El cumpleaños…, por Rafael Muñoz Abad

3/03/2015 | Bitácora africana

Cuando apenas tenía diez años en mi casa había un atlas y en lo que hoy es Zimbabwe aparecía Rhodesia. Con aquel magnifico volumen estudié geografía y casualmente también incluía aquella Libia de enseña tricolor que ahora intenta volver a ondear en el caos tripolitano. Asimismo, recuerdo una profe independentista-progre-guay-marxista – una adelantada a su tiempo – que a los alumnos de origen continental, entiéndase godos, los marginaba cual albinos en Africa. De los muchos berrinches que le procuré, imagino que el incidente Rhodes fue el que más la encolerizó. Para mí era Rhodesia. Así lo había estudiado y a su entender eso era un enardecimiento del colonialismo. Una majadería inadmisible en un mocoso rubio como la cerveza con pantalón de tweed. Al tema.

Zimbabwe hoy está “gobernado” por el prototipo de tirano africano. Un megalómano que convirtió el granero de Africa en una finca arruinada e improductiva bajo la habitual oratoria populista de que la tierra es para quien la ara. Los granjeros blancos se han visto perseguidos y tiroteados por una chusma de borrachos armados cuya única justificación es haber pertenecido a la guerrilla independentista que liberó al país del gobierno blanco. Una “reforma” de la tierra, que amparada más en términos raciales que productivos, tornó haciendas fértiles en páramos. El colonialismo y el only whites de Iam Smith fueron un abuso. Cierto; pero no menos lo son la corrupción generalizada y el despotismo de Bob Mugabe para con su pueblo. Recientemente, este alumno aventajado de Idi Amín y del culto a la personalidad, ha celebrado su cumple y para ello ha masacrado a cientos de antílopes, elefantes y leones. El país, antaño productivo en algodón, ganado y maíz, está aislado y sumido en una crisis económica que lo sitúa al fondo de la tabla de índice de desarrollo humano en Africa. La perversión de la vida comercial bajo el discurso indigenista disparó el desempleo; los blancos, acorralados por el binomio asesinato – expropiación, huyeron; generándose una diáspora de mano de obra cualificada a países anglosajones ¿Cómo es posible el hambre en un lugar tan fértil? Tal vez hay que preguntar por las desastrosas decisiones, meramente raciales, tomadas por el cruel tío Bob. Mugabe buscó inversión e infraestructuras en China y el país, para los estándares africanos, mejoró razonablemente. Poco queda ya de aquella Rhodesia en sepia. Saludos profesora Milagros.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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