La emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera por parte de África es mínima, pero los efectos del cambio climático son más graves en este continente con respecto a otros rincones del planeta. Por ello, es urgente implementar acciones destinadas para el combate a este fenómeno, antes de que sea demasiado tarde. Los líderes africanos así lo han entendido, y han alzado ante el resto del mundo una sola voz para exigir justicia climática.
La amenaza del cambio climático acecha a África.
En marzo de 2019 la costa oriental africana fue azotada por Idai, el peor ciclón tropical que se recuerda en la historia del hemisferio sur, que causó estragos en Mozambique, Zimbabue y Malaui. El saldo de este huracán fue de más de mil muertos, dos millones de damnificados y daños que se contabilizan en 2 mil millones de dólares.
Este desastre natural resaltó la enorme fragilidad y poca resiliencia de los países africanos para combatir este tipo de tragedias, mismas que van en aumento derivado de los efectos del cambio climático, a consecuencia de diversas actividades productivas humanas, ocasionando fuertes desequilibrios en el clima y la temperatura de nuestro planeta, al grado que si la humanidad no actúa a tiempo sería desastroso para el sostenimiento de la vida en nuestro planeta.
El cambio climático es un asunto que concierne a todas las naciones y a la Comunidad Internacional, por lo que es responsabilidad de todas las naciones emprender acciones y mecanismos de manera urgente al respecto. Sin embargo, existe una notoria diferencia entre los daños ambientales causados por los países desarrollados y aquellos en desarrollo.
En este sentido, África solo aporta el 3.8% de los gases responsables del cambio climático, frente al 23% de China, el 19% de los Estados Unidos y el 13% de la Unión Europea. Y además las emisiones de CO2 de toda África son equivalentes al 11.60% de las de china y al 23.88% de las de Estados Unidos.
En cambio, los estragos que provocan estos gases contaminantes en el continente son mucho mayores tomando como referencia la cantidad que liberan al ambiente. Para el caso de África, estos son los principales efectos del cambio climático:
El número de desastres relacionados con el clima se ha duplicado en los últimos años.
Aumento del déficit de humedad del suelo en el Sahel desde 1970.
Disminución de la densidad arbórea en África Occidental y en la región semiárida de Marruecos.
Prolongadas sequías en el cuerno de África.
Reducción de la extensión glaciar del monte Kilimanjaro.
Aumento de incendios forestales en las áreas selváticas.
Descenso de lluvias en el Sahel y el Sur de África.
Reducción de la superficie de los lagos Chad, Kariba y los Grandes lagos.
Degradación y contaminación de los ríos Congo, Níger, Nilo, Volta y Zambeze, así como de las cataratas Victoria.
Disminución de los rendimientos de las cosechas y la producción ganadera.
Disminución de los arrecifes de coral en aguas tropicales de África
Estrés térmico cada vez más intenso y frecuente.
Mayor escasez de agua.
Esta desigualdad climática estimula, en consecuencia, mayor pobreza, conflictos y desplazamientos de personas. Como observamos, todas las subregiones africanas son afectadas, pero sin duda, las regiones costeras y los Estados insulares son los más vulnerables a esta situación. Aunado a lo anterior, tres factores empeorarían la crisis del cambio climático en África:
La dependencia en la agricultura, actividad de la que depende el 54% de los africanos.
El aumento de la población.
El crecimiento caótico de las ciudades y la tendencia a la urbanización.
A largo plazo, estos factores pueden socavar los medios de subsistencia para la gran mayoría de la población. Con la finalidad de dimensionar mejor estos problemas, volvamos al impacto del ciclón Idai. La catástrofe que originó en Mozambique constituye una de las evidencias más notorias de que el cambio climático es una realidad. Este tipo de fenómenos antes ocurrían cada 30 años, pero ahora, pasan cada dos o tres, con periodos de alternancia de episodios ciclónicos y sequías, mismos que están directamente relacionados con las grandes variaciones de la temperatura resultantes del cambio climático.
Para comprender sus efectos, basta con observar las imágenes de la ciudad de Beira, considerada la cuarta más importante del país, que quedó sumergida bajo el agua, y con ella, todos los planes futuros sobre la ciudad, que nos recuerda la importancia de la implementación de controles de riesgos ante estos eventos.
Para rematar, un mes después de Idai un nuevo ciclón, Kenneth, causó daños y exacerbó las pérdidas en algunos lugares de la costa sur del Índico, esta vez en las islas Comoras, Tanzania y, nuevamente, Mozambique. Y así, incomunicados, sin agua potable, electricidad, escuelas y hospitales, aumentaron los casos de diarrea y cólera en medio de decenas de miles de viviendas reducidas a escombros.
Beira ya es considerada como la primera ciudad en ser destruida por el cambio climático, y los expertos señalan que dos tercios de las urbes africanas están en peligro por el calentamiento global, lo que hace temer sobre el futuro de millones de pobres y en el impacto sobre la economía mundial. Ya se habla en los círculos académicos de un Apartheid climático, donde los más afectados por el cambio climático son los más desfavorecidos, mientras la élite económica y gobernante mantendrá sus privilegios.
Tan solo en Mozambique las pérdidas ocasionadas por Idai equivalen aproximadamente al 16.22% de su Producto Interno Bruto (PIB), una carga muy pesada para un país pobre, por lo que debemos esperar una larga reconstrucción, aún con ayuda internacional, como sucedió con el terremoto en Haití en 2010, donde la crisis originada por el fenómeno continúa diez años después.
