El cangrejo y sus hijos – Adaptado y presentado por Paquita Reche, smnda

17/03/2015 | Cuentos y relatos africanos

El cuento presentado hoy es una adaptación de la versión original recogida en África Central, por Olivier de Bouveigni (1)
Los protagonistas son todos animales: crustáceos, de una misma familia- No se si habrá otros cuentos en los que aparezca el cangrejo como protagonista. Es la primera vez que encuentro uno con estas características.

Es un cuento divertido para todos, pero con grandes lecciones para los mayores: Muestra importante que es conocer y aceptar los límites impuestos por la naturaleza y que cuando se trata de educar, las palabras del educador tienen que ser coherentes con su vida y su ejemplo.

Una familia de cangrejos, se había instalado en la ribera del río al abrigo de una enorme roca que., esperaba, ningún hombre pudiera mover.: El señor Nkala con la ayuda de la señora Nkala, su esposa, criaban una numerosa familia de cangrejitos. El señor Cangrejo esperaba que, al menos su hijo mayor llegara a ser un día un cangrejo perfecto que marchara en línea recta. Veía cómo Nkala Mukulu, crecía ganaba fuerza y agilidad, era cada día más diestro en la pesca y la caza, en una palabra, iba convirtiéndose se en un cangrejo perfecto, pero padecía del que tenían todos los cangrejos. Todos, ellos, andaban de costado. Estaba tan preocupado que dormía mal y a veces despertaba a su mujer para comunicarle su preocupación de ver que su hijo Nkala Muluku, caminaba de costado…
-Sí -suspiraba la señora Nkala-, ¿y qué esperabas? Nosotros también, nosotros también…
-¡Chist, calla…! Ordenaba el señor Cangrejo como si no quisiera ni que se mencionase aquella tara familiar de la que deseaba librar a sus hijos
Desde el principio, muchísimas veces, el padre Cangrejo le había dicho a Nkala Makulu que debía esforzarse por andar de frente. Y le ponía el ejemplo de los peces, de los lagartos, de las cucarachas y hasta de las arañas, todos ellos y ellas marchaban con la cabeza por delante.
-Créeme, hijo querido, serías un mejor cangrejo, serías un honor para tu raza si marchases de frente. Verdaderamente me harías feliz si caminases de frente como corresponde a un cangrejo listo y honesto

-Tú sabes bien -respondía el chico-, que si yo pudiera marcharía de frente, pero es que no puedo, no sé hacerlo.

El padre Cangrejo le dedicaba estos discursos a su hijo, cuando estaban los dos solos, cuando iban juntos de caza por las aguas del río o cuando estaban resguardados del sol al abrigo de una piedra grande. Pero en cuanto se ponían en movimiento, el pequeño cangrejo seguía obstinadamente avanzando de costado. El padre cangrejo, a veces, no podía contenerse y llegaba a golpear a su hijo; pero lo único que conseguía era hacerle llorar. Por fin una mañana, el padre Cangrejo dijo a su hijo:

-Venga, vamos. No voy a regañarte más, lo que voy a hacer es enseñarte a marchar de frente.

Y durante muchos días se pudo ver a los dos cangrejos moverse sobre la arena, cuando creían que nadie les observaba, entregados a ejercicios de marcha en línea recta. La señora Cangreja, fue la primera en descubrirles, luego, poco a poco todos los cangrejitos se unieron a ella en su puesto de observación para contemplar desde el umbral de la puerta aquella marcha paralela del padre y el hijo.

-¡Adelante, en marcha! -gritaba con su vozarrón de cangrejo acatarrado- ¡En marcha y rectos hacia adelante!

Los cangrejitos más jóvenes, intrigados, preguntaron a mamá cangreja qué era lo que hacía papá con el hermano mayor. Mamá Nkala les explicó que el el padre estaba enseñando a su hermano a marchar de frente. Pero los cangrejitos, insolentes y terribles como son todos los pequeños, se reían viendo a su hermano mayor hacer esfuerzos por aprender a caminar de frente. Por fin, Nkala Muluku, agotado y avergonzado al ver que se burlaban de él, dijo a su padre:
-Por favor, papá, camina ante mí para que yo pueda verte y aprender cómo consigues avanzar de frente.

Inmediatamente el padre Cangrejo se puso en marcha…pero, a pesar de todos sus esfuerzos, avanzó de costado. Estaba tan acostumbrado a marchar de lado que no sabía hacerlo de otro modo. Entonces su hijo mayor le dijo:

-Ya puedes decirme lo que quieras y mandarme lo que te parezca, pero mientras tú no te comportes como deseas que lo haga yo, no te haré ningún caso.

Desde entonces los Cangrejos padres y todos sus hijos continuaron marchando de lado y cada vez más deprisa.

(1) «Sur des lèvres congolaises», pág.158)

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