Autora : Vanessa Anaya
Los tejidos y estilos procedentes de África están cada vez más en boga en las colecciones de los diseñadores más reconocidos en el panorama internacional.
Basta con hacer una búsqueda rápida en Internet con las palabras “moda tribal” o “moda étnica” para obtener como resultados unos coloridos estampados procedentes de África lucidos por despampanantes modelos que representan prestigiosas firmas de moda europeas o estadounidenses. Recientemente Louis Vuitton y Thakoon utilizaron en sus colecciones 2011-2012 tejidos procedentes de Kenia, concretamente tejido Maasai, extendiéndose como la pólvora. John Galliano, Dior, Jean Paul Gaultier o Juanjo Oliva, son algunos de los diseñadores que desde hace años se inspiran en el estilo y tejidos del continente para diseñar sus colecciones, ganándose así el aplauso de los críticos de moda que consideran esta iniciativa como un símbolo de multiculturalidad.
Importantes marcas de ropa se han subido al carro de la moda —mal llamada— “étnica” o “tribal”: la colección primavera/verano 2012 de Burberry nos sorprendía con unos diseños hechos con estos tejidos, rompiendo así con la habitual línea clásica a la que nos tiene acostumbrados. Algunas multinacionales han visto que África está de moda y han llenado sus tiendas de ropa y complementos que arrojan color al continuum de escaparates que se agolpan en las ciudades. Wax, Kanga, Kente o tejido Masai son algunos de los materiales y estampados que dan juego y color a las pasarelas, que van más allá del siempre recurrente estampado animal presente en la alta costura.
Aunque no sólo los tejidos y complementos han cautivado a Occidente. El estilo de los ya conocidos Sapeurs del Congo ha sido fuente de inspiración para vídeo clips y anuncios publicitarios, que no han dudado en utilizar su imagen como reclamo estético y publicitario.
Pero, ¿Cómo repercute este boom en África? No parece que el hecho de que grandes diseñadores usen estampados típicamente africanos en sus colecciones revierta en las poblaciones. Tampoco existe un compromiso por cambiar la imagen estereotipada que se tiene de África y que la moda sirva para dar a conocer las particularidades sociales y culturales de las diferentes regiones de donde proceden los tejidos. ¿Cómo podría entonces la moda establecer una mejor relación con África? Rafael Flores en su artículo lanza algunas propuestas: una de ellas podría ser contextualizar histórica y culturalmente los tejidos utilizados, mediante textos informativos repartidos en los objetos vendidos o en los eventos. Otra, comprar los tejidos directamente en África y no en Europa y Asia como hacen habitualmente las grandes marcas, lo que repercutiría de forma positiva en la economía local. Y la última —aunque no ideal— es la donación de parte de los beneficios de la venta de esa colección a las comunidades de las que toman prestado dichos materiales, como hizo Thakoon con los Maasai.
La emergencia de la moda africana, desde África
Lo cierto es que el hecho de que África esté de moda, ofrece un panorama positivo para el futuro económico del continente. Y la llave para posicionar África en el mercado global seguramente está en manos de los propios creadores africanos. Cada vez es más habitual la presencia de diseñadores africanos en las pasarelas internacionales, a la vez que también son cada vez más numerosas las African Fashion Weeks, tanto dentro , como fuera del continente. De manera progresiva Occidente tiene el foco puesto en la producción y creatividad procedente de África y tanto los diseñadores como su diáspora también tienen claro que el foco tiene que estar ahí, como contrapeso que haga frente a las grandes firmas internacionales.
Cada vez más y dentro de unas dinámicas panafricanas, los jóvenes creadores prefieren plasmar sus rasgos identitarios y culturales en patrones y diseños innovadores, utilizando materiales de sus países de origen que han sido adquiridos en el mercado local y confeccionado por personal local. De punta a punta del continente encontramos varios ejemplos. Uno de ellos es la etíope Mafi, que explora la historia y la cultura a través de sus diseños, utilizando materiales hechos a mano por cooperativas de mujeres, dando así muestra de la diversidad de su país.
También despunta el trabajo del sudafricano Laduma Ngxokolo, cuya colección MaXhosa nació de la necesidad de crear una ropa moderna y adecuada para los jóvenes recién iniciados de su comunidad, para lo que hizo un trabajo de investigación en torno a materiales, colores y simbología xhosa que podían representar e inspirar su trabajo.
Desde Senegal, Adama Paris controla todo el proceso de producción de sus diseños con mucho mimo. Telas hechas a mano en grandes telares de Dakar y resultados fascinantes que intentan agrandar un mercado aún pequeño en comparación con el americano o europeo, como ella misma afirma.
O la fórmula colaborativa de Idia’Dega que parte de la colaboración entre una diseñadora norteamericana con una cooperativa de mujeres masái para crear una línea de ropa y complementos llamada The Tommon (“diez” en lengua maa) que ha llegado a presentarse en las Fashion Week de París y de Nueva york.
Indego Africa que trabaja con cooperativas de mujeres ruandesas y diseñadores independientes en la confección de objetos y ropa. O Mustard Seed Africa que está basado en Swatzilandia y que coordina las iniciativas en torno al textil, llevadas a cabo por mujeres en las pequeñas comunidades de Swatzilandia, Zimbabue y otros lugares.
La posibilidad de los diseñadores de volcar su trayectoria vital en sus diseños y proyectos permite precisamente llenar de contenido creaciones que habitualmente, en el mercado internacional y en la alta costura, carecen de un sentido más allá que el meramente estético. De ahí la importancia de que África protagonice este proceso de expansión de la “moda africana” y siga auto-representándose de una forma más cercana a la realidad. Si es así, el hecho de que África esté de moda en la escena internacional es positivo. Y que la moda y la alta costura sean instrumentos para, por una parte, dar un giro a la imagen estereotipada que existe sobre el continente, y por otra, dinamizar la economía local, es también positivo.
África no sólo debe estar presente en este boom, sino que tiene que ser la protagonista y directora orquesta para que ello pueda revertir de forma directa o indirecta en sus países y sus gentes.
Original en : Wiriko