Una sola voz de África contra el cambio climático.
Dados estos resultados y efectos, los países africanos se ven ante un escenario donde poco pueden hacer ante la magnitud del desafío climático, al que ellos han contribuido muy poco. Claramente se requiere de fondos y apoyos internacionales, pero las distintas Conferencias y cumbres que se organizan en torno al cambio climático no han estado a la altura de lo que África y el mundo necesitan, mientras que los ecosistemas, océanos y los recursos naturales (que irónicamente son básicos para el desarrollo económico) siguen siendo afectados por la actividad del hombre.
Visto desde esta óptica, el cambio climático puede ser visto como una falla de mercado y una externalidad que impacta negativamente en el crecimiento económico a largo plazo. Pese a ello, aún existe mucha incertidumbre y escepticismo en el ámbito político sobre los resultados concretos del cambio climático a corto plazo, por lo que los acuerdos alcanzados son insuficientes y tibios, como el fracaso que representó la emisión de los bonos de carbono, que sólo sirvió como un instrumento financiero de especulación, sin efecto en la reducción de emisiones de gases.
Acciones como el cambio en nuestros hábitos de consumo, la transición hacia energías más limpias y el modelo de desarrollo sustentable son indispensables, pero su adecuada implementación no es inmediata, y el mundo está en una marcha contrarreloj.
Actualmente el Acuerdo de París (en vigor desde el 4 de noviembre de 2016) es el marco normativo referente en el combate al cambio climático a nivel mundial. Este acuerdo obliga a todos los países a emprender acciones para combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos. Marca una diferencia importante con respecto al Protocolo de Kioto, en el sentido de que no sólo las potencias industriales están obligadas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero sin duda, el objetivo más grande es mantener el aumento de la temperatura a lo largo del Siglo XXI por debajo de los 2º centígrados – umbral por encima del cual dicho aumento provocaría efectos catastróficos sobre la tierra, de acuerdo con la comunidad científica.
El Acuerdo de París es clave para África, debido a su vulnerabilidad a los cambios climáticos y en que supondrá una mayor cantidad de fondos, financiamiento y tecnologías para mitigar sus efectos, en el marco de una transición hacia un modelo de transición más sostenible, en correlación con la Agenda 2030 de Desarrollo Sustentable acordada también en 2015.
De hecho, el empuje de los países africanos fue importante para el logro de este acuerdo. Es de destacar que los estados africanos mantienen una misma postura en el combate al cambio climático, misma que lleva al menos 35 años en construcción y reforzamiento. Desde 1985 se celebra la Conferencia Africana Interministerial sobre Medio Ambiente (AMCEN, por sus siglas en inglés), para promover la cooperación entre los distintos gobiernos africanos para evitar la degradación del medio ambiente.
Además, los jefes de Estado africanos han puesto en marcha varias iniciativas para reforzar la capacidad de los países africanos en mitigar los efectos del cambio climático y en incrementar el uso de la energía renovable. De igual forma, en 2006 se creó el Centro Africano de Política Climática, con el objetivo de proporcionar evaluaciones proporcionar evaluaciones sobre la magnitud de los cambios climáticos en el continente.
El papel de la Unión Africana es fundamental en este tema. Durante la COP 22, celebrada en Marrakech, se aprovechó la oportunidad de que la cumbre se celebraba en suelo africano para reforzar la posición universal de los países de África y exigir justicia climática. Todos los países reafirmaron su compromiso (más allá de las discrepancias políticas por ser Marruecos el organizador), y se propusieron ambiciosos proyectos en pro del medio ambiente.
Desafortunadamente, los africanos no cuentan con muchos recursos para concretar todas sus iniciativas y proyectos, lo que limita enormemente la implementación y el éxito de los mismos, aún con las ayudas proporcionadas desde afuera. En este aspecto, como en muchos otros, son dependientes de actores externos. Y como vemos, todas estas acciones no evitaron la escalada de desastres naturales en el continente, como el ciclón Idai.
Seguramente todos estos esfuerzos de coordinación por parte de los africanos pronto comenzarán a ver sus primeros efectos positivos, aunque para combatir de manera efectiva al cambio climático en África, este tema debe convertirse en un eje transversal en todas las políticas sociales y económicas que implementen los distintos Estados africanos, sobre todo en aquellas relacionadas con la agricultura, pesca, energía, urbanización y equidad de género. Pero igual de importante será la cooperación y el diálogo a nivel internacional. Los Estados africanos deben aprovechar su posición universal en el combate al cambio climático para presionar a que las grandes potencias asuman sus responsabilidades climáticas y apoyen a las regiones más vulnerables con mayores fondos, proyectos y financiamiento.
Por último, es preciso que para el combate al cambio climático tengamos una visión integral sobre el mismo, visto no solamente como un problema de carácter científico, sino también a partir de un enfoque más social y un asunto de seguridad y paz mundial. La destrucción que dejó a su paso el ciclón Idai es un recordatorio de que la humanidad se enfrenta a un gran desafío climático, y todos estamos expuestos ante un fenómeno similar. Si no actuamos rápido, debemos esperar más catástrofes. La vida en este planeta está en juego.
Imagen La ciudad de Beira después del paso de Idai. Fotografía: Flickr
Original en : Tlilxayac.