Todos los meses Zimbabue conmemora el Día Naranja (Orange Day), una iniciativa que anima a las personas a vestirse de naranja el día 25 de cada mes, para elevar la conciencia sobre la violencia de género (Gender Based Violence, VBG). El Día Naranja es parte de la campaña “Unite”, del Secretario General de las Naciones Unidas para poner fin a la violencia contra las mujeres. La violencia de la pareja contra las mujeres y el aumento de los casos de mujeres violadas en los santuarios de la Iglesia han sido motivo de preocupación en los últimos años.
Tradicionalmente, las mujeres que no poseían ningún tipo de ingreso sufrían algún tipo de violencia por parte de sus parejas. Sin embargo, hoy en día, la violencia contra las mujeres pasa por todas las clases de mujeres: pobres, ricas, sin educación y educadas.
Desde su instauración, el Día Naranja ha pasado un tanto desapercibido y todavía hay muchas personas que no son conscientes de su existencia. El desconocimiento, sin embargo, no le quita su importancia y las cuestiones que afectan principalmente a mujeres y niñas todavía necesitan ser abordadas.
No es un secreto que la mayoría de las mujeres no están seguras ni en sus hogares, ni en las iglesias y ni en otros espacios públicos como pueden ser las colas para los autobuses de cercanías. Los resultados de la violencia perpetrada por la pareja y otras personas de confianza, como familiares, suelen ser catastróficos y los casos que aparecen en los medios de comunicación son como una gota de agua en el océano.
Por ejemplo, la mayoría de las mujeres que son violadas en las capillas de la iglesia son las que por lo general tienen problemas con su sistema de salud reproductiva, no puede permitirse los honorarios cobrados por los ginecólogos privados y buscan la ayuda de los profetas en los que confían.
Un ejemplo de ello es el de Wellington Gase, un autoproclamado profeta de la secta apostólica Johanne Masowe weChishanu, en Kwekwe, que fue sancionado con una pena de cárcel de 36 años después de que violara y contagiara a un miembro de su congregación con el VIH.
Tendai Mupeteri de Epworth fue condenado a 12 meses de cárcel por rociar a su esposa con parafina antes de encender una cerilla para quemarla por no prepararle el desayuno.
El exrepresentante de la Asamblea Nacional en Mabvuku, Timoteo Mubhawu, supuestamente golpeó a su esposa con un machete acusándola de tener una relación extramarital con el Pastor Manson Munava Mpofu.
Estos casos simplemente demuestran cómo, incluso aquellos que, como Mubhawu, son muy conscientes de la ley todavía cometen actos de violencia contra sus parejas.
En mayo de este año, la policía expresó su preocupación por el aumento de los casos de violencia doméstica en el que las parejas se matan entre sí y en algunos casos llegan incluso a asesinar a sus hijos.
Tales casos no sólo se limitan a Zimbabue, la violencia contra las mujeres y niñas sigue siendo una de las violaciones de los derechos humanos más común a nivel mundial.
Un Estudio Mundial sobre la Salud (2013) publicó que, a nivel mundial, las parejas fueron los responsables de la muerte del 38% de todas las mujeres que fueron asesinadas. Otro 42% de las mujeres que han sufrido violencia física o sexual a manos de su pareja han sufrido lesiones como consecuencia de ello.
El estudio también citó la violencia de pareja como un importante problema que contribuye a los problemas de salud mental de las mujeres, las mujeres que han sufrido violencia por parte de su pareja tienen casi el doble de probabilidades de experimentar depresión en comparación con las mujeres que no han experimentado ningún tipo de violencia y tienen igualmente el doble de probabilidades de caer en el consumo excesivo de alcohol. Las mujeres que sufren violencia de pareja física y/o sexual son 1,5 veces más propensas a sufrir de sífilis, clamidia o gonorrea y en algunas regiones (incluyendo el África subsahariana), son 1,5 veces más propensas a contraer el VIH, según la OMS. Tanto la violencia de pareja como la violencia sexual fuera de la pareja están asociadas con el embarazo no deseado, con el hecho de sufrir un aborto y/o tener un bebé con bajo peso al nacer.
Sin embargo, a pesar de todos estos hechos escalofriantes, las estadísticas de las mujeres que sufren alguna forma de violencia parecen no disminuir a la velocidad deseada.
Incluso con cientos de horas de trabajo realizado por las organizaciones de mujeres mediante diversas actividades, la mayoría todavía no tienen acceso a los servicios mínimos que velen por su seguridad, la salud y el acceso a la justicia. Existe una clara falta de fondos para los programas contra la violencia de género y también para conseguir que el mensaje sea escuchado.
Por eso, cuando el país conmemora el Día Naranja todos los meses, la pregunta es ¿qué se requiere para que los autores de estos actos escuchen el grito de las mujeres diciendo que ya es suficiente? ¿Cuántas más mujeres deben ser violadas para poner fin a este tipo de violencia contra la mujer?
Por todas estas razones, el Día Naranja importa (Orange Day matters) y todos los ciudadanos deberían contribuir a difundir el mensaje. También es importante que el Gobierno fortalezca la infraestructura sectorial, y recoja más datos sobre la violencia contra las mujeres para informar y programar basado en la evidencia. La coordinación entre los ministerios pertinentes es necesaria si la violencia de género se quiere combatir de manera eficiente.
De hecho, cada día debería ser Día Naranja.
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Fundación Sur