¿Se ha preguntado alguna vez cuántos instrumentos conoce? ¿Cuántos sonidos musicales se está perdiendo? O peor aún, ¿cuántos podría no llegar a conocer jamás? Deténgase a pensarlo y comprobará que, incluso cuando el acceso a la información está más a mano que nunca, todavía existen muchos tesoros culturales que la naturaleza no protege sino atrapa, haciéndolos inaccesibles, desconocidos. Como el biram, un instrumento con forma de barca que ha estado a punto de extinguirse, como el lago al que le canta.
Hoy la rutha se detiene para escuchar el biram. Suena a agua porque al agua pertenece. Hasta podría decirse que es un instrumento acuático, y no sólo por su sonido; el biram pertenece a los buduma, un grupo étnico compuesto en su mayor parte por pescadores. Desde tiempos ancestrales, los pescadores buduma del Lago Chad utilizan este instrumento de cinco cuerdas con forma de barca que se construye con madera y piel de la vaca de raza kuri. Para ellos el biram es sagrado porque es Kargila, el espíritu del lago, quien lo protege. Por este motivo no puede hacerlo sonar cualquiera, tiene que ser un maestro, una persona que se haya iniciado en el rito que supone para la etnia Buduma saber tocar este instrumento.
A pesar de la importancia del biram para este pueblo, el elevado coste de los materiales para fabricarlo y la entrada de tiempos modernos hicieron que los jóvenes dejaran de interesarse por él, hasta el punto de que sólo un anciano sabía tocarlo. Se llamaba Boukar Tar y era un maestro sin discípulos. Así, el biram, que en la lengua de los buduma significa ‘familia’, corría el riesgo de quedarse huérfano hasta que Malam Mamane Barka lo adoptó. No pertenecía a esta etnia, pero le unía a ellos una identidad marcada por la música, de ahí que solicitara una beca a la UNESCO para dirigirse al Lago Chad, al encuentro del maestro buduma y su biram. Y de este modo en 2002, pudo comenzar los rituales de iniciación del instrumento sagrado de los Buduma.
Cuatro años después, Boukar Tar fallecía y Mamane Barka se convertía en el único maestro conocido del biram. Nunca antes una persona que no perteneciera a esta etnia había tocado este instrumento y nunca antes su sonido había salido de la región de los Buduma. De la mano de Mamane Barka, el biram sonó en festivales de varios países no sólo africanos, también extranjeros, y hasta fue grabado en un disco, ‘Introducing’, con el que se dio pie a que lo conociera el mundo entero. Ahora, el salvador del Biram trabaja para que no se repita la historia dos veces y su ausencia no implique que se deje de dar vida a este instrumento.
Como todo lo que tiene que ver con el futuro, este objetivo pasa necesariamente por los jóvenes. Por ello, por un lado, quiere facilitar su acceso promoviendo la fabricación de más birams; y por otro, que éstos se introduzcan con otros géneros de música más modernos que se adapten a los gustos de las nuevas generaciones, como ya se ha hecho con la kora o el djembé.
Hay una esperanza para el futuro del biram, todo apunta a que no ocurrirá lo mismo con el lago al que le canta. En la década de los sesenta, el Lago Chad cubría una superficie de más de 25.000 km2. En la actualidad las cifras más positivas hablan de que llega a los 1.000 km2, es decir, ha perdido el 90% de su tamaño. No es sólo cosa del cambio climático, también es causa del descomunal proyecto de regadío que Nigeria llevó a cabo entre los años sesenta y finales de los setenta, con el que se puso en riego decenas de miles de hectáreas a partir del agua de este lago.
Si fuéramos budumas podríamos pensar que Karinga, el espíritu del lago, se está asfixiando y que por eso el biram ha estado en peligro. Quizás Mamane Barka sea su último suspiro y con él quiera que, al menos, se salve este instrumento; para que su sonido acuoso de vida al lago que se dejó morir.
Escucha la canción Doro Lelewa, de Malam Mamane Barka.-
Original en : Ruthaciaafrica