante reto, sobre todo cuando eres la única española.
Lo que podía parecer en un principio un asomo de locura, una casa tipo L’Aubergue Espagnole o como yo lo llamaba al principio, la ONU o el Albergue de peregrinos, se ha convertido en un lugar que ha marcado ¡y de qué manera! mi vida en esta ciudad.
En cierta manera es un tanto caótico, pero ayuda que cada uno de nosotros tengamos un horario y una rutina diferentes. Muchas veces coincidimos en el día a día…esos desayunos entre legañas hablando un español con frases en inglés y alguna palabra en italiano, mientras intento que la galleta que estoy mojando en el café no se me rompa, o esas ocasiones en que la cocina se queda pequeña y parece más un puesto de bazar multicultural por la cantidad de productos, especies y olores diferentes que puedes encontrar, todo en 10 m2. Otras veces somos nosotros los que nos buscamos, tirando de whatssapp o visitas a otras habitaciones para juntarnos en el patio (si, ¡tenemos un patio propio!) y tomar una cerveza, o directamente para irnos a la calle y aprovechar esas noches frescas de verano.
Ayuda mucho el vivir en un barrio como Lavapiés, donde puedes encontrar personas y productos prácticamente de todos los rincones del mundo.
Desde una tienda de productos de Egipto o Bangladesh a un restaurante de Senegal o Cuba, donde el camarero es un simpático chico mexicano, o un bar de cañas y música blues en directo que llevan un grupo de brasileñas. Y por supuesto, señoras castizas de toda la vida haciendo la compra con sus carritos de cuadros y madres que corren apresuradas para llevar a los niños al cole. Por no hablar de la vida que tienen sus calles….es de sobra conocido el ambiente de este barrio madrileño, donde una tarde en una plaza puedes ver a grupos de chavales jugando al cricket, a unos musulmanes saliendo de una mezquita o una chica asomada a una casa okupada regando las plantas del balcón.
Tiendas al por mayor y de tatuajes comparten la calle con comercios tradicionales, y en la plaza de Tirso, entre los puestos de flores te puedes encontrar desde algún vagabundo descansando al sol en un banco, a un grupo de capoeria o percusión africana. Todo eso hace que cada vez que paseas por sus calles te sientas como en casa, vengas de donde vengas. No sé aún por cuanto tiempo, porque tengo la costumbre nómada de no quedarme mucho en un mismo lugar, pero me gusta la vida de esta ciudad…
Anímate, sal afuera y conoce gente. Rompe con tus prejuicios y paséate por sus calles, empápate de la riqueza de las diferentes culturas, sabores y sonidos que vienen de fuera. Abre los ojos al mundo. ¡Sonríe, que no cuesta dinero!
Original en : Soplalebeche