El desarrollo en África: la plaga del fetichismo

21/09/2012 | Opinión

Las luchas electorales en África y sus corolarios de extrañeza nos conducen a llevar nuestra reflexión sobre los crímenes rituales que no cesan de escandalizar las crónicas. En efecto, parece existir una sospechosa relación entre los hombres políticos y las atrocidades rituales. Es el periodo de desapariciones inexplicadas de niños y adultos, de canarios rotos, de amontonamiento de animales sacrificados y otros objetos heteróclitos abandonados de incógnito en diversas encrucijadas. ¿Existe una relación real entre las personalidades políticas y estas funestas prácticas? ¿La apuesta por el desarrollo está realmente pensada cuando la conquista del poder reside en el respeto a los mandatos de gurús y de personas místicas?

En el mes de mayo último, el pueblo gabonés expresaba su disgusto ante la no inculpación de un senador acusado por un triste individuo reconocido culpable de crímenes rituales (1). Estaría protegido, se dijo, por la inmunidad parlamentaria. En Benín en 2003, la prensa local transmitía la sospechosa muerte de la sobrina de un candidato proclamado a las elecciones presidenciales. La víctima presentada como muerta a consecuencia de un ahogamiento en el domicilio de su político tío habría presentado marcas sospechosas que sugerían más un homicidio seguido a un sacrificio ritual. A pesar del carácter dudoso de la tesis del ahogamiento, el asunto aparentemente no habría manchado la credibilidad del hombre político. En 2007, en un barrio de Abiyán [Costa de Marfil], una mujer misteriosa raptaba a un muchachito de dos años que aparecía a continuación decapitado, la asesina se había llevado ciertamente la cabeza, después de haber adormecido a la familia con una actitud afable y cariñosa. En algunos lugares de la selva clasificada del Banco* y en diversas malezas, se han encontrado cadáveres vaciados de su sangre o con algunos órganos menos. La selva del Banco, parte integrante de la ciudad de Abiyán, ha soportado durante mucho tiempo los descubrimientos y los más siniestros rumores de secuestros y de crímenes crapulosos. Los famosos 4X4 que llevaban a las personas para descansar o transportaban gratuitamente a autoestopistas que han desaparecido para siempre, preocupan todavía a las conciencias. Igualmente en el África austral los albinos se convierten en corderos sacrificados sobre el altar de las ambiciones de las personas ávidas de riqueza súbita o de renombre.

¿Estos ejemplos anotados bastarían para incriminar a los hombres políticos?

El laxismo judicial y las encuestas no terminan de dar crédito a esta tesis. El caso de Gabón en el que la inmunidad parlamentaria ha sido invocada para sustraer a un criminal peligroso de las manos de la justicia ¿no constituye una prueba flagrante? Además el carácter repetitivo de las atrocidades, la actitud de desprecio de los ejecutores de estos crímenes sórdidos que pueden reincidir a placer porque se saben, sin duda, protegidos; estos hechos se concentran en general en la aproximación de cambios electorales. En Costa de Marfil, un tal Béhanzin produjo un gran revuelo en su época al destapar atrocidades imputadas a personalidades religiosas a veces en estrecha correlación con hombres políticos. El buen hombre revelaba homicidios de mujeres encintas o de bebés, organizados con fines rituales en algunas maternidades que desgraciadamente no ha nombrado. El periódico Jeune Afrique ha puesto en evidencia además la influencia de brujos y otros personajes místicos sobre los detentadores del poder en África (2); brujos que no ahorrarán medios para hacerse realizar las promesas de conquista de poder a través de revelaciones de las que ellos solos detentan el secreto. Al constituir la persona humana la cumbre de la jerarquía de valores en términos de ofrendas místicas, se comprende la perturbación y la psicosis de las poblaciones cuando se aproximan las luchas electorales, en un medio fuertemente marcado por las religiones tradicionales, en donde la mayor parte de estos gurús son requeridos. Sin embargo, las religiones tradicionales no son en el fondo sanguinarias o bárbaras, todo depende del uso que se haga.

¿Cuáles son las apuestas por el desarrollo cuando la arena política se convierte en refugio altamente asegurado de peligrosos criminales? ¿Qué emergencia en una lógica rígida de bosque sagrado? Cuántas cuestiones pertinentes a la vista de prácticas que cuestionan los fundamentos de la justicia, del contrato social de una sociedad que sin ser forzosamente igualitaria, se abre sin descanso para la reducción de las desigualdades. “La mano que castiga debe ser impecable, pues si la justicia se equivoca, el vínculo social mismo se deshace”, decía Zola. Esta es toda la apuesta del Estado de derecho.

Cuando la justicia se hace opresión y complacencia, el pueblo doblega el espinazo y sufre, mientras que la cohesión social se debilita de manera solapada y peligrosa, alimentando largo tiempo revueltas sangrientas que no darán como resultado lógicamente la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

En efecto, ¿se puede mostrar obligado hacia las poblaciones y hacer de la emergencia económica una realidad concreta, cuando se cree conferido por un supra fetiche? ¿Qué lugar hay para la alternancia y la democracia cuando el poder se convierte en patrimonio?

¿Tiene África el monopolio de tales barbaries?

Sería iluso pensar que el fetichismo es patrimonio de África, todos los continentes tienen una tradición pagana. Por otra parte, lo políticamente correcto está bien visto, quizás porque las poblaciones han expresado claramente su disgusto a acomodamientos y a una forma rígida del ejercicio de poder que consagra al dirigente como semi-dios. En este sentido, la historia de las grandes naciones constituye un testimonio elocuente. Así, Madame de Montespan habría sacrificado inocentes en la perspectiva de perpetuar su influencia sobre su real amante Luis XIV.

Pero nuestras poblaciones africanas, ¿no son culpables de aferrarse a consideraciones étnicas y tribales antes que intelectuales en la elección de los hombres políticos?

Por Felicité Annick Foungbé

L’Autre Afrik, Afrik.com, lunes 17 de septiembre de 2012.

Felicité Annick Foungbé es analista de www.UnMondeLibre.org.

(1)Información ampliamente transmitida por la RFI

(2)Cf. Jeune Afrique del miércoles 4 de julio de 2012

Traducido por Asunción Orench, para Fundación Sur.

* Le bosque o selva llamado Banco, forêt du Banco, se encuentra en pleno Abiyán y es uno de los parques nacionales de Costa de Marfil, con una extensión de 3.000 hectáreas.

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