El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se ha trasladado hoy jueves a Burundi con el fin de detener la violencia política del pequeño país africano porque se teme que se transforme en un conflicto étnico.
Algunos de los miembros del consejo esperan convencer al presidente Pierre Nkurunziza de que acepte admitir a 5 000 efectivos de un cuerpo de paz de la Unión Africana para detener la violencia que impera en una región en la que aún son recientes los recuerdos del genocidio que tuvo lugar en la vecina Ruanda.
«Es necesario que haya algún tipo de fuerza internacional que proteja a los civiles en el terreno en Burundi», afirmó la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Samantha Power, que lidera el grupo junto con Francia y Angola.
Sin embargo, los diplomáticos aseguran que las opiniones de los miembros están divididas en cuanto al modo de lidiar con Burundi y la cantidad de presión que se debe aplicar.
El embajador de Angola ante la ONU, Ismael Gaspar Martins, afirmó que era parte de la responsabilidad del Estado la protección de sus ciudadanos y que «no diremos que es necesario que las tropas de la UA estén ahí». Pero dijo que tenía que haber una mayor presencia de observadores de la UA en el terreno para «transmitir a la comunidad internacional cuál es, objetivamente, la situación en Burundi».
La violencia se inició cuando Nkurunziza anunció su candidatura a las elecciones por tercera vez, cosa que se aseguró en una votación que tuvo lugar en julio y que la mayoría de sus oponentes boicotearon. La oposición aseguraba que presentarse por tercera vez era ilegal. Sus seguidores alegaron que un juzgado declaró que sí podía presentarse.
La ONU estima que 439 personas han perdido la vida pero esta cifra podría ser más alta. Más de 240 000 personas han salido del país.
El embajador de Francia ante la ONU, François Delattre, afirmó que era máxima prioridad «cortar el ciclo de violencia y evitar que el genio de la violencia étnica salga de la lámpara».
La guerra civil de Burundi, que terminó en 2005, enfrentó al ejército, en aquel momento liderado por la minoría étnica Tutsi, con los grupos rebeldes de la mayoría Hutu, incluido uno a cuya cabeza estaba Nkurunziza.
«Es una región muy sensible…todo el mundo sospecha», dijo el representante del embajador de Rusia ante la ONU, Petr Iliichev.
La presidencia de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas urgió al consejo para que presionara a Burundi y aceptara admitir a las fuerzas de paz citando «indicadores de que la crisis estaba obteniendo un carácter étnico». «Cuanto más se retrase, se necesitarán más fuerzas y un mandato más robusto», afirmaron en una nota informal publicada por Reuters.
La Unión Africana anunció que enviaría los 5 000 integrantes de las fuerzas de paz en diciembre, pero Nkurunziza ha rechazado el plan.
El gobierno de Burundi niega los cargos por violencia étnica y asegura que se atiene a las condiciones étnicas del gobierno establecidas con el tratado de paz que puso fin a la guerra de 12 años.
The East African