El dilema del proteccionismo y la liberalización en Sudáfrica

31/07/2019 | Opinión

captura_de_pantalla_2019-07-11_a_las_13.14.19.pngTras años de relativa calma, los debates acerca de los beneficios y perjuicios derivados de la imposición de aranceles han vuelto a emerger con fuerza, especialmente a partir de la postura adoptada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha sido el primero en imponer, o amenazar con ello, nuevas tarifas más altas en bienes de importación desde la Gran Depresión. En marzo este año los EE.UU impusieron unos aranceles del 25% a las importaciones chinas, lo que se traduce en 250 mil millones de dólares al año. Aunque la aplicación de estas medidas a los productos chinos se encuentra actualmente paralizada, Estados Unidos ha amenazado con seguir pasos similares en sus relaciones comerciales con la Unión Europea.

En los países que están llevando a cabo importantes esfuerzos para diversificar sus economías, como es el caso de Sudáfrica y su intención de crear una industria de alta tecnología particularmente potente, este debate tiene una importancia capital. El sector manufacturero de Sudáfrica ha sido notablemente afectado por las políticas de liberalización de los años 90. En aquel entonces, estas medidas se adoptaron para estimular la economía nacional en países desarrollados que se caracterizaban por los altos costes de los insumos y por el estancamiento de los mercados locales.

La idea seguía la lógica que la apertura de los mercados contribuiría a la creación de empleo, a la mejora de los niveles de productividad y espíritu competitivo, y al aumento de la producción económica. En relación con su grupo de referencia en cuanto a desarrollo industrial, varios estudios señalan que las políticas de Sudáfrica están demasiado orientadas en la oferta. Aquí se encuentran medidas como las deducciones que incluyen exenciones fiscales para la investigación y desarrollo y el apoyo financiero directo de recursos humano y de la inversión de capital. Basándose en dos hipótesis principales , que la transición ha sido excesiva y que los sectores manufactureros tradicionales como los productos de cuero y zapatos, metales y ropa han respondido de forma lenta al nuevo marco de políticas, los investigadores concluyen que los cambios introducidos en los 90 fueron excesivos, por lo que es necesario encontrar un balance para que el crecimiento del PIB no se estanque. De esta forma, un planteamiento que combine la introducción de determinados aranceles y una estrategia de marketing efectiva podrían contribuir a la reintegración del sector de manufacturas como pilar de la economía sudafricana.

En los años noventa, Sudáfrica estaba saliendo de un periodo de proteccionismo y aislamiento, lo que respondía tanto a una estrategia autoimpuesta como a los efectos de las sanciones internacionales. La bajada de los aranceles fue entonces percibida como un medio para alcanzar dos objetivos: en primer lugar, para aumentar la competitividad de sus productos manufacturados en el panorama comercial internacional; en segundo, para reducir la presión sobre las industrias proveedoras, desde manufacturas hasta hierro, acero o papel.

En general, esta década se caracteriza por el camino en el régimen desde una política industrial dependiente en el proteccionismo y las altas tarifas a una proliferación de nuevas medidas como incentivos fiscales para la investigación y el desarrollo y un énfasis en controlar los gastos de producción de las compañías, lo que responde a una lógica de defensa de la oferta. Entre 1991 y 2001, los niveles medios de los aranceles disminuyeron desde el 27,5% en 1990 a aproximadamente el 8% en 2006 y el 5% en 2016. Sin embargo, el crecimiento económico y la creación de empleo en el sector manufacturero que teóricamente derivarían de la liberalización no tuvieron lugar. Al contrario, esta reforma tuvo como consecuencia la desaparición de muchas empresas vulnerables.

Si bien la contribución de la industria manufacturera al PIB estatal aumentó en un 50% entre 1994 y 2006, a partir de entonces los valores apenas han crecido pese a un crecimiento del 26% del total de la economía en el periodo 2007-2018. Esto se traduce en que la proporción en que este sector contribuye a la economía cayó del 21% en 1994 al 13,2% en 2018. Varias industrias pertenecientes a este ámbito se han debilitado considerablemente, llegando en algunos casos a casi desaparecer. La producción de productos textiles, cuero y calzado ha disminuido en un 40%.

La excepción se encuentra en el sector de los automovilístico, ya que este ha crecido de forma importante desde 1994. Se trata de un subsector que mantuvo unos aranceles altos, lo que demuestra que en ciertos casos estos pueden ser útiles y favorecer a la economía. Sin embargo, estas tasas conllevan también ciertas dificultades, en este caso para el gobierno. Se estima que el coste para el Departamento de Comercio e Industria del Programa para la Producción y el Desarrollo Automovilístico ha sido de casi 360 millones de dólares al año.

Los datos en los que se basa el estudio señalan que nuevas medidas que busquen la implementación de nuevas políticas del lado de la demanda deberían ser introducidas. Estas se materializarán en un mayor proteccionismo a través de nuevos aranceles y una revisión de los contenidos de las adquisiciones públicas. El objetivo es naturalmente el de revitalizar el sector manufacturero sudafricano a través de un plan más o menos similar al aplicado en el sector de los automóviles.

Además, los resultados del estudio han mostrado que las industrias tradicionales no han respondido de forma positiva a las políticas introducidas a partir de 1994, ya que apenas se pudieron beneficiar de ellas debido al alto grado de desconfianza. En cuanto a los incentivos fiscales a la investigación y el desarrollo, los principales beneficiarios han sido los subsectores de alta tecnología debido a su tendencia y disposición a la cooperación con compañías extranjeras.

Fuente: The Conversation

[Traducción y edición: Álvaro García López]

[Fundación Sur]


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