05-12-12
por Paula Rosas
El Cairo
La multitudinaria concentración ante el palacio presidencial es dispersada por la Policía con gases lacrimógenos . Los
manifestantes denuncian la tibia actitud de Estados Unidos hacia los Hermanos Musulmanes
La indignación de la oposición laica contra el presidente Mohamed Mursi y los Hermanos Musulmanes llamó ayer a las puertas de palacio. Decenas de miles de personas rodearon la mansión presidencial en protesta por el decreto que ha blindado a Mursi ante la Justicia y por el borrador de la Constitución, redactada a toda prisa y sin consenso por sus aliados políticos. Los manifestantes fueron recibidos con gases lacrimógenos, pero la Policía acabó por retirarse dentro del palacio para evitar nuevos enfrentamientos.
La de ayer fue, posiblemente, la primera jornada de desobediencia civil a la que se ha enfrentado el presidente en sus cinco meses de mandato. Además de las marchas hacia el palacio en el barrio de Heliópolis y las miles de personas que también se congregaron en Tahrir, una docena de periódicos opositores no salieron a la calle en protesta por la nueva Constitución que, según denuncian, restringe la libertad de expresión. Hoy cinco canales de televisión privados también planean cancelar su retransmisión a modo de protesta.
Las marchas habían sido convocadas por el Frente de Salvación Nacional, una organización paraguas de reciente formación, que agrupa a excandidatos presidenciales como Amro Musa o Hamdin Sabahi y al premio Nobel de la Paz Mohamed el-Baradei. Las protestas fueron pacíficas pero, a la llegada al palacio, los manifestantes cortaron las barreras de alambre de espino instaladas por la Policía, que respondió lanzando gases lacrimógenos. La agencia Reuters informaba de que Mursi había sido obligado a abandonar el palacio por motivos de seguridad, pero el ministerio de Interior lo desmentía más tarde, y aseguraba que el presidente se había marchado del edificio al acabar sus reuniones. A diferencia de su predecesor, Hosni Mubarak, Mohamed Mursi no vive en el palacio de Ittihadiya, y sigue habitando en su antigua casa en el barrio de Tagamu al-Jamís.
Bajo el lema ‘El último aviso’, los manifestantes exigían al presidente que retire su polémico decreto y el borrador de la Constitución, que será sometido a referéndum el próximo 15 de diciembre. Mursi aseguró que el decreto dejará de tener validez una vez que sea aprobada la Carta Magna, y nada hace indicar que el presidente vaya a cambiar de opinión con respecto al plebiscito. Aún está por ver si las fuerzas opositoras laicas decidirán boicotear la cita o apostar por el ‘no’. Ayer, el exdiputado Safir Nur, del partido Wafd, aseguraba en la plaza Tahrir a este diario que dentro de la formación no hay consenso sobre qué rumbo tomar con respecto al referéndum. Lo mismo sucede en otros partidos.
«No podemos fiarnos»
Cada día que pasa la reconciliación de la polarizada sociedad egipcia parece más lejana. La cofradía, que el pasado sábado mostraba en una multitudinaria manifestación la fuerza que aún tiene en las calles, aseguraba ayer que no planea nuevas concentraciones antes del referéndum, y que quiere concentrar sus esfuerzos en explicar el borrador constitucional y asegurarse los votos.
«La Constitución es mala. Pero lo peor es que ya no podemos fiarnos de los Hermanos Musulmanes, porque han mentido desde el principio. Han llevado una máscara durante todo este tiempo y ahora se la han quitado», aseguraba Amina, una manifestante que consideraba que «nos encontramos en el punto más importante de la transición. Es ahora o nunca».
Muchos mostraban también su descontento con Estados Unidos, que consideran que se ha convertido en el nuevo aliado de los Hermanos Musulmanes. Uno de los rumores más extendidos en las últimas semanas lo explicaba Malak, otra manifestante: «Washington le ha pedido a Mursi que le ayude con Hamás y a cambio le está dejando hacer lo que quiera dentro de Egipto».
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