¿Ser o no ser negro? Esta es la pregunta para todos aquellos que se consideran víctimas del color de su piel y por esta razón, lo asocian con todos sus males.
Mi amigo Marius solía decir que si en una hipotética próxima vida se le diera a cada uno a elegir el color de su piel, no habría mucha gente que estaría de acuerdo en volver a ser negro.
Y estoy seguro de que muchos de los que están leyendo este artículo piensan lo mismo. El color de nuestra piel negra lleva una carga tan negativa que lo rechazamos. Para nosotros, significa esclavitud, colonización, pobreza, miseria, guerras absurdas, golpes de estado igualmente absurdos.
Extraño auto desprecio
En resumen, cargamos al color de nuestra piel todos los males de la humanidad y nos avergonzamos de él. Dentro de nosotros, nos odiamos a nosotros mismos, porque somos los perdedores de la historia actual, y achacamos esa derrota al color de nuestra piel. A los ojos de los demás, siempre vemos desprecio y condescendencia únicamente por el color de nuestra piel.
Hay algunos entre nosotros que no esperan a la próxima vida para poner fin a esta situación intolerable para ellos: eligieron simplemente cambiar de color en esta vida, aclarándose la piel. El campeón en todas las categorías es el fallecido Michael Jackson, que había logrado convertirse en completamente blanco, incluso rediseñando su nariz que era demasiado ancha para pertenecer a un “hombre civilizado”.
Nuestros hermanos congoleños y muchas de nuestras mujeres están experimentando con todos los medios a su alcance; lo que se traduce principalmente en tener el aspecto de una salamandra, cáncer de piel y otras enfermedades.
El mecanismo psicológico de una inferioridad internalizada
A propósito de esto, me gustaría citar unas líneas, de 1377 del historiador y jurista tunecino, Ibn Jaldún:
«Los vencidos siempre quieren imitar al ganador en sus características distintivas, su forma de vestir, su profesión y todas sus condiciones y costumbres. La razón es que el alma siempre ve la perfección en la persona que ocupa el rango superior.
La ve como perfecta sea porque siente respeto (hacia ella) y le impresiona, o porque asume, equivocadamente, que su propia subordinación no es lo habitual después de la derrota sino el resultado de la perfección del ganador. Si el alma se fija en esta falsa suposición, se convierte en una creencia firme.
El alma, entonces, adopta todas las formas del vencedor y las asimila. Esta atracción va tan lejos que una nación dominada por otra nación más fuerte asimilación y la imitación».
Es cierto que hoy en día el hombre negro no es la alegría personificada. Hace algunos días por ejemplo, se produjo una manifestación racista contra los inmigrantes africanos en Israel. En muchos países árabes, los negros son tratados peor que animales y se les acusa de todos los males de su sociedad. No hace tanto tiempo, los negros eran exhibidos como animales en países europeos.
Depende de nosotros, negros, revertir esa percepción errónea
Acusar al color de nuestra piel de todos nuestros sufrimientos es, sin duda, un error de apreciación. Sí, nuestro continente es el menos desarrollado en el mundo. Sí, en todas partes, los negros son los pobres, los menos afortunados. Pero, repetimos, eso no tiene nada que ver con el color de la piel.
Se trata más bien de una situación social, heredada de una larga historia. Es nuestra responsabilidad, de nosotros los negros de hoy, cambiar el curso de esa situación. Al dejar de detestarnos, de quejarnos de la parte menos gloriosa de nuestro pasado, diciéndonos que nuestra historia no es sólo la esclavitud y la colonización, que todas las demás civilizaciones han pasado también por esas etapas.
Que el curso de la historia está a punto de cambiar, que el centro del mundo ya no se encuentra en la envejecida Europa, sino en Asia, y que si dejamos de imitar a los otros, si resueltamente nos ponemos a trabajar, podremos mover ese centro hacia nuestro continente que tiene, sobretodo, el activo de su juventud.
Sí, vamos a trabajar y veremos que mañana habrá otros que envidiarán el color de nuestra piel.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente el 6 de junio de 2012 y revisado y actualizado el 1 de diciembre de 2016.
